Después de mi apocalíptica acometida y una vez que uno sale al sol, mira los pajaritos, la gente que el Domingo se va al río con el mate y las reposeras, y te das una vuelta por las sierras perfumadas de tomillo al trote de un pingo flor, y ni que hablar de aquellas otras tibiezas que legítimas se te prodigan en la casa; te nace la pregunta de si en realidad se te está saliendo un tornillo. Uno piensa que si está llegando el final, la cosa debería pintar más fiero. Se suma a ello que la gente racional ve un montón de señales que auguran remesones de restauración y uno comienza a dudar si lo que ha visto no son fantasmas de un particular estado de ánimo y en realidad el diablo no es tan feo como lo pintan.
Agreguemos que este tipo de análisis no son gratos de escuchar y que el buen católico correcto se aferra a mantenerse en gracia, con sus sacramentos al día dentro de un recuento de pecados que hacen a la conducta diaria (si el sexto y el noveno van bien, normalmente no he matado a nadie y un par de mentiritas y maledicencias no son para tanto; el Domingo lo cumplo y a veces una más entre semana; rezo algo y el resto… ese asunto de la “teoría de la conspiración” son problemas que me exceden y por los cuales no voy a ser juzgado). Nadie se siente llamado a escrutar el cielo en busca de señales como el loco de Malachi Martin, ni andar revolviendo las estrategias de mandinga como el chiflado de Calmel.
En general todos la estamos pasando bastante bien, tenemos proyectos, reímos y chupamos, y viene un tipejo que dice que todo está mal y para peor, más mal que nunca.
Una prueba de que el asunto no va tan mal, es que un montón de gentes de Iglesia están reaccionando, no es sólo los locos tradi. Ya habíamos visto la primavera que se celebraba con Benedicto y que auguraba mañanas que cantan, pero aunque enturbiadas por este desacatao de Francisco, sigue habiendo mucha gente buena, de buena intención, hombres de fe verdadera. No es pa tanto.
No quiero ser susceptible, pero como algunos palos lancé para Panorama, que siempre posee un optimismo envidiable, de allí me tinca que unos palos volvieron. El hombre dedica un artículo para los agoreros de desgracias, a los que supone tipos amargos y rabiosos que no sé que “paga” reciben, escuchemos: “Puede volverse áspero y reaccionar ante todo sin pensar que tal vez en algunos haya buena fe, ignorancia invencible; o deprimirse y rumiar amarguras. Nunca volverá sobre sus pasos ni reconocerá haberse equivocado. Casi seguro terminará siendo monotemático, insociable, irritable ante cualquier alegría sencilla, por considerarla una pérdida de tiempo en cosas irrelevantes cuando se nos viene encima el Fin del Mundo”.
El buen católico, para el articulista, debe ser bien pensado – no es para tanto, vio?- debe “Ante una doctrina errónea exponer la verdadera o al menos alertar sobre la incorrecta. Un "ojo con esto que no es católico". En donde se pueda, cuando la ocasión lo indique, con pureza de intención, sólo por el bien de las almas y no porque me guste "tener razón", o discutir, o polemizar o "sacarme las ganas de decirles a estos tal por cual lo que son"... ¿Me entiende?”.
En fin… son todos animalitos de Dios, como los peronistas, me entiende? Nada de león Bloy, el asunto es a la Peter Vandermersch.
Nada de “Yo acuso”, (creo que este era Lefebvre), sino “El que denuncia corre el riesgo de vivir en una burbuja de seguidores que ven bien todo lo que hace, no importa lo que haga; en confrontación con otros a los que llegará a calificar de enemigos cuando en realidad son hermanos en la Fe. O se verá comprometido a seguir con lo que hace porque eso "paga".
Más allá de que no sé qué cornos paga, lo de “hermanos en la fe” me hace correr un frío por la espalda.
