La batalla superior se propone un doble objetivo:
- La extirpación del poder de la Bestia
- La restauración del poder de derecho divino
Pero, este doble objetivo es radicalmente imposible de ser enfrentado por la minoría reaccionaria actualmente subsistente, siendo que ella además, se halla neutralizada por el aparato masónico.
Y sin embargo, sabemos gracias a las promesas que fueron hechas por el Sagrado Corazón a Santa Margarita María y a tantas otras almas privilegiadas, que esta batalla se libra hoy de forma invisible y que ella progresa de manera inexorable hacia el final victorioso que le está reservado.
¿Qué sabemos sobre el desarrollo probable de esta batalla?
Sabemos dos cosas:
- Ella está siendo sostenida por la misma minoría sobre la que pesa la batalla inferior
- Ella logrará su finalidad por un milagro de resurrección.
Examinaremos por tanto, en pocos párrafos, el lugar y el rol que tocan jugar a esta minoría y a este milagro.
A- EL PEQUEÑO NÚMERO
Aquellos que comprenden el plan de Dios y que se avocan a corresponderle, forman (es necesario convenir) , este pequeño número al que Nuestra Señora de La Salette hace mención cuando dice: “combatid, hijos de la luz, vosotros, por más pocos que seais”.
¿Qué es,en el orden sobrenatural, el significado de esta minoría y qué podemos esperar en este combate terrenal?
Dios se reserva siempre un “pequeño número” en el cual El deposita la Fe como en reserva. A veces, aún, es un solo hombre a quién la confía. Por ejemplo Moisés, que no tuvo otra cosa que su bastón y su Fe para librar a los hebreos del poder de Egipto. De la misma manera, David no tuvo otra cosa que su honda y su fe para vencer a Goliath. Igualmente en los tiempos de la encarnación, una sola familia era perfecta, la Sagrada Familia, cuyo jefe era San José.(NdeT: ¿Mons Lefebvre en el Concilio?)
Estando firme y constituida esta “reserva de fe”, Dios no interviene más que al último minuto, cuando toda esperanza humana se ha perdido. Es bien sabido que un “Salvador” no salva sino cuando todo está perdido.
Para que el desenlace del poder divino se manifieste, es necesario que la “reserva de fe” no sea más que una nada, es decir poca cosa. Pero no que haya desaparecido completamente.
Hay una disposición providencial que exige ser bien comprendida.
Parecería que si no quedara absolutamente nada, nada de fe, si Dios no tuviera ya ningún testigo sobre la tierra, Su poder y Su triunfo sería más manifiesto cuando se dispone a restaurar Sus obras destruidas por la negligencia del hombre.
Pero es necesario comprender que si Dios se resguarda una base ínfima, un solo hombre, una familia única, un “pequeño número”, es porque El no pretende hacer una “nueva creación”. El hace sus obras con “nadas”, pero no con nada. El opera con “pequeños restos”, es decir con cosas despreciables, con nadas que hacen parecer a la nada de la que sacó la creación, pero nadas que no son “la nada”. (Nde T. el juego de palabras en francés es más claro, entre las palabras “rien” y “néant”. Si decimos que en una valija no hay nada (rien), indudablemente hay aire y muchas otra cosas, es decir que no hay objetos apreciables. La palabra “néant” hace alusión a la “nada” primordial. Destaco el concepto de “néant” usado por Nietszche y los posmodernos, el nihilismo; ellos hablan de la modernidad como una etapa en que el poder divino – el bien- ha sido reducido a ESA “nada”, lo que nuestro autor confronta).
Este es el rol sobrenatural del “pequeño número” evocado por Nuestra Señora de La Salette: un resto ínfimo del que Dios se va a servir para restaurar aquello que fue abolido.
¿Cuál es el valor actual de este resto en el combate terrenal? Y además ¿podríamos asignarle un nivel cuantitativo?.
