A pesar de que ya me tiene podrido, no puedo evitar echar una última carga contra el blog tilingo católico, The Wanderer. Trato de nunca leerlo, pero cada tanto alguien me hace una cita y se van corroborando mis peores vaticinios. Es cierto que Anzoátegui decía que “no es pecado ser tilingo, salvo que se sea solamente tilingo”, y a partir de este acierto, siempre intenté tomarme lo de tilingo en solfa, pero no bien uno los estruja, se pone en evidencia que son sólo tilingos.
No vayan a creer que me lleva a esto un celo de caridad, ni que quiero salvar a nadie de una mala influencia; cada uno responde a sus gustos y el que escucha consejos no necesita consejos; mi único motivo es sobreponerme a un complejo de incordia que me han creado un montón de gentes buenas que me rodean y recuperar mi fe en el primer amago de repulsión que nunca me ha fallado. The Wanderer (ya sea una persona o un grupo de personas) es solamente una pose escéptico-pedante de gentes atacadas de un snobismo (viene de sans-noblesse) muy típico de suburbios mediopelos de capitales cosmopolitizadas. De gentes a mitad de camino de ser ricas, pero sin el empuje para serlo; a mitad de camino de ser “bien”, pero sin las genealogías para regodearse; y dicen ser católicos, pero parecen llevar de esto sólo la marca de una decadencia amarga sin ese elemento del catolicismo que es, sea el tiempo que sea, la alegría fundamental de saberse vencedores en Cristo.
El chisme que justifica esta diatriba que espero sea final, es la siguiente cita de un comentario editorial a un artículo que algo comentamos y donde se dice: “Otra cosa es acercarse a la FSSPX. No lo recomiendo como no recomiendo tampoco acercarse a ninguna parroquia, grupo parroquial, movimiento de Iglesia o lo que fuera. No es necesario estar cerca de instituciones de ese tipo para ser un buen católico. En todo caso, acérquese a su familia y a un buen grupo de amigos. Y evite cuidadosamente a los curas y a las monjas, en tanto que tales, aunque pueda tenerlos como amigos. En otras palabras, no tenga "curas amigos" aunque pueda tener "amigos que son curas".
No voy a realizar aquí la defensa del sacerdocio ni de las vocaciones religiosas “en tanto que tales” (y no en tanto que decadentes amigotas), porque esto me obligaría a comenzar desde Cristo en adelante, con una apología de lo obvio y yo sólo hablo para católicos. Tampoco me voy a mesar los cabellos ni rasgarme las vestiduras, porque, como dije, considero que esto está expresado en ese sentido de pose, en ese regusto de ser “transgresores” para provocar una “reacción” de los “conformistas” y, de paso, para quedar bien con el “mundillo” porque hablamos mal de los curas y hacemos chistes de monjas. Es el cultivo de un catolicismo “excéntrico” que no quiere codearse con el vulgo de “una piedad mersa”, es esa intención decadente de hacerse perdonar lo católico.
La frase que se trae en la cita no expresa ninguna opinión verdadera, es simplemente una transgresión anónima para hacer saltar a los piadosos y esgrimirla ante los superados (sonriendo -jamás riendo- socarronamente), porque en la realidad, cuando las hemorroides ganadas a fuerza de poltrona y alcohol se les conviertan en un cáncer del culo, buscarán desesperados la asistencia de un cura de la Frate o del IVE sin mayores distinciones y besarán la sotana o el clergiman con los ojitos húmedos y haciendo pucheros. Lo cierto es que hoy pueden decir lo que dicen no sólo porque no lo firman, sino porque carecen de las altas virtudes de los santos y de los vitales pecados de los caballeros; porque quién ha conocido pecados, no anda con exquisiteces en cuanto confesores. Si uno tiene como pecados esa tibia pedorrez de desvitalizados, pues puede andar esperando al amigote; el “buen” pecador no hace remilgos y siempre mira de tener uno al alcance; como aquel oficial de húsares que detiene al cura y le dice “Padre, he fornicado”, a lo que el cura contesta: - “¿Cuántas veces hijo?”- “Padre… he venido a confesarme, no a jactarme”. Yo tenía un pariente – que murió joven- que me decía “yo siempre que veo un cura, sea de donde sea, lo detengo y me confieso; por algo Dios lo puso en mi camino”, y yo le preguntaba qué se confesaba para justificar la urgencia y si hacía tiempo para el análisis de conciencia; a lo que respondía: “siempre tengo un buen pecado a la mano sobre el que vengo rumiando”.
En esta gente no hay nada denso, todo es una pose calculada para la galería; sus modos de religión, su cultura, su prescindencia, su desprecio y su piedad. En realidad no necesitan ni curas, ni parroquia, ni monjes, ni monjas, porque los espera un limbo con dos sillones, un vaso de whiskey, una novela decadente y todo con perfume de tabaco a la vainilla mezclado con pedos de gourmet.
Y estaba a punto de agregar algo con respecto a sus “amigos-curas”, pero… no vaya a ser que no tenga otro a mano cuando vaya a cambiar el fusil de hombro y, con esto que suelo perderme en Buenos Aires, me agarre la parca en algún viraje por un barrio semipituco. ¡Aunque sea coqueto, del IVE, de la Saint John y hasta del Opus! Pero eso sí, lo de andar con tipos que son amigos antes que curas, o con curas que son amigos, es porque se sigue sin saber qué es un cura, la Gracia y el pecado. Es decir, que no se ha entendido del todo, lo esencial, de qué es ser católico. ,