Declaración del Padre Calmel O.P.

Enviado por Raibaud en Mar, 28/10/2014 - 1:40pm

Hago alusión aquí a la Misa tradicional, aquella que fue “codificada”, aunque no “fabricada” por san Pío V, en el siglo XVI, conforme a una costumbre conservada durante siglos.

Rechazo por lo tanto el ORDO MISSAE de Pablo VI. ¿Por qué? Porque, en realidad, este ORDO MISSAE no existe. Lo que sí existe es una Revolución litúrgica universal y permanente, aprobada o querida por el Papa actual, y que reviste, por el momento, la máscara del ORDO MISSAE del 3 de abril de 1969. Todo sacerdote está en su derecho de  no llevar la máscara de esta  Revolución litúrgica. Y yo estimo que es mi deber de sacerdote el rechazar la celebración de la Misa en un rito equívoco.Si aceptamos este nuevo rito que favorece la confusión entre la Misa católica y la Cena protestante- como bien lo afirman ambos Cardenales (Ottavianni y Bacci) y como lo demuestran sólidos análisis teológicos- pasaremos entonces rápidamente de una misa intercambiable (como lo reconoce además un pastor protestante) a una Misa francamente herética y por lo tanto nula. Comenzada por el Papa y luego dejada en manos de las iglesias nacionales, la reforma revolucionaria de la Misa seguirá su rumbo infernal. ¿Cómo aceptar hacernos cómplices de esta situación?.

Ustedes me preguntarán: actualmente y vuelto contra todos, en cuanto a la Misa de siempre, ¿habéis reflexionado a lo que os exponéis? Ciertamente. Me expongo, si puede decirse, a perseverar en el camino de la fidelidad a mi Sacerdocio, y rendir así al Soberano Sacerdote, nuestro Juez Supremo el humilde testimonio de mi oficio de sacerdote. Me expongo aun a consolar a los fieles desamparados, tentados de escepticismo o de desesperanza. Todo sacerdote, en efecto, que adhiere al rito de la Misa codificada por san Pío V, el gran Papa dominicano de la Contrarreforma, permite a los fieles participar del Santo Sacrificio “sin equívoco posible”; comulgar “sin riesgo de ser engañado” al Verbo de Dios encarnado e inmolado, hecho realmente presente bajo las santas especies.

En cambio, el sacerdote que se pliega al nuevo rito, forjado íntegramente por Pablo VI, colabora de su parte a instaurar progresivamente una Misa engañosa, donde la presencia de Cristo no será más verdadera, sino que será transformada en un memorial vacio; por lo mismo, el Sacrificio de la Cruz no será real y sacramentalmente ofrecido a Dios; la comunión no será más que un banquete religioso en el que se comerá un poco de pan y se beberá un poco de vino; nada más que eso; como entre los protestantes.

No consentir a colaborar con la instauración revolucionaria de una Misa equívoca, orientada hacia la destrucción de la Misa ¿será exponerse a grandes desventuras temporales, a infinidad de penas en este mundo? El Señor lo sabe. Su gracia nos basta. En verdad, la gracia del Corazón de Jesús, enviada a nosotros por el Santo Sacrificio y por los sacramentos, siempre nos basta. Es por esto que el Señor nos dice tan apaciblemente: aquel que pierde su vida en este mundo por mi causa, la salva para la vida eterna.

Reconozco sin duda la autoridad del Papa. Afirmo, sin embargo, que todo Papa puede cometer abusos en el ejercicio de su autoridad. Sostengo que el Papa Pablo VI comete un abuso de autoridad de una extrema gravedad al “fabricar” un rito innovador a partir de una definición de la Misa que ha cesado de ser católica.”La Misa, escribe el Papa en su ORDO MISSAE, es la asamblea del pueblo de Dios, presidida por un sacerdote, para celebrar el memorial del Señor”. Esta definición insidiosa omite expresamente lo que hace católica a la Misa católica, que no puede ser jamás reducida a la Cena protestante. Puesto que en la Misa católica no se trata de cualquier memorial; este memorial es de tal naturaleza que contiene realmente el Sacrificio de la Cruz, ya que el cuerpo y la sangre de Cristo se hacen realmente presentes por virtud de la doble consagración. Esto no se presta a confusión en el rito codificado por san Pío V, pero queda en el aire y se presta a equívoco en el rito “fabricado” por Pablo VI.

