Se lee en La Nación diario de hoy que un puñado de patriotas marplatenses achuraron a un pícaro cuarentón que descubrieron justito en un descampado, con los lienzos bajos, dispuesto a violar a una niña de cinco años.
Y resulta que el fiscal salió a decir que era una cosa muy comprensible aunque fea, motivo por el cual abría una investigación.
Los vecinos, ni lerdos ni perezosos, hicieron un pacto de silencio y violín en bolsa se rajaron a sus casas.
Con un poco de Derecho Penal, Parte General (2002), de Eugenio Raul Zaffaroni, Alejandro Alagia y Alejandro Slokar; mechado con algo de democratismo popular y pueblo soberano y una pizca de filosofía a la moda, de ésa que logra concluir que el ser no es, ni nada es lo que parece, tenemos que con todo lo ajustado a derecho que es menester, se ha realizado un acto justo, decidido por quien tiene la competencia para ello y, en todo caso, que los vecinos no lo eran tanto, que los palos utilizados eran bombitas de agua y que el cadáver aparecido, en rigor, era de un camionero que bajó a mear y le dio un infarto.
Y todos libres, que SERA JUSTICIA.
Ps. Ilustra la foto del ilustre Petiso Orejudo, que delincuentes eran los de antes.