Estimado Mario: Hacen pocos días, conversando con una de mis niñas que me fue raptada por un fauno correntino, ella me decía: “viejo, ya casi no tengo con quien hablar, la gente que nos rodea está en cualquier cosa, tengo que agarrar el auto y moverme para encontrar gente que esté pensando en lo que nos preocupa”. Lo único bueno de este medio asqueroso que es la internete, es que podamos conversar entre gentes que tengan sus cabezas un poco en alto, que de otra manera, comenzamos a sentir que somos marcianos en un mundo de terrícolas, o al revés.
Lo cierto es que poder conversar con usted no me exige ningún esfuerzo, por el contrario, no sospecha usted la avidez que tengo de poder sentarme y que del otro lado haya un alma y no un aparato digestivo evolucionado. Así que vamos al asunto. Primer buena sorpresa; las almas que están atentas y mantienen la sensibilidad sobrenatural en este mundo sensual, están volviendo la mirada sobre Platón en cierto detrimento de tanto aristotelismo descarnado que nos dio el siglo pasado. Lo cierto es que - me permito la digresión un tanto audaz- hay en Platón un misticismo que entrevió cosas celestes movido de un evidente soplo de la gracia actual, que quedó opacado por la mejor estructura lógica del discípulo. Este último estaba preocupado porque el discurso intelectual no se llenara de un falso misticismo y se mantuviera firme en la realidad, pero, tarde o temprano llegaba al umbral del misterio y allí se quedaba. Platón entraba de lleno al misterio, más preocupado porque nuestra razón no lo traicionara, y descubría cosas que fueron arcanas hasta la revelación cristiana. El exceso de un discurrir dentro de la filosofía aristotélica hizo perder de vista que el tomismo pretendió hacer una reflexión del misterio, de la revelación (una teología) y no una filosofía, apoyado en las categorías aristotélicas, pero partiendo de la Verdad revelada y teniendo a esta como luz principal; expresamente más preocupado por ser mas fiel al misterio que a la filosofía. (lo explica bien Gilsón en su Tomismo). De hecho esa pregunta por el Ser (en mayúsculas), con la que finaliza el filósofo, es en la Suma, el principio.
A qué venía esto? Cuando un misterio asoma, el místico observa lo que no el filósofo, y el alma sensible se vuelve a los místicos. Y con esto no quiero decir que dejamos a Santo Tomás por San Juan de la Cruz (que hay que repasarlo al español más que nunca), sino que hay que volver sobre el Tomás místico que está en la Suma, una vez liberados de tanto comentarista “desgraciado”. Voy a que su lapsus platónico, denota buen caminar, si entre esas “ideas”, más allá del ser corruptible que por momentos evidencia y por otros oculta, encontramos el Cuerpo de Cristo como logos encarnado e incorruptible.
Desde Caín, el misterio de iniquidad se desarrolla. Si. Y sobre todo desde Judas y el Sanedrín. También. Pero cuando la higuera brote, el que quiera ver que vea, está cerca el verano. Cuando la desolación de la abominación llegue al lugar sagrado. Cuando el “obstáculo” sea removido, los tiempos se acelerarán y la bestia que agazapada trama su venganza, saltará a la luz en el ataque violento. El misterio bulle, pero en un momento se desata con furia descomunal. ¿Se trata de que algo “opera”, o se trata de que “algo” deja de operar”?. Sabemos que nosotros los hombres tenemos una tendencia a la iniquidad, que si nos dejan solos, hacemos todo polvo en poco tiempo. Es la Iglesia, fuente de gracia, Cuerpo Místico de Cristo (Cuerpo “en el misterio”) – con el Papa a la cabeza- la que detiene ese proceso al que lleva nuestra naturaleza caída. ¿Dónde estaba la Iglesia aquel Viernes Santo? Pedro negaba, los demás huían. Estaba en los dos espíritus y cuerpos virginales, María y Juan, junto a Cristo, como única evidencia. Esa debilitación provocó el proceso, se desató la más enorme iniquidad, el imposible deseo de matar a Dios.
Atemos cabos, ¿está brotando la higuera? No se trata de que haya una iniquidad especial, se trata de que el hombre deje de lado la gracia, debilite la Iglesia, falsifique la celebración de los misterios de donde viene la gracia, y quede sólo a la deriva de su propia maldad. Que Pedro lo niegue. Que usted mismo se pregunte ¿dónde está la Iglesia? , porque ha dejado de ser evidente. Que se remueva el obstáculo del Magisterio Petrino. Que la sede sea causa de confusión y que, la inmundicia del vientre impida el testimonio de un cuerpo-espíritu virginal.
