¿Estamos viviendo los últimos días de la Historia?

Enviado por Dardo J Calderon en Mar, 29/01/2013 - 4:32pm

Desde las más diversas de las perspectivas, esta pregunta casi en forma unánime ha sido contestada en forma positiva. El Cristianismo lo viene asegurando desde la Encarnación del Verbo que inicia con la era mesiánica, el principio del final de los tiempos.

Cierta impaciencia y la falta de cultivo de la lectura y comprensión de la profecía, ha hecho que estos dos mil años transcurridos hayan hecho decaer en muchos la Fe en tal suceso, y de alguna manera ha quedado apartado del estado de conciencia religiosa regular del creyente, siendo que gracias a la predicación de San Agustín – moldeador del cristiano de todos los tiempos- fue parte de la normal manera de vivir la Fe en aquellos primeros mil años de la cristiandad que constituyeron el Jueves Santo de la historia (volveremos sobre esta precisión de la buena cábala).

Ya en las postrimerías del siglo XX no hay una sola personalidad destacable que desde la Fe o desde la “filosofía de la historia” no constate que esta se agota y que un ritmo acelerado se impone a los tiempos para anunciar la producción de un cataclismo, material o espiritual, que anuncia la entrada a una nueva era. Nietzsche, Hegel, Marx, la posmodernidad, Fukuyama, la New Age, Hollywood, los cultores de los Mayas y en rara consonancia con ellos la pléyade de los autores del pensamiento tradicional, ven sin mayores dudas, que de una u otra manera, la historia sufre dolores de parto hacia una nueva forma, intrahistórica unos o escatológica los últimos, pero que las energías que han llevado este proceso de “civilización” se agotan de manera impresionante, ya sea para un final o ya sea como momento dialéctico de negación para una síntesis final.

Dice Calderón Bouchet en su “Esperanza, Historia y Utopía” que “Sabemos, por haber leído en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, que junto a los profetas de Dios existen los falsos profetas. La escritura no nos hubiera llamado la atención sobre estos hombres, si sus vaticinios fueran nada más que hueca charlatanería. El falso profeta vive con intensidad el ritmo de su tiempo y sabe percibir en su decurso la voz del “destino”, la honda significación de los acontecimientos que preparan la llegada de sucesos definitivos. El falso profeta es falso, pero es profeta. Es falso porque desconoce la autoridad del mandato divino y cegado por una esperanza meramente humana trastoca los símbolos del tiempo en prefiguraciones de un porvenir venturoso en los límites de la historia. La contrafigura de Cristo es vista como si fuera Cristo mismo y examinada con optimismo en función de una versión carnal del mensaje evangélico.” Párrafos antes nos recordaba que “Hegel primero y luego Nietzsche, llamaron (a su tiempo) el “viernes santo de la historia”.

Las razones y los sistemas ensayados para una sociabilidad posible han colapsado y un giro de ciento ochenta grados se le impone al hombre. Una de las señales más claras que tirios y troyanos señalan como el “signo” de este anuncio, es el hombre en su condición hodierna, y que como resultado de un proceso económico basado en la suelta irresponsable de la codicia elevada al grado de regla universal, en grandes masas retorna a una barbarie de hambre, crimen y desesperación, mientras un resto burgués y orondo desperdicia su vida en el confort del consumo, esperando que un acierto económico bien manejado por un socialismo “para los tontos” (o en el mejor de los casos un cataclismo) lo libere de esa masa inútil que pesa sobre sus espaldas, aunque no ya sobre su conciencia.

La “vida humana” se reduce a un pequeño grupo que en un proceso de “liberación” suelta amarras con lo social para ensanchar su individualidad y su personalidad, acaparando la mayor parte de una torta material que se traduce en confort, lujo, salud, belleza, en conocimientos “productivos” y que finalmente le permiten pensar y optar desde su hartura, una religión que asegure un decurso ordenado de la vida y una esperanza en algún paraíso imaginado a su medida. El mundo se construye para estos elegidos que desde su posición económica pueden provocar una nueva civilización y que hoy se debaten con todas sus fuerzas para impedir que la masa bárbara e informe que surge como efecto residual de la historia, no los atropelle y deshaga todo futuro posible.

La solución de un socialismo que rige por debajo de ellos y que se encarga de repartir los bienes a la medida justa, choca con el obstáculo de encontrar una regla universal de esta justa medida y de alguna manera promueve una regla que establece la medida por la capacidad de “gozar” de dichos bienes según el grado de cultura y sensibilidad adquiridos. Resulta difícil convencer a los demás que para qué quieren dinero si no saben saborear un menú de gourmet, vivir en una bella mansión y aprovechar debidamente un viaje por Europa.

