"Eli, Eli, lamah sabacthani. Dios mío, Dios mío, ¿porqué me has abandonado?". Y sigue el Salmo. En cumplimiento de la profecía, reza Nuestro Señor el Salmo desde la Cruz redentora.
El mismo salmo, las mismas palabras "Eli Eli, lamah sabacthani..." que desde la Catedral sonó al mundo en boca de muchas profesiones de Fe, adjudicándolas al inicio de la Shoa. 12 de Noviembre de 2013.
Monseñor Poli, Gianetti, Llorente, el Nuncio -Sacerdotes del Señor- asistieron impasibles, y acompañaron la liturgia donde las palabras del Salmo se adjudican a la Shoa. Nuestro Señor reemplazado por la Shoa.
En la Catedral, ¿puede imaginarse mayor abominación, mayor iniquidad? A la vista de un precioso Nazareno sevillano, y de un Crucifijo bellísimo, desde el Presbiterio, ¿es posible semejante blasfemia?
¿Y es posible que los católicos guarden la paz, y no les hierva la sangre? ¿Es posible que acompañemos las blasfemias e injurias públicas, planificadas y publicitadas con el sólo grito de prudencia? Cuidado con las consecuencias..ay, ay. ¡Mariconazos!
¿Es posible que nuestra prudencia no mida con temor el juicio de un Dios ante el cual permanecemos impasibles para no perturbar nuestros pequeños logros cotidianos y nuestras riquezas?
¿Es ésta nuestra generación de católicos? ¿La que tiembla ante el león rugiente, la que se queja de una boina roja -cuyo símbolo guerrero y mártir desea no conocer- y cuela la blasfemia? ¿Es acaso la noche del Interrogatorio del Señor? ¿Huyen sus discípulos?
Los que temen la pérdida de sus bienes, ¿no temen la cólera del Señor por su impasibilidad ante semejante blasfemia internacional, repetida por el coro de ranas mediáticas a todos los rincones de la tierra? ¡Ay de los que se avergüencen del Señor, Ay de los que en la noche oscura de la Cristiandad no se atrevan a confesarlo!