Asimismo, en la Misa católica, el sacerdote no ejerce una presidencia cualquiera; impregnado de un carácter divino que lo coloca aparte para la eternidad, el sacerdote es el ministro de Cristo que da la Misa por El; es absolutamente imposible que el sacerdote sea asimilable a cualquier pastor, delegado de los fieles para presidir la asamblea. Esto que resulta tan evidente en el rito de la Misa ordenada por san Pío V, aparece disimulado, yo diría escamoteado, en el nuevo rito.

Por lo tanto la simple honestidad, pero ante todo el honor sacerdotal, me exigen el no tener la impudicia de traficar la Misa católica, recibida el día de la Ordenación. Ya que se trata de ser leal, y sobre todo, en materia de una gravedad divina, no hay autoridad en el mundo, ya sea una autoridad pontifical, capaz de detenerme. Por otro lado, la primer prueba de fidelidad y de amor que el sacerdote debe a Dios y a los hombres, consiste en guardar intacto el depósito infinitamente precioso que le fuera confiado el día en que el obispo le impuso las manos. Es ante todo en virtud de esta prueba de fidelidad y de amor que yo seré juzgado por el Juez Supremo. Espero con toda confianza de la Virgen María,la Madre del Soberano Sacerdote, que me obtenga el poder de permanecer fiel hasta la muerte a la Misa católica, verdadera y sin equívoco. TUUS SUM EGO,SALVUM ME FAC.

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A aquellos que no ponen obstáculo 

por R.-Th. Calmel O. P.

 

VELEMOS POR NO PONER OBSTACULO a la gracia de los sacramentos (1).

Frente a la marea entrante del modernismo, nosotros defendemos la tradición católica, principalmente la consistencia objetiva de la misa y la necesidad de los ritos tradicionales para preservarla de que se disgregue y se vuelva inválida. Nosotros defendemos los fundamentos objetivos del culto particular que le rendimos a la Santísima Virgen; insistimos sobre la importancia sin igual del rosario para profundizar y nutrir este culto indispensable (2).

Hay que comenzar por ahí, este el bien imprescindible frente al subjetivismo protestante que esta arrasando con la Iglesia. Recordar esta verdad primera: que la Misa verdadera no esta hecha por nuestras subjetividades, es decir, por el ambiente religioso o el entusiasmo de la asamblea, pero si, por el sumo sacerdote, aunque invisible, Jesucristo, y por el sacerdote visible y debidamente ordenado, con la condición, que éste ajuste su intención con la del Señor. Para obtener esta conformidad es absolutamente necesario para el sacerdote de la Iglesia, la de ayudarse del misal de antes de Pablo VI, con el lenguaje, las actitudes y las formulas absolutamente intocables por los herejes, comprendidos también los neo herejes pseudo-místicos que hacen su pantomima en la pequeña Roma de Taizé (foco del ecumenismo europeo).

He aquí por qué volvemos a insistir en el deber del sacerdote de apegarse al misal absolutamente seguro, de ninguna manera polivalente, que es el de la Iglesia no-Montiniana. Usando este misal, el sacerdote, sin duda alguna, une su intención a la intención de la Iglesia, la que no es más que una con la intención de Cristo. Entonces, en este caso, la Misa no corre ningún riesgo. Ya sea en si misma y en su infinita dignidad; el sacrificio es entonces seguramente el mismo que aquél de la cruz, que se hace presente sobre un signo que nos brinda sus frutos, que redime los pecados, incluso enormes, “etiam ingentia” dice el Concilio de Trento (3). En este caso, la Misa no corre riesgo en su objetividad.

