Marx, aunque de
origen judío, fue bautizado en la religión cristiana. En la escuela
fue un alumno modelo, particularmente brillante en las composiciones de
carácter religioso. En uno de esos temas escribía así: "La unión con
Cristo da satisfacción interior, consuelo en el dolor, tranquila
certeza, y abre el corazón al amor al prójimo, a todas las cosas nobles
y grandes, no ya por ambición ni ansia de gloria, sino por amor a
Cristo".
En el año 1841 su encuentro con Moses Hess lo convertía
al socialismo. Pero antes de este encuentro se había operado en él un
cambio radical. Una misteriosa enfermedad, de la que nada dicen las
fuentes, lo llevó al borde de la muerte. Y apenas salió de ella,
apareció el nuevo Marx.
Incluso su vida sufrió un cambio notable.
De ser un muchacho modelo pasó a convertirse en una persona de mal
carácter: continuos problemas con sus padres, pérdida de sumas ingentes
en el juego y con mujeres. En las cartas de su padre empezaron a
manifestarse las preocupaciones por el cambio que se había operado en
el joven Marx. Aludía a una "cuestión bastante misteriosa" que veía en
él, pero no se sabe más. La muerte de su madre fue acogida por Marx con
increíble indiferencia. En una carta hablaba de ella como "la partida
de la vieja" (la carta iba dirigida a Engels) casi con fastidio; su
única preocupación era la herencia.
Comenzó a beber, y el vicio
ya no le dejó durante toda su vida. Más aún, parece que esta afición al
alcohol llegó a crear cierta preocupación en Engels y en sus amistades
más íntimas.
Marx era un hombre muy conocido en su época.
Afiliado a la logia francesa de los Filadelfos, era estrecho
colaborador de Annie Besant, que sucedió a Madame Blavatsky al frente
de la sociedad teosófica (Madame Blavatsky, vestida de hombre,
caracoleaba junto a Garibaldi en el Lacio, con la finalidad de abatir
al Papado). Aveling daba conferencias sobre el tema "La perversidad de
Dios", argumento muy frecuentemente tratado por los teósofos de la
época.
Hess puso en contacto a Marx con Proudhon. Los dos tenían
en común físicamente el aspecto hirsuto, que era también, por cierto,
el que presentaba un amigo común, Bakunin. Hay que señalar que la barba
tupida y los cabellos intonsos no eran precisamente la característica
de las modas románticas de la época, sino que en realidad se trataba de
la divisa obligatoria de la secta de Giovanna Southcott (que se creía
en relación con el demonio "Shiloh"). Será quizá una coincidencia, pero
el hecho es que fue en ese momento histórico cuando la secta abrazó el
comunismo. Según Bakunin, Proudhon adoraba a Satanás (de Proudhon es
la famosa frase "Dios es el mal"), y el propio Bakunin escribía en Dios
y el estado: "...Debemos despertar en el pueblo al diablo y
excitar en él las pasiones más viles".
¿Y Engels? También él
había pasado por una fase inicial de persona devota a la Iglesia y a
Cristo. La conversión de Engels se debe a la amistad con el teólogo
liberal Bruno Bauer. Este escribía así a un amigo en el año 1841: "Ni
siquiera yo mismo me reconozco cuando profiero blasfemias desde lo alto
de la cátedra... Cada vez que subo a la cátedra se apodera de mí un
pérfido demonio".
En suma, parece que también en Engels se
verificó una transformación semejante a la sufrida por Marx: de autor
de poemas en alabanza a Cristo a escritor de poesías satánicas. A
partir de un cierto momento, la correspondencia con Marx comenzó a
estar repleta de obscenidades y declaraciones antisemitas. Lasalle era
definido como "hebreo negro" y Bakunin como "una perfecta nulidad".
Mazzini llegó a decir de Marx: "Tiene un espíritu destructor y su
corazón rebosa más odio que amor por los hombres".
(Rino
Camilleri: Los monstruos de la razón: Viaje por los delirios de
los utopistas revolucionarios. Ediciones Rialp, Madrid 2007)
Nota de Argentinidad: Gracias al amigo Fray Trabucaire, de La
Santa Alianza;. Leer más pulsando ACA. Y Gracias a los amigos de Hispanismo, de la pluma de Fernando Díaz Villanueva. Leer más pulsando ACA.