En la
batalla de Ceriñola se encontraron frente a frente las tropas de El Gran
Capitán y las del duque de Nemours. La batalla tuvo lugar en un anochecer; en
ella apareció una buena parte de la nobleza francesa. A la mañana siguiente
nuestras tropas reconocieron el terreno, y en un montón de cadáveres vieron uno
que llevaba riquísimos anillos.
Se
acercó El Gran Capitán y al mirarlo exclamó:
- ¡El
duque de Nemours!
Efectivamente
lo era. Don Gonzalo Fernández de Córdoba se arrodilló ante el cadaver y de sus ojos
se desprendieron dos lágrimas:
- Era
mi enemigo -les dijo a los que le contemplaban-; pero fue siempre un valiente.
E
hizo que sus tropas rindieran honores al cadáver.
Algún
tiempo después de esta derrota, se rehizo el ejército francés con el mariscal
de La Tremuille a la cabeza y salió hacia los campos napolitanos. Al iniciar la
partida dijo el mariscal:
-
Daría yo 20.000 ducados por hallar a El Gran Capitán en el campo de Viterbo.
A lo
que el embajador español Suárez de la Vega contestó intencionadamente:
- El
duque de Nemours hubiera dado el doble por no encontrarle en el campo de
Ceriñola.
No se
encontraron los dos ejércitos en el campo de Viterbo, pero sí a orillas del río
Garellano, donde los franceses volvieron a quedar completamente derrotados.
Fue
justamente después de esta brillante victoria española, cuando los soldados
empezaron a llamar Gran Capitán a su jefe Fernández de Córdoba.
PD:
Esta historia, es la historia de hombres de verdad, de auténticos soldados cuya
bandera no solo era la de España, sino la del valor, honor y
heroísmo...virtudes hoy desaparecidas.
DEDICADO
AL ANÓNIMO SOLDADO ESPAÑOL (el mejor del mundo; cuya sangre ha teñido de rojo
las tierras y mares de medio Orbe).
Nota de Argentinidad:
Siendo yo reclutado Grumete, y de ahí directamente a Contramaestre por el
Bandido Realista, es que me tomo el gusto de publicar lo que publiqué.