La Misa puede o no llegar a nuestra subjetividad. Quiero decir: no es obligatorio que la Misa lleve a nuestras almas los frutos que ella debería llevar. El efecto no es precisamente automático. La fuente de la vida fluye a manantiales, los fieles están todos cerca, pero puede ocurrir que ellos no estiren la mano en forma de un cuenco,- el cuenco de la humildad, de la intención derecha y noble – para recoger al menos un poco de esta agua viva. Muchas veces los fieles están ahí, pero diríamos que les es suficiente que el agua fluya correctamente; ser purificados y saciados no les importa.

La misa, la comunión que ellos hacen en esta misa, una comunión de rodillas, sobre los labios, de la mano del sacerdote, en pocas palabras,  el Santo Sacrificio y la Santa Comida de este Sacrificio deberían aumentar maravillosamente su vida espiritual, el fuego del amor, alejarlos enérgicamente del pecado. Misa y comunión tendrían este infalible resultado para los fieles y los sacerdotes,- si los sacerdotes que han guardado la buena Misa y los fieles que no quieren otra, - no ponen obstáculos a la eficacia mística ex opere operato. Misa y comunión obtendrían su pleno efecto si los fieles y los Sacerdotes  no pusieran obstáculo.  Sin embargo, lamentablemente hay que mirar bien y constatarlo!, los que sostienen mas fuertemente las condiciones requeridas para el ex opere operato, los adversarios mas ilustrados de las innovaciones modernistas y protestantes no son siempre los cristianos que más temen el poner obstáculo.

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, que pagáis el diezmo de la menta, del eneldo y del comino, y, descuidáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto hay que practicar, si n omitir aquello… (Mateo XXIII, 23).

Yo no le tiro la piedra a nadie. Digo, levanto la voz para gritar: haec oportuit facere et illa non omittere, hay que hacer lo uno, pero sin omitir lo otro. Necesitamos que el sacerdote mantenga la Misa Católica en latín y gregoriano, tiene que saber por qué, pero es necesario también que se celebre la Santa Misa con la fe, el amor, la compunción; es necesario que se prepare, que tome el tiempo para la acción de gracia, es necesario que durante el día, según sus posibilidades, venga a rezar delante del tabernáculo, él debe ser nutrido de las oraciones de la Misa, oraciones secretas y post-comunión. Esto supone haberlas leído profundamente antes de la Misa, desmenuzarlas, meditarlas, esto supone sobre todo hacer todo lo que esta en nosotros para que el Espíritu mismo de Jesús nos haga decir solemnemente: por Dominum nostrum Jesum Christum… esta suprema oración insuperable, que repercutirá a partir del Corazón inmaculado de Nuestra Señora, propagándose a través de innumerables coros de ángeles y de santos, durante toda la eternidad. Recen en mí nombre, ordenaba Jesús. Pero ¿como rezar en el nombre del Señor si el Espíritu mismo del Señor no nos hace recordar ese nombre? (4). Y cómo el Espíritu Santo podrá operar esta maravilla si, por mucho amor y renuncia, mucho amor a Dios y al prójimo, el alma no se dispone a recibir, con mucho agrado, el Espíritu Santo y su aliento divino…  Ven Santo Espíritu… y tui Amoris in eis ignem accende. ( y enciende en ellos el fuego de tu amor.).

No poner obstáculo … Para que el sacerdote desee, como debe, que la Misa sea santificante y más santificante con todo eso que significa en el fondo, que haga los actos y los sacrificios que se imponen para que agranden en su corazón la religión,  la caridad teológica, con un celo apostólico cada vez mas puro.

Para los laicos el no poner obstáculo, toma formas un poco diferentes pero la ley es siempre la misma. Pero cuando se ve la falta de interés, la falta de espíritu de servicio entre algunos cristianos que asisten a la misma buena Misa; cuando vemos, además en que vestimenta indecente algunos cristianos se permiten asistir a la llamada Misa de San Pío V y venir y arrodillarse en el santo altar; cuando los vemos apresurar la acción de gracias; cuando conocemos su terrible inercia para estar presentes, a pesar de las correcciones, consejos, exhortaciones; la mundaneidad, el egoísmo, el espíritu de disfrute en su hogares y en toda su vida; es imposible no preguntarse si estos cristianos, manifiestamente atados a pecados veniales con propósito deliberado, nunca jamás pensaron sobre el significado para ellos del no poner obstáculo. Es probable que no han tomado la decisión de  rechazar cualquier pecado venial deliberadamente, abandonando la decisión de tomar la misma resolución 77 veces 7. Es incluso muy probable que ellos estimen haber hecho bastante, desde el momento en que defienden la buena Misa. La idea de que defendemos la buena Misa a la vez por ella-misma y para recibir los frutos, la idea de que hay un doble propósito y que, normalmente, el primero llama al segundo no parece ni siquiera aflorar.