El “pequeño número” del que hablamos, es una simple minoría que Dios ha constituido por Sí mismo, y a la que aumenta o disminuye en número según su criterio. Dios recluta esta minoría donde El quiere y no solamente entre aquellos que se creen, con razón o sin ella, ser la élite designada.
¿Esta minoría debe abstenerse de todo proselitismo, afín de quedar como una minoría cerrada? Tal abstención es imposible de realizar y no será posible de sostener. Un proselitismo moderado es necesario. Uno que sea revelador de una cierta “vitalidad”. Es necesario que sea un proselitismo de detección que se reduce a descubrir las almas que han sido providencialmente preparadas, almas con una “armonía preestablecida”. Pasará los límites normales si se transforma en propaganda ruidosa o dirigida a los medios masivos.
Ensayaremos descubrir, en la medida de lo posible, el rol del “pequeño número” en la batalla superior. Pero comprenderemos mucho mejor ese rol que vamos a examinar, si primero sabemos en las condiciones en que va a intervenir ese “milagro de resurrección”, al que el “pequeño número” debe precisamente clamar con toda su voz.
B- UN MILAGRO DE RESURRECCIÓN.
Cuando uno hace la síntesis de las profecías privadas que los archivos religiosos han conservado durante la traza y desde los orígenes de la Francia cristiana, uno se convence rápidamente que tenemos derecho a esperar, a favor de la de la vieja monarquía hoy destruida, una intervención divina que bien puede llamarse un milagro de resurrección.
¿A quién le ha sido prometida la resurrección?
Sin duda a la Reyecia abolida hace 200 años. Pero primordialmente a la Francia que, privada de su jefe, es decir de su cabeza, está muerta a la gracia en tanto que nación. Y es también la Iglesia Universal, caída bajo el poder de su Adversario y que, ella también, está en un estado de muerte mística.
Para comprender lo que debe producirse, debemos naturalmente retrotraernos a la resurrección-tipo, a saber, la resurrección de San Lázaro que está descripta en el Evangelio de San Juan, capítulo XI. Las cuatro fases de este extraordinario acontecimiento nos sugerirán cuales pueden ser las cuatro fases de la resurrección de Francia Real (N de T: o de nuestra patria, o de la Iglesia).
LAS CUATRO FASES DE LA RESURRECCIÓN DE LÁZARO
- Primera fase:
Jesús, sabiendo que debe realizarla, se encamina, con una lentitud reflexiva hacia la casa de Lázaro en Betania. Encuentra a Marta y se pregunta inmediatamente por el grado de su fe, porque esta es la condición previa para la resurrección de aquel que viene de morir:
“Yo soy la resurrección y la vida… tu lo crees?
Y Marta responde:
“Si Señor, yo creo que tu eres el Cristo, el Hijo de Dios, que ha venido al mundo”
Y ella cree en esto no por adhesión a una doctrina magistral, que todavía no había sido formulada, sino que cree de “fe humana” (N de T: entendemos que el autor no descarta la fe infusa necesaria para tal aseveración;el análisis es a nivel humano en cuanto a la “confianza”), como Carlos VII creerá en las voces de Juana de Arco. Esta ausencia de escepticismo en Marta, esta confianza, abre la vía al ejercicio de la potencia divina. (N de T: tenemos Fe en Cristo, y tenemos “confianza” en que nos hará un milagro).
- Segunda fase:
Jesús sollozando, se acerca a la tumba. Es una cavidad sobre la que han rodado una piedra que la tapa. Dice Jesús:
“Tollite lapidam” (removed la piedra)
Este trabajo no incumbe a Dios, pues es posible para las fuerzas humanas. Por ello el Verbo no se encarga de él.
Remarcamos que la piedra es un obstáculo entre Jesús y el cadáver que pretende devolver a la vida. Veremos luego de qué se trata, en la óptica particular de nuestra interpretación, el significado de este obstáculo.
- Tercera fase:
Es la fase esencial. Jesús clama con fuerte voz:
“ Lazare veni foras” (Lázaro, sal fuera)
Hace lo que sólo un Dios puede hacer: resucitar un muerto. Encontraremos esta fase esencial en el proceso de restauración.