Ellos reclaman su derecho de hartarse con malas comidas y tener sexo bajo las palmeras de una playa tropical con una muchacha cuyas medidas exceden con mucho el equilibrio estético de la gente como uno. Para peor, grandes personajes del mundo se pasan del salón al chiquero demostrando que el bon gout termina aburriendo como una película inglesa de época y que cada tanto queremos ver una latina meneando el trasero y rescatando al ejecutivo anglosajón del tedio de su cama art neuveau.

De estos miles de millones que ya no se pueden contar entre los humanos podemos hacer un juicio de responsabilidad. Fue el cristianismo que lo produjo con sus sueños misericordiosos? , o ha sido el capitalismo con su voracidad egoísta? En esta faena se aplican los intelectuales dando una solución para la que les han pagado previamente los manipuladores de turno, y en ella las facciones se solazan aceptando culpas de sus predecesores, en una especie de autoflagelación morbosa que se hacen propinar con su brazo izquierdo.

Sale indemne de la misma el comunismo marxista por tener la ventaja de su propio fracaso que se explica por sutiles desviaciones que están en curso de alguna corrección gramsciana y siempre a la mano de ambas facciones, no por eso deja de cargarlos con la culpa que los inmoviliza.

Tampoco faltarán quienes saldrán a hacer su agosto con los vicios que de la caja de pandora sobran de aquellos vicios escogidos por este “pueblo elegido”, y que son entregados a los parias para su final perdición, en especial la envidia y la venganza. Esta es la faena del político de “oposición” que avizora un nuevo Imperio después de la destrucción de esta élite que ha surgido de la corrupta sociedad cristiano-capitalista, y en el que él será la nueva élite que establezca un orden socialista posible.

El hecho es que ya pasado el intento comunista, todos, absolutamente todos, la iglesia de Roma con ellos, estamos conscientes que “este” mundo no da para más. Que en forma abrupta o solapada, hay que sacarlos de encima o esperar una nueva civilización que surja de las ruinas.

Las iglesias cristianas no tienen nada más que hacer con ellos y abandonan en masa las misiones (salvo un cierto regodeo egotista en sus propias y personales realizaciones filantrópicas que se reduce a un número ínfimo pero altamente publicitado) .

Pero por otro lado, esas masas abandonadas a la buena de Dios o la mala del diablo, son el pasto de agitadores que quieren arrebatarnos la torta y hay que ponerles freno. Un mundo bárbaro amenaza la civilización. ¿Los venceremos? ¿O nos postulamos para ser los guías de una nueva forma?. En el juego de hacer futurismo y partiendo de la historia como ejemplo, no es difícil recurrir a aquellos tiempos en que la civilización romana se veía desbordada por los bárbaros y el Cristianismo encontraba en esta coyuntura una oportunidad inédita para producir una Nueva civilización. El recurso histórico es manejado por muchos y en especial por cierto cristianismo “optimista”, pero siempre asentando su acción en el medio publicitario y la sociología de masas y ya jamás en el compartimiento de la suerte de los desgraciados. El Muslim también quiere explotar el momento, no les es ajeno que la oportunidad es propicia. La culpa de occidente y su religión es clara, aún más: reconocida. ¿Se avizora un nuevo imperio Musulmán? O … ¿Podrá el cristianismo en la nueva síntesis elaborada volver a ser la levadura de la masa? Encuentran estos últimos que ante el desafío que proponen los tiempos, una síntesis de las religiones cristianas ordenadas bajo un papismo potable, es la fuerza espiritual que puede reflotar la civilización. La India se va perfilando musulmana y el último interrogante es la China que extorsiona a occidente con la amenaza de soltar del cerco comunista una horda de perros hambrientos. Pero el occidente civilizador no sólo ha perdido su fuerza sino que descree de sí mismo y con ello arrastra esta vieja religión cristiana que por fuerza de los compromisos políticos establecidos en este Viernes Santo de la historia, se identificó malamente con su sistema. Busca la Iglesia desesperadamente la forma de desasirse de la pendiente destructora pero no encuentra la manera de romper el encantamiento de la civilización y agradar a la masa bárbara.

¡Ah la bella Europa! Que maravilla es caminar sus calles y ver su antiguo esplendor. ¿Quién será capaz de abandonarla?. El negocio del turismo organiza viajes que no pueden esconder ya su dejo de nostalgia. No vaya en busca de su cultura, vaya a verla por última vez por que se acaba, y goce un poco de su final corrupción. Pero la historia es traicionera. Sus modelos son engañosos. Ella nos puede decir cómo se produjo la conversión de aquellos pueblos bárbaros, dar detalles del proceso, hacer análisis sociológicos y concatenar los hechos. Pero no puede decirnos porqué se produjo. La respuesta obedece a un cierto simplismo que sería desdeñado por la ciencia y provocaría la risa de los académicos. Se produjo porque Dios quiso.