No se sorprendan después de esto que las almas de buena voluntad, poco iluminadas pero muy profundamente religiosas y que son trastornadas por la idea de no sacar de la Misa todo el bien espiritual que el Señor le ha dado, no lleguen a comprender por que nosotros defendemos la Misa católica tradicional…

La vida cristiana es de una sola pieza. El alma cristiana tiende con todas sus fuerzas a la unidad y el progreso. El alma cristina no creo que tenga que elegir entre dos actitudes: conocer y defender la doctrina y los ritos y quedarse allí; o bien servir al prójimo, para mortificarse y buscar la unión con Dios, pero evitando ver y buscar de cerca los problemas que se han dado en periodos de revolución modernista, cuando se trata el contenido del dogma y de la seguridad de los ritos.

Es de un solo y mismo movimiento que el alma cristiana guarda y medita en su formulación precisa las afirmaciones dogmáticas  a las que aspira, a través de la oración y la obediencia a Dios, para vivir al nivel de esta enseñanza revelada; de un solo y mismo movimiento el alma cristiana da testimonio en los ritos tradicionales, sin huir hacia la herejía, pero también cuidándose de no poner obstáculo a la acción ex opere operato de los sacramentos de la nueva Ley; de un solo y mismo movimiento el alma cristiana mantiene las grandes devociones de la iglesia, en particular el Rosario, pero practica estas devociones no solamente para mantenerlas, sino también para vivirlas; el alma cristina no ignora que actúa de una manera muy tibia, poco religiosa, tal vez no muy recta, al acercarse para cumplir con el Rosario todos los días, de una manera tan imperfecta que opone un real obstáculo a las gracias que la Virgen María se prepara para verter con sus propias manos.

Queremos ser testigos de la tradición; pero qué clase de qué testigos queremos ser? Es por el amor de Dios que queremos dar testimonio a la santa doctrina, a los sacramentos, sobre todo a la santa Eucaristía, en fin, a las grandes devociones de la Iglesia. Ya que es por el amor de Dios, tengamos cuidado de no poner obstáculos a los efectos derivados, normalmente, del conocimiento de las verdades de la fe y de la frecuencia de los sacramentos. Y con el fin de no poner obstáculo velemos por crecer en la caridad recordando el segundo precepto que ella reafirma, y comencemos por hacer lo que está en nosotros. En plena revolución modernista seamos testigos de la fe, como lo fueron nuestros hermanos los mártires de los primeros siglos en plena persecución violenta. Ellos no solo se mostraban fuertes y corajudos, si no también amables y pacientes, esto por que sus almas estaban ardientes de caridad. Que el amor de Dios, un amor de Dios que se demuestra con actos y que tiende siempre a crecer, sea el alma de nuestro testimonio.

[1] – (1) Si alguno digiere que los sacramentos de la Nueva Ley no contienen la gracia que significan, o que no confieren la gracia misma a aquellos que no ponen obstáculo(De fe definida en Trento, cánones de sacramentos en general, marzo 1547, Denzinger (1955) N° 849.

2 – (2) Ver nuestra opúsculo. Le Rosaire de Notre-Dame (D.M.M. édi­teur).

3  (1) Sección XXII, Cap. 2, sobre la Misa. Denzinger (1955) N° 940.

4  (1) Ver San Juan XVI, 23-27 y XIV, 26.

5  (2) La vestimenta decente exige llevar al menos: faldas por debajo de las rodillas, brazos no completamente desnudos,  sin pantalones y otros artificios diabólicos - de exposición muy  estudiada-  con una connotación propia de la efímera moda.

R.-Th. Calmel O.P.