- Cuarta fase:
El muerto sale de la tumba, ligado con fajas de pies y manos y su cara cubierta con un sudario. Jesús les dice:
“Solvite eum et sinite abire” (desatadle y dejadle ir)
Son ahora de nuevo los hombres que operan, porque el retiro de las fajas es un trabajo que no necesita de la intervención divina.
Estas son las cuatro fases de la resurrección-tipo:
“Ego credidi”- “tolliite lapidem”- veni foras”- y “solvite eum”.
Uno aclara los sucesos que estamos atendiendo y los hacemos más inteligibles cuando les aplicamos estas cuatro distinciones. Es lo que haremos en un instante.
Hemos asistido a un episodio menos espectacular, pero de una significación análoga, cuando Jesús resucitó a la hija de Jairo. Una muchacha de doce años. “Habiéndola tomado de la mano, dijo en voz alta: Niña levántate. Y volvió su alma al cuerpo y se levantó al instante. Y Jesús mandó que le diesen de comer” (Luc VIII 54-55)
En este caso se observa operar la resurrección primero. Luego, en seguida, los hombres hacen aquello que les incumbe: dar de comer a la niña resucitada. En este milagro, el trabajo de dar de comer a la niña, se corresponde, en Lázaro, al trabajo de quitar las vendas.
LAS CUATRO FASES DE LA RESTAURACIÓN.
- Ego credidi.
No podremos evitar la prueba previa de la confianza. ¿Creemos que Jesucristo es capaz de restaurar la monarquía que El mismo fundó en Reims anteriormente? (N de T: o de Nuestra Patria o del Papado en su caso). Muchos hoy no lo creen. Pero se encontrará un “pequeño número” para creer. Sobre ellos reposa la responsabilidad, no de operar la restauración, pero de hacerla posible, de abrir un vía. Para abrir esta vía, hay que comenzar por creer en el poder y la misericordia del Señor.
Omnipotens et misericors Dominus.
Estamos en una situación muy parecida a la de Marta. No podemos seguir una doctrina magistral, porque la restauración de la monarquía no es una verdad de fe divina (NdeT.: Igual en nuestras patrias, no así en la Iglesia). Si creemos, es sólo de fe humana . La Iglesia no nos obliga, pero nosotros creemos porque hay pruebas razonables que nos han sido dadas.
- Tollite lapidam.
No hay intervención divina antes de haber removido la piedra. Mover la piedra es retirar el obstáculo que se interpone a la intervención divina. Y este obstáculo es la insuficiencia de nuestros deseos y de nuestras plegarias.
¿Cómo es que resulta tan necesario el demandar a Nuestro Señor, con tanta insistencia, una intervención que El mismo anunció y que El mismo arde por acordarnos? Tal es por tanto, la economía de la Gracia. Esto es lo que sorprende nuestra lógica humana.
Para ayudarnos a admitir esta lógica de la gracia, remarquemos que el Verbo Encarnado, El mismo, por el cual fue creado el universo, está sometido a la voluntad de “postular”, es decir, de reclamar su propia herencia:
“Postula a me et dabo tibi gentes hereditatem tuam et possessionem tuam términos terrae” (Pídemelo y yo te daré las naciones por herencia y para tu poder los confines de la tierra). (Ps II,8)
La herencia le viene de derecho, pero para entrar en su posesión, es necesario que El la reclame.
Si el que tiene el título de heredero necesita reclamar su herencia, por supuesto nosotros, que somos tan poca cosa, debemos pedir una restauración sobre la cual no tenemos ningún derecho en estricta justicia. Ella nos está prometida, pero no nos es debida.
El Mesías prometido debe ser siempre deseado. El no aparecerá en un país que le manifiesta una total indiferencia. Se necesita siempre una minoría que Lo espere. Desde ya es necesario desearlo por sobre el imperio de la vieja ley. La misma necesidad subsiste hoy para aquellos que esperamos Su advenimiento de majestad: El debe ser deseado en todos aquellos episodios que son prefiguraciones de Su segundo advenimiento.
