Dios, como sabemos los católicos,
es la fuente de todo derecho. Y si alguno tenemos los hombres, lo mismo que
alguna dignidad, la tenemos por ser criaturas a su imagen y semejanza, y más
particularmente por la “adopción” que ha hecho de nosotros mediante la
redención y que se materializa con el bautismo. Somos hijos adoptivos por el
Sacrificio redentor de Cristo. Sin él, y tras el pecado original, estaríamos
aún sujetos a una ley rigurosa y carnal, bajo el dominio del demonio y sin
posibilidad de alcanzar nuestro último fin, que es la visión beatífica. No
tendríamos ninguna dignidad y ningún derecho.
Nada les digo de nuevo, amigos,
porque todos ustedes ya se saben su catecismo, sino que pongo esta referencia
como fundamento de una reflexión.
Vean este belén, que en
Hispanoamérica también llamamos “nacimiento” o “pesebre”. Se ha construido en
una iglesia de Suiza, la del Sagrado Corazón, en Bellinzona.
Como pueden ver, el niño esta
dentro de la pila bautismal, rodeado de minaretes con la media luna islámica.
Abajo hay un libro. No sabemos qué libro sea, confiamos que las Sagradas
Escrituras abiertas en algún pasaje que relate el nacimiento de Nuestro Señor.
O lo profetice...
Pero sabemos que la intención del
autor de este belén es la de recordarnos la “tolerancia” y los “derechos del
hombre”.
Como saben muy bien los lectores
de Religión en Libertad, en Suiza se ha prohibido la construcción de minaretes,
que es un modo de islamizar el paisaje, y no solo el paisaje, de los países
europeos (aunque también ya están viéndose en América). Lo ha dicho
recientemente el eterno líder libio, Kahadafy. “La conquista de Europa por
parte del Islam será ahora pacífica”. Hay una cierta contradicción en los
términos, pero vale. Es una conquista pacífica, gramsciana, diríamos, por
convicción. Los cristianos o ex cristianos europeos ya no solo tienen la
convicción de que la “tolerancia” ha de ser sostenida aunque lleve a su propia
destrucción, sino que es un “derecho humano” propagar las falsas religiones, y
aún darles impulso desde dentro de la propia Iglesia.
Y si lo dicho antes, que todos
creemos porque somos católicos, es válido (es decir, si la Iglesia no nos engaña) el
Verbo divino se “hizo carne” “para dar testimonio de la verdad”. Y la verdad
que ha testimoniado es que hay un solo Dios, un solo bautismo, una sola Fe
verdaderos. El resto, por más representativo que sea de los sentimientos
religiosos de paganos, infieles o cristianos descarriados, es fruto de su
imaginación.
Claro, es que su imaginación a
veces acierta con la realidad, parcialmente. Dicen los musulmanes que hay un
solo Dios. Es decir, son monoteístas. Los católicos somos trinitarios, (lo que
implica el monoteísmo, pero significa mucho más). Los islámicos aborrecen de la Fe trinitaria.
Para el Islam, el niño nacido en
Belén es un profeta. “El Santo de los Santos”, dice el Corán (mezcla de
elementos cristianos y judíos, libro sagrado de una religión sincretista, exterior
y farisaica). Bien, Cristo es el Redentor, el hijo de Dios hecho hombre. La Segunda Persona de
la Santísima
Trinidad. Es mucho más que un profeta, aunque sin duda es el
Santo de los Santos.
Por momentos temo que el libro
abierto a los pies del niño sea el corán. No sé, tal vez alguien pueda
comprobarlo.
El autor de este Belén dice que
nos quiere recordar la tolerancia y los derechos del hombre. ¡Que bueno sería
que nos recordase la verdad y los derechos de Dios!