1) Si la IOT (Ignorante, Torpe y Ordinaria) tuviese un cuarto de dedo de frente, debería estar más que preocupada por el acto de Plaza de Mayo, porque ni uno de los asistentes concurrió espontáneamente. Allí no hubo pueblo: sólo alquilones. Como diría un pedante, en la Plaza se “construyó” un consenso, que tuvo la vida de un lirio. Para la próxima vez, habrá que ofrecer no 100, sino 200 pesos, porque la inflación nos come día a día. ¿Y después, qué?.
Por otra parte, tampoco la Plaza “reventó” de gente y, con toda generosidad, se puede estimar que no pasaron de 30.000 los mercenarios. Tengo edad suficiente como para recordar que a los actos convocados por el Viejo General, “los muchachos” se salían de la vaina para estar entre los primeros, cuestión de que el Líder supiese quiénes eran los fidelísimos. Perón sería demagogo, pero no tonto, y distinguía agudamente entre las verdaderas o falsas lealtades, y no precisaba repartir pesos para juntar gente.
2) En cambio, la IOT, encerrada en el mundo de mentiras que le fabricaron sus asesores y en el cual le resulta grato vivir, tarde se percató de que el pueblo estuvo en Gualeguaychú. Después de los famosos furcios, la soja es un yuyo y la Laguna Picaza queda entre Santa Fe y Entre Ríos, lo único que le resta es despotricar histéricamente contra el “mundo real”: el de los productores rurales, que son los que más arriesgan en nuestro país. Ya vendrán otros choques entre la IOT y otros mundos “reales”: los de quienes estamos cansados de inseguridad, de la inflación y de la sedición que La Gavilla promueve, incitando al odio entre los argentinos, sirviéndose de seres despreciables como D’Elía, sirviente de quien mejor le pague.
3) Sobre las consecuencias del acto de Gualeguaychú, abrigo alguna esperanza, porque todos los discursos de los oradores apuntaron al corazón del problema, en este caso, la Caja K, instrumento para emputecer las conciencias. Empleando un lenguaje duro y directo, dejaron desnuda a la Reina, algo de lo que tampoco la IOT se dará cuenta, como cabal autista que es. (Está como Alfonsín después de la irrupción de los carapintadas en la épica Semana Santa de 1987). Y conste que no ignoro que en la dirigencia de la Federación Agraria puede existir alguna dosis de infiltración marxista, pero la base está formada por chacareros radicales. Pero señalo un hecho auspicioso y que pude aventar ese peligro: en Gualeguaychú se rezó a Jesucristo y la señora que leyó la oración, terminó llorando. El don de lágrimas es signo de la Fe, y a estas alturas, no es poco. Y lo único que se vio flamear fue el pabellón nacional, otro signo alentador.
4) Lamentable -otra cosa no se esperaba- fue la actuación de la Iglesia, que eligió salir al ruedo con un aguachento comunicado de la Pastoral Social, aguantadero de vivillos e inútiles que no conocen absolutamente nada de lo que pasa en el campo [*]. En el comunicado se pide que se recurra al “diálogo” -la palabra me descompone- y existan “gestos concretos” de ambas partes, cuando la total responsabilidad le cabe al “gobierno”. Los productores ya hicieron el gesto concreto: ¿o los paniaguados de la Pastoral Social no se dignaron recorrer alguna ruta? Amén de que la Doctrina Social de la Iglesia es bien “concreta” en cuanto a la defensa de la propiedad privada y tiene en alta consideración el trabajo rural. Era la ocasión para que la Conferencia Episcopal se pronunciase abiertamente a favor de quienes salieron a las rutas. Una vez más prevaleció el silencio cobarde. ¿No habrá que ir pensando en un “cardenalicidio”?.
5) Concluyo estos apuntes con un pronóstico: La Gavilla está empantanada y le será muy difícil salir de la ciénaga a la cual se tiró de cabeza, por soberbia e ignorancia. Y creo además que no tendrán respuesta para los legítimos reclamos del campo. Como no la tienen para ninguno de los padecimientos de quienes vivimos en el “mundo real”.
La Reina esta desnuda y la veremos partir en día no lejano, en hedor de multitudes.
[*] Esa carencia quedó demostrada con la publicación del Documento Una tierra para todos, combinación de sociologismo, indigenismo y populismo, de trasfondo netamente marxista. Uno de los autores del panfleto fue el Observatorio de la Deuda Social Argentina, regenteado por Agustín Salvia, un rojillo de cuarta.