La familia: lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre

Enviado por Esteban Falcionelli en Sáb, 28/08/2010 - 9:43pm

La Familia, que es una institución natural confirmada por la ley divina, está ordenada al bien de los cónyuges y a la procreación y educación de la prole. Esta es, sin duda, su corona y verdadera finalidad.

Sin embargo en nuestra sociedad actual hay fuerzas y voces que ponen en tela de juicio, es decir que niegan todo ello, y así parecen decididas a demoler la cuna natural de la vida humana. Esta es una situación de asedio a la familia en la que la vida sale derrotada en numerosas batallas. Por eso recomiendo que sigamos abiertos al Evangelio de la Vida.

Deseamos que en cada hogar el Padre y la Madre, íntimamente robustecidos por la fuerza del Espíritu Santo, unidos sigan protegiendo y dando la vida a sus hijos largamente.

La Iglesia Católica compara la familia humana con la vida de la Santísima Trinidad porque ella tiene la unidad de la vida en la pluralidad de las personas, y nos sigue enseñando que la familia tiene su fundamento en el Matrimonio y en el plan de Dios. Por desgracia, en el mundo secularizado en el que vivimos no respeta la vida de las personas, se ha legalizado el divorcio y también el aborto. El único fundamento reconocido para contraer matrimonio es la voluntad del convivir.

Por eso ha disminuido el número de Matrimonios y solamente queda la unión libre, porque nadie compromete su vida sobre una premisa tan frágil e inconstante. Así vemos que crecen las uniones de hecho y aumentan los divorcios. Además crece el drama de muchos niños privados del apoyo de los padres, victimas del abandono. Así se difunde el desorden social.

1.- No podemos permanecer indiferentes ante la separación de los cónyuges y el divorcio, ante la ruina de los hogares y las consecuencias que el divorcio provoca en los hijos. Es difícil instruir o educar bien a estos niños ya que ellos necesitan tener padres que contribuyan a su educación.

2.- Yo espero que todos estemos firmemente convencidos de que los problemas actuales que encuentran los cónyuges y debilitan la unión tienen su verdadera solución si regresamos a defender la solidez de la familia cristiana que debe ser ámbito de confianza mutua, de entrega reciproca, de respeto a la libertad y de educación para la vida social.

Recordemos que el amor de los esposos “exige por su misma naturaleza, la unidad y la indisolubilidad de la comunidad de personas que abarca la vida entera de los esposos”. Recordamos también que Jesús dijo claramente: “Lo que Dios unió, no lo separe el hombre” (cf. San Marcos 10,9) y añadió: “quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquella; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio” (cf. San Marcos 10,11-12).

Para ayudar a las familias hay que proponerles las virtudes de la Sagrada Familia que en Nazaret la formaron San José, La Virgen María y el Niño Jesús. Las virtudes de esta familia son: la Oración, piedra angular de todo hogar fiel a su identidad y a su misión; la Laboriosidad, eje de todo matrimonio maduro y responsable; y el Silencio, fundamento de toda actividad libre y eficaz.

3.- La familia es la forma básica y más sencilla de la sociedad. Es la principal “escuela de virtudes sociales”. Es el semillero de la vida social, pues es en la familia donde se ejercita la obediencia, la preocupación por los demás, el sentido de la responsabilidad, la comprensión y la ayuda. De hecho, se ha comprobado que la salud de una sociedad se mide por la salud de las familias. De aquí que los ataques directos a la familia (como la introducción de las uniones solidarias, que en nada se puede comparar a la verdadera familia, las adopciones de niños por parejas homosexuales) son ataques directos a la misma sociedad, cuyos resultados no se harán esperar.

Es hora de luchar por la familia, defendiéndola de todos aquellos que pretenden sembrar en su seno la semilla de la desintegración. Es la hora de la fidelidad a los principios y de no permitir la destrucción de una institución divina que garantiza estabilidad, amor, educación al hombre desde que nace.

Confío en el testimonio de los hogares que toman sus energías del Sacramento del Matrimonio; con ellos es posible superar la prueba que se presenta, saber perdonar una ofensa, acoger a un hijo que sufre, iluminar la vida del otro aunque sea débil o discapacitado, mediante la belleza del amor. A partir de esas familias se restablecerá nuestra sociedad. Sigamos el ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret.

“Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne” (cf. San Mateo 19,5.).

Excmo. Dr. Carlos Quintero Arce
Arzobispo Emérito de Hermosillo

El Brigante