Y no con esto queremos desdeñar el análisis de las causas segundas y transformar toda la literatura del caso a la sola y simple aseveración efectuada. Pero si y de forma urgente queremos plantear el problema de Dios en la historia. Frente a todo esto… ¿Cuál es el plan de Dios? Si es que Dios existe y si es que Dios se mete en nuestra historia. “Los hombres se diferencian fundamentalmente entre sí según crean o no crean en Dios. De esto depende su interpretación del universo y de la historia, de esto depende su respuesta a tantos otros interrogantes,” dice Herbert Butterfield en su “El Cristianismo y la Historia” Queremos indagar en este punto, en la manera de lo posible, cuál es la voluntad divina en todo este análisis, que sufre, por signo de los tiempos, justamente de esta falencia.

Todos piensan que Dios ha muerto y que estamos solos para resolverlo. Que esta muerte de Dios ha sido provocada por la ascendencia del hombre a una etapa pos mítica, o por una identificación de Dios en nuestra humanidad o en la historia, o por lo que cornos sea, pero de hecho todos estamos actuando desde nuestra madurez humana y ya no contamos con Dios.

¿Estamos solos para enfrentar la circunstancia que nos plantea la historia? ¿Es esta soledad del Hombre la madurez esperada para dar fin a la historia de desencuentros? ¿Es esta soledad el misterio de iniquidad y la abominación de la desolación? Y en esto volvemos a la coincidencia primera. Parece ser que todos estamos de acuerdo en que Dios ha muerto. Hay cierta evidencia que es cierto que el milenio pasado fue el Viernes Santo de la Historia y que ya muerto entramos al Sábado. Y aunque la primera argumentación del lector en mi contra será que para él no, que el cree que Dios Es y no puede morir; queda la posibilidad de que el Dios providente de la historia, el Dios que actúa desde su Iglesia y por vía de las gracias sacramentales que fueron establecidas en aquel Jueves de la última cena, tal como Aquel Dios Encarnado del primer siglo de nuestra era, haya efectivamente muerto para luego resucitar. Cabe la posibilidad de que este diagnóstico del fallecimiento que da el mundo moderno y en el que se felicita por ser el final del problema; resulte coincidente, aunque de otra forma, con el diagnóstico del hombre de Fe.

Y es por ello que en un próximo capítulo nos preguntemos si: ¿Dios, ha muerto?. Y con el ensayo de una respuesta revisemos nuestra concepción de una teología de la historia y decidamos un curso para nuestra participación en un orden político que Lo excluye. De la misma manera y frente a una correcta perspectiva obtenida en la reflexión de la profecía, revisemos y pongamos a juicio la historia del milenio pasado, en que la acción política del hombre cristiano dejó de ser la iluminación por la gracia de toda la actividad humana sacralizada de aquel primer milenio, para ser una complicidad cobarde con un sistema que supuso -con ignorancia culpable- que era el nacimiento de un nuevo imperio que debía convertir, y en realidad no era otra cosa que su propia corrupción y su gran herejía.

Para esta tarea contaré con la obra de Calderón Bouchet y algunas obras de autores de él heredadas y por él subrayadas. Por último, y no quiero esconder mis objetivos. Trataremos de enfrentar la acusación de Abstencionismo Político que toda mentalidad escatológica y agustinista supone en un plano que la sociología norteamericano ha llamado de la meso y macro política, y revisar nuestra vocación política bajo la perspectiva que imponen los tiempos, no sin olvidar que fue Agustín una de las mayores levaduras que alzó la Ciudad Cristiana.

Culmino mi introducción con esta cita del autor señalado. “La visión del pasado es necesariamente cambiante, porque en cada tramo de su decurso temporal, las generaciones humanas descubren en la historia aspectos inadvertidos por sus antepasados, sea por que la maduración de ciertos procesos permite observar mejor los acontecimientos promotores, o porque la pérdida de antiguas instituciones nos ilustra mejor sobre el valor que tuvieron en la economía de la Civilización”.

Si aquella versión dramática que Monseñor Fellay, (con ojos empañados y en su simple calidad de cronista de su época) nos daba sobre el hecho de que encontró a Roma seca y “como muerta, como Cristo murió aquel Viernes en la historia”, puede ser constada de algún modo, pues se impone la revisión de una decisión prudencial y política del católico, que hasta hoy la tenía como faro indubitable de su acción.

Y por otra parte, si esta constatación es válida, ¿Cuáles fueron las causas de su muerte? Que no pretendo responder mucho más allá de la simpleza del inicio. Porque Dios lo quiso. Dejando el análisis de las causas segundas para ser disfrutado de las obras de aquellos que como nuestro autor referente, supieron reflejar desde su erudición el signo de los tiempos.