La gracia santificante nace de la fuente sacramental, pero las gracias actuales soplan sobre el hombre en abundancia, “como un viento” dice el Señor. Pero no se trata de una fuerza invencible, se trata de no poner obstáculos y montarse en este buen aire; de una manera que no alcanzo a comprender dado mi baja condición… resulta que es la “pureza” una principal disposición. María y Juan. Y entonces de no entender entiendo. Entiendo porqué tanta vileza innecesaria se está provocando en el cuerpo del hombre. Tanta bajeza inexplicable. ¡¿Por qué estamos hablando de putos?!. ¿Porqué este ataque repentino para una “cultura” del bajo vientre? .Parece que el mandinga sabe.
Calmel se aterra de una clerecía que abandona los misterios de donde viene la gracia, y que arriesga su pureza saliendo del ámbito sagrado para dejar de ser Pastor y ser oveja entre las ovejas, pureza que es de dónde se recibe esta gracia; se aterra del “vestir” (que parece un tanto puritano para nosotros y que molesta en el detalle). El mismo intelecto se nutre de esa pureza, sabemos don Mario, que para servir algo en materia intelectual hoy, hay que no tener ni un compromiso con la zona que abarca la cremallera y los bolsillos; con la vanidad y con el éxito, que de una manera especial nos carnalizan. ¿Porqué no hay más intelectuales laicos? Nos pudrieron la cabeza. El camino es Teresiano (la Martin), de la ascética a la mística, y luego integrado el cuerpo y el alma, al intelecto.
Hay un misterio en nuestra alma. Pero hay uno no menor en nuestro cuerpo (hoy de viejo lo entiendo y crujo como el entablado de una nave desvencijada que se resiste al timón) . Y la Iglesia ha sido vencida por la carne. Por ese torpe camino. Los intelectuales creían que había que cuidar una filosofía, y les entró por una vanidad de la carne. Tenían que cuidar una ascética. Comer lentejas como el viejo griego. Descreer de las cátedras que da el mundo, de las becas, de los pomposos congresos, de las adulaciones… y seamos claros y no nos hagamos los tontos… de todo ese mujererío que adorna el ámbito y diluye entre sus perfumes la mejor de nuestras intenciones y en donde he visto caer a buenos curas. Tengo un amigo que debe estar leyendo, porteño para su mal, que lee a Dolina y dice que al final, todo lo que hacemos es por una mina. Y si hay minas mirando, tiene razón. Una mañana en Pichi, charlando con la dueña de casa, veía al Pavo Real desplegando su estúpida cola frente a las pavas, y me sentí tan imbécil que casi agarro al pavo a patadas. Lo cierto es que si usted me dice que soy muy inteligente, no me mueve la aguja, pero si unos ojitos apestañados son testigos de nuestro talento… Eva comió la manzana y nosotros nos indigestamos. Sólo se puede pensar bien en los claustros y, ya no hay más. Alguito se puede dentro de un matrimonio casto, y ya no hay más.
Hablamos de Calmel. Malachi Martin y su visión de Dios cortando la gracia. Lefebvre centrando su asunto en la Misa y en Sacerdotes para la Misa. El resto, en el discurso pastoral, y si hay minas mejor, al punto que ya hay sólo minas en la claque. Los hombres están laburando para hacer guita – como bien dice Dolina- para conseguirse minas. Los intelectuales hablan para las minas de las universidades. Parece que encima, como dice Francisco, los homosexuales tienen algo que aportar a la Iglesia. (por lo menos a mi no me distraen).
Caro amigo, Menvielle de por medio, sabemos que el Misterio de la Iglesia y el Misterio de Iniquidad, son dos aparentes contradicciones insalvables para nuestro corto entender. Pero si hoy no lo estamos viendo en funciones, cuelgo el título de astuto. El cuerpo de Cristo - nos recordaba Mons. Fellay en un sermón- murió. Ver a Dios muerto es un misterio que anonadó a los apóstoles. Ir hoy a Roma – agregaba- es ver el Cuerpo Místico de Cristo muerto. ¿Cómo puede ser?.
Hoy Pedro, encarnado en Francisco, recibe la frase de Cristo, “apártate de mi Satanás”. Es su Vicario en su fase más carnal. En su negación. Y la Iglesia es un cadáver, el precioso cadáver de Cristo. El tiempo, que es la dimensión del cambio, se acelera como un tornado y los cambios se producen de manera violenta; hasta dejarnos perplejos, sin poder entender, sin conversación como a mi pobre hija.
Su noble suegro, Mario, fue víctima del primer viento de la ira y el odio (corrijo, no fue una víctima, tengo la teoría de que a diferencia de Sacheri que sí fue una víctima de un odio irracional, este era un combatiente al que racionalmente había que bajar. Lo de Sacheri fue para sembrar terror, lo de Genta fue porque le tenían terror). Pero hoy el aire se llena de inmundicia, no quieren matar el cuerpo sino el alma, y al alma por el cuerpo. Lo que buscan es nuestra corrupción. No es un balazo, es una fellatio, es una distención del vientre, son unas vacaciones en la isla de Bikini y ¡Pummmm!. Creo que lo que quieren es dar esa sensación que usted experimenta, de que la Iglesia no se ve, porque no tiene cuerpo.
