Hace varios años, un famoso papanatas que se llamaba Dalmiro Saenz, había encontrado la manera de entregar un mensaje superador de la misericordia cristiana. El decía, “¿setenta veces siete?... no… hay que perdonar ¡setecientas veces setenta!”. Y como los números son infinitos, en breve Cristo se habrá quedado chico y amarrete. Algo parecido se me endilga en Panorama. Parece que con el prójimo errado hay que ser más bueno que Charles Ingals y se me arroja en el rostro una serie de citas que me dejan más malo que el capitán garfio. ¿Cómo convertir al prójimo si lo molemos a palos? flores y pajaritos… diálogo dulcificante. El Cristo de Zefirelli.
Pero hay cosas que no cuadran. Aquel pasaje en el atrio del Templo de Jerusalén, meta azote y patadas a las mesas. Lo de “sepulcros blanqueados” y “raposas” a los fariseos; lo de “hasta cuando debo soportarlos” a los apóstoles; lo de “apártate de mi Satanás” al pobre Pedro; lo de aquel pobre muchacho bien intencionado que pidió tiempo para enterrar al padre y le contestaron fiero: “que los muertos entierren a los muertos” (dice Castellani que este no volvió ni por el vuelto); lo de Pilatos que era más o menos así: “papanatas, no tendrías poder si no fuera que te soporto, ¿y querés que te suplique?”; lo de no mirarle ni la jeta a Herodes... Ni que hablar de la Santa Iglesia con sus anatemas y condenaciones, no sólo al error, sino a muchas personas concretas. ¿Y la Inquisición?. Palos a los Arrianos, a los Nestorianos, a los Cátaros y Albigenses. Piñas a los protestantes. ¡ah! … se me quedaba… las cruzadas. Indudablemente todo esto ha sido superado por una nueva era de diálogo y entendimiento, donde la caridad –entendida por lo humano- ha logrado superar la “etapa de las condenaciones” como decía Teilhard de Chardin.
El Padre Sánchez Abelenda tenía un sermón sobre todas las contestaciones duras y tajantes de Cristo que era una belleza. Y no quiero trae a colación alguna de sus anécdotas, como la de su saludo al Cardenal Primado de la Argentina (al que conocía de joven) en el atrio de la Catedral… “¡Gordo! ¡Cuándo te vas a hacer católico!” o aquella de que “me acusan de no estar en comunión con los Obispos… ¡pero claro! ¡Que voy a estar en comunión con esos h… de p…!”. Pero claro… no es muy recomendable para tiempos dialogantes… hace días fui a rezar a su tumba y me quejé… “Padrecito Sanchere… la vieja y los chicos me hacen rezar y no me dejan putear… resulta que ahora hay que ir a la presentación del libro del Padre Bojorge, de camisita y reposera… la gente de bien no lleva más una 45 en el cinto como en las buenas épocas… ¡quieren votar a massita! … ¡o son del Frente para la Victoria! … ¡¡quieren colaborar con el municipio!! …nadie piensa en volarle los güevos al intendente… tienen tarjetas de créditos y las pagan… no escupen ni eructan… consultan a la mujer… tienen amigos en la línea media…
Y en el fondo sólo se trata de eso: de la línea media.¡ A ver si somos lo bastante potables, si nos hacemos pasables, si compartimos este pedorro sufrimiento de bancarse a Francisquito y si nos hacemos lo suficientemente boludos con el Concilio para que entren medios confundidos, y en un abrazo dulzón y entre guiños, veamos si casamos a la pelotuda de la nena o al pendejo desganado que ya no tiene bolas para convertir una buena mina descontaminada y camina en la cornisa de hacerse trolo ….! (Op cit, Violencia Ribas).
Y los línea media caminan coquetos y esquivos, entre un domingo con los de la frate y otro en los jesuitas, y una vez por mes en la liturgia extraordinaria, y un pelotudo que me dice que mi hermano es bueno como el pan ¡Por qué no ha leído ni una página de los mamotretos que ha escrito y frente a los cuales yo soy un amigable componedor!. ¡Pelotudos! ¡Pelotudos!. No vayan a creer en Marcelo que los llama amoroso desde la puerta, porque una vez que entrás, todos esos curitas sonrientes te meten en un compromiso de aquellos y tarde o temprano salen los viejos anatemas, y para colmo no podés hacerte sedevacantista y mandar todo a la misma mierda, y la tenés que remar solito!.
Aquí tenemos uno que sale y entra, no pone guita en la limosna porque no quiere comprometer lo más importante que hay en su vida y lo que lo significa, tampoco quiere sacar patente y navega en un océano de bosta para no pelearse con nadie, mira con cierto asco la negrada que salió de los caminos y se amontona en el Convite del Vetus Ordo… sopesa el ostracismo social al que se arriesga… ¡Viejo!.
Patrick Modianó (último premio nobel de literatura) plasmó en su libro La Place de L’etoile, ese personaje que siempre se presta para ser el “amigo” judío que todos necesitamos para no ser totalmente antisemitas. El que está de un lado pero no exagera y demuestra amplitud, dando al otro la posibilidad de demostrar amplitud. Un viejo negocio judío. ¡Ojo! Que es una actitud que se nos está pegando; miren que los judíos de antes, un grupo en el borde de la sociedad clavado en un gheto, somos hoy nosotros, y muchas de sus argucias para sobrevivir las estamos emulando (que las hay buenas y las hay innobles). No seamos la caña que resiste al viento agachándose, muramos como robles.
Queridos línea media, hagan lo que les pegue la regalada gana, pero si vienen por aquí, lo que festejaría… ¡no se engañen! … tienen que tirar el noventa por ciento de la biblioteca a la mierda, olvidarse de casi todo lo que saben y entrar en un pésimo negocio. Y con respecto al Vaticano… a apretar cachete… recuerden que (como dicen mis paisanos), quien te palmea la espalda, te está midiendo para la patada en el culo.