En la escritura, el Verbo Encarnado es muchas veces llamado “el deseado de las naciones”. Es necesario desearlo, tanto a El, como a todos aquellos que El envía “en los tiempos marcados”, para prefigurarlo y preparar su venida. Y el Reino del Sagrado Corazón, es precisamente uno de ellos.(N de T: ¿Mons Lefebvre?)
Nuestro Señor nos convida a un verdadero ministerio de deseo. El nos da la oportunidad, según nuestro rango, de participar en el gobierno providencial “bajo el poder” de la cristiandad en perdición.
¿Qué actividad nos va a exigir este ministerio? Para abrir la vía a la intervención divina, es necesario que la suma del deseo haya alcanzado la medida colmada. Mover la piedra es suprimir el obstáculo entre Jesús y el cadáver. Es así mismo colmar la medida de los deseos y permitir a la acción divina el realizarse.
- Lazare veni foras.
NO HAY RESTAURACIÓN POSIBLE SIN UNA INTERVENCIÓN DIVINA. No hay ningún medio humano para resucitar, ni un cadáver de cuatro días, ni una monarquía abolida hace 200 años y execrada por una sociedad secreta mundialmente organizada. (Nde T: nadie puede devolvernos la Patria Argentina Cristiana)
Debemos estar bien persuadidos de que la resurrección que esperamos es obra de Dios antes que nada. Está destinada a procurar la gloria de Dios como fue el caso de la resurrección de Lázaro:
“Esta enfermedad no es de muerte, sino que está ordenada para gloria de Dios, con la mira de que por ella el Hijo de Dios sea glorificado” (Juan XI 4)
Porque Dios es celoso de Su Gloria:
“Gloria meam alteri non dabo” (Isaias XLII,8) (Yo no daré mi gloria a otro)
Y aún en el Deuteronomio V,3:
“Yo soy el Señor tu Dios, fuerte y celoso”.
Dios se reserva la gloria de la resurrección. En consecuencia, debemos desaparecer delante de El, de manera de no arrebatar nada de Su gloria.
- Solvite eum.
Después de la acción de Dios, vendrá la nuestra. Porque la nuestra vendrá también, pero solamente después, como el desenvoltorio de las vendas de Lázaro y como el alimento para la hija de Jairo.
¿Qué debemos hacer ahora? Sin duda muchísimas cosas. Es así mismo verídico que la “cosecha será abundante y que habrá pocos obreros”. Pero las tareas de mañana no las podemos conocer hoy. Ellas están ocultas en los secretos del futuro. El texto dice: “Dejadlo ir”. Esta expresión sobrentiende que Dios le dará al Rey del Sagrado Corazón una inspiración en consonancia con sus nuevas circunstancias. No deberemos más que hacernos guiar.
En breve, la batalla superior, aquella que tiene por objetivo el cambio de poder, es librada sólo por Nuestro Señor. Es Su obra personal.
Desde ya,¿ por quién otro podría ser librada? En efecto, se trata de privar a la Bestia de su poder, contra la cual el hombre es impotente. Y al mismo tiempo proceder a la segunda fundación de una monarquía de derecho divino. Todas causas que no pueden ser operadas nada más que por Dios.
Siempre, el Divino Maestro, lo hemos visto, espera que el “pequeño número” intervenga para remover el obstáculo que se opone a la intervención divina, e igualmente, en cierta medida, para desencadenarla.
Hemos dado el nombre de “Batalla Preliminar” a todo ese trabajo preparatorio. Trabajo que es un verdadero combate, porque existe una hostilidad generalizada que hay que vencer. Es esta fase preparatoria sobre la que queremos profundizar en el próximo capítulo, todo lo que sea posible.
Jean Vaquié
Nota del traductor: Nos quedan unas pocas carillas en dónde el autor nos señala la actividad concreta de la restauración.