Mario… empezó… no sé como sigue. Para mí, el obstáculo ha sido removido, y aunque tiemblo, no quiero ocultarle lo que me divierte; me da bronca que se haga muy largo y no verlo hasta el final. ¿Patear el tablero? ¡Pero seguro! . ¿En qué consiste esto? Por una parte en no quedarse callado, en que te tengan que bajar por miedo de ellos ( la amenaza a Antonio del Obispo de San Rafael, es porque le temen, y le temen porque habla, lo quieren chitón). De esto no hay duda.
Lo que me queda boyando es el asunto de los cuerpos, porque pienso que a la Iglesia, para no caer en ese abismo de “invisibilidad” del que usted habla, hay que darle cuerpo. El Cuerpo de Cristo, muerto pero incorruptible, quizá en el silencio de la boca, pero en el grito de su misteriosa “vitalidad” aún cadáver. Pienso en los que acompañan la agonía – el Sireneo que descansa el Cuerpo de Cristo - los que están dando testimonio en la muerte, ambos virginales, en el silencio de sus cuerpos. Los que reclaman el Cuerpo. Los que proveen la mortaja y los aceites. El Cuerpo Místico que yace, aunque incorruptible. ¿Estamos como ellos reclamando el cuerpo de la Iglesia? y ¿Cómo juegan en esto nuestros cuerpos? ¿Porqué tanta insistencia sobre la corrupción carnal? ¿Será la pureza la virtud del final? (porque sin duda es el vicio del momento). ¿Será que la supervivencia de la Iglesia, necesariamente también material, exige unos pocos cuerpos virginales que la sustenten? ¿Será que esa idea de su amigo Sacerdote y de Usted mismo con Platón, delata una falta de “corporalidad” en la Iglesia como producto de una enorme corrupción que hace que ya no la concibamos en nuestros cuerpos por indignos?.
Recuerdo el pasaje del Retorno de los Brujos donde el personaje acompaña a un amigo a un Convento y no entra, y al rato, al escuchar un lejano gregoriano se toma de la reja y llora sobre las piedras de la entrada una nostalgia sobrenatural. Pues a mi me pasa en La Reja. Creo entender que hacia el final, habrá que rabiar por mantener una expresión material de la Iglesia, proveyendo la gruta, la sábana y los aceites, de una pequeña reunión de cuerpos virginales que hagan patente para nosotros la supervivencia incorrupta de la Iglesia. Creo que fue esto lo que pretendió Mons. Lefebvre. Creo que sólo se logra retirándose del influjo corruptor y de la tentación “pastoral” del Concilio. Creo que el problema espiritual más grave es que no hay cuerpos que lo encarnen. Nos angelamos en la filosofía y dejamos que nuestros cuerpos sean los cuerpos de una bestia y no los de la Iglesia. Y ahora, no la vemos ni la tocamos y desvariamos en las ideas. Entre Platón y Aristóteles, está el misterio del cuerpo humano junto a la razón y el misterio, misterio que sólo descubre y reúne Su Cuerpo. De allí viene mi reclamo urgente por una vitalidad, una legítima y necesaria carnalidad que está siendo envenenada por una sensualidad de cerdos, y que se expresa en buenos sacerdotes, buenas monjas y buenas familias que cultiven la sacralidad de su realidad corporal y misteriosa. Que sean pan y vino, y Hostia. De una Iglesia que pueda “tocarse”, porque el último embate del maldito, es el asco que sentimos por un mundo materialista que pudrió la materia, que sin embargo y necesariamente, debe dar hasta el final testimonio de su Creador. (Creo que he llegado a una especie de “materialismo apocalíptico”, ya que entiendo que no pudiendo matar el espíritu, como en aquella vez de Cristo, están corrompiendo el cuerpo, y que la respuesta es resistir, contra viento y marea, desde la conformación de focos encarnados que no permitan caer en desesperanza por la desaparición visible de trozos “incorruptos” de la Iglesia; que impidan pensar que la Iglesia es sólo una idea y no es más, sangre y carne).
Estos son mis confusos barruntos en momentos en que la aparición desmedida de nietos, me sorprenden en la certeza de que sólo he podido hacer “cuerpos” para Cristo, y en mi patio, no me caben dudas sobre la tangibilidad – a veces molesta para la lectura- de la Iglesia. Dejo para otro momento la reflexión sobre la existencia, además de la sangre y la carne adorada de los críos, la de la baba y la caca, que pueden arrojar nuevas luces sobre el tema que llevamos.