Recibido el reto de amargo, pendenciero, puteador, mal pensado, monotemático e insociable, pues me hago cargo y la remato. Ya fueron bastante pavos con Ratzinger, cuando aún renunciando creían que era para bien, cuando a los dos minutos se agarraron los pelos con Francisco ¡Oh, qué horror! ¡Qué hice yo para merecer esto!, y ahora nos venden verdura de la semana pasada con Muller, Burke y otros pejertos , hermanitos en la fe, que si no nos cortaron el culo (que lo intentaron) es porque no pudieron, y ahora nos llaman para hacer de forros. ¡Pero que lindo es ser llamado! (aunque sea para eso) ¡existo! ¡por fin puedo ser un forro!.
En otro parrafito se nos acusa de hacemos esto porque andamos sobrados de moneda y de tiempo, a lo que agrego, que en lo que a mi respecta, ando sobrado de muchas más cosas y muy lejos de la amargura. Pero ese modelito del católico “recogidito”, se lo guarden para la revista Telva, y ese sí que “paga”, donde los equivocaditos hermanitos de rectas intenciones nos dan un conchabito para asegurar la democrática disidencia. ¡Qué se le pierdan por mal lado! Cuando uno está bajo un ejército de ocupación, quedan cuatro vías: muerto, bandido, alcahuete o dar lástima. Por ahora, bandido. Que prefiero arrebatar una filtraquera a que me den una beca.
El examen de conciencia de un católico que pretende estar de pié, es muy otro que el señalado más arriba. “Pecados modernistas: Padre me cago entero. Padre, quiero entrar en componendas con los repodridos. Padre, no me atrevo a putear. Padre, quiero que me den un vuelto porque carezco de los cojones para quitarles la que me corresponde. Padre, quiero ser potable y sociable, me hago pis por un puesto” “Pecados ortodoxos: Ah Padre… me olvidaba… ¡que hay unas hembras…!”.
Ahora bien ¿soy el único loco que cree que el gran pecado es este juego democivilizado y que en él se juega nuestra verdadera responsabilidad? Veamos la contratapa del último libro de Caponnetto:
En el capítulo dos de la Segunda Carta de San Pablo a los Tesalonicenses,
el Apóstol habla de un Obstáculo que deberá ser removido para que “el
Impío, el Hijo de Perdición, el Adversario” se manifieste con la plenitud de
su malicia, “hasta el extremo de sentarse él mismo en el Santuario de Dios y
proclamar que él mismo es Dios”.
Distintos exégetas de tan ardua cuestión han advertido el vínculo
directo que hay entre la revelación del Gran Impío y el sistema, régimen
u ordenamiento político que facilitaría o prohijaría sus iniquidades. Y es
aquí cuando la democracia -con sus innúmeras e insalvables perversiones
intrínsecas- aparece como la tenebrosa atmósfera propiciatoria para que el
Adversario se mueva a sus anchas. Principalmente, la democracia entronizada
en la Iglesia, en tanto abolición de todo sentido regio, desde el de Cristo hasta
el de su Vicario.
No sabemos quiénes o qué constituirán o constituyen ya ese Obstáculo,
designado con la palabra griega katejon. Sólo le pedimos a Dios que nos
conceda la gracia de prestarle al Obstáculo el magro servicio de nuestras
débiles fuerzas. Que nos permita -hablando en símbolos simples- ser sencilla
pero leal piedra del muro que obstaculice el avance de la Bestia.
Katejon: tal el sentido de la palabra que da nombre a esta editorial.
Creo que fue De Maistre el que escribió el elogio del desprecio; a este mundo no hay que ahorrarle el desprecio, sería falta de caridad. Es la razón porque elegimos este blog de puteadores y energúmenos, y no pensamos jamás en ser correctos. Después de todo, el que se venga el fin del mundo me tiene divertido, “un orage formidable” decía Verlaine - y ya veremos como salvo el pellejo- pero ver al Maldito revolverse de rabia me llena de vida.
Me cago en los bien intencionados; y con esto concedo a lo de incorregible.