La última Trinchera

Enviado por Esteban Falcionelli en Lun, 09/03/2009 - 1:33pm

Pasado lo más grueso de la tormenta por los hechos que se sucedieron a partir del levantamiento de las excomuniones, me viene una reflexión a partir de la necesidad de decir algo de aquellas posturas que por una causa o por otra, tienen algún recelo contra la actitud que la Fraternidad Sacerdotal San Pió X ha tomado con respecto al Papa y con respecto al caso Williamson. No puedo decir que tengo en contra de estas consideraciones una postura de contradicción insalvable; muy por el contrario, con muchas de ellas existe una coincidencia casi total y aún en el caso de no coincidir en todo, sé que pasado lo anecdótico coincidiremos tarde o temprano (cuanti más en una nube cimarrona y argentina). Sin embargo se me hace necesario hoy hacerles un pequeño reproche; que lo hago en forma privada y entre amigos, entendiendo que este medio casi hogareño no trasciende el ámbito de los creyentes.

Lo de “reproche” no por medio maricón resulta en este caso inapropiado (Verbiski acusa a los Calderón de patrocinar homosexuales, lo cual nos acerca por primera a vez a una cierta corrección política si es que pudiéramos patrocinar a alguien y si es que el mentado por el gran calumniador lo hubiera sido), ya que no encuentro en dichas expresiones algo que censurar o corregir, pero puedo desde la amistad y la diferencia de talante decir ciertas cosas que aunque ameritarían una mesa con vinos, la distancia nos obliga a la electrónica.

El reproche es el de no apreciar en su debida perspectiva el combate que durante estos últimos treinta años ha llevado adelante la Fraternidad San Pío X,; ese fundamental combate Sacerdotal por mantener abiertas las fuentes de las Gracias Sacramentales, defendiendo palmo a palmo y Hostia por Hostia la validez de las Fórmulas Sacramentales, la validez de las Misas, de las Confesiones, de las Confirmaciones, de las Extremaunciones y del Orden Sagrado y por este celo apostólico, la de toda la Doctrina Católica que en su correcta expresión y definición es quien garantiza dicha validez. Téngase en cuenta que es en este orden que se presenta a su fundador el problema: hombre de trabajo en misión, no es su vocación la de un intelectual sino la de un pastor que tiene seriamente adquirido el conocimiento necesario e imprescindible para el desarrollo de su tarea. (Es llamativo señalar que el Concilio Vaticano II se disfraza de pastoral para producir una revolución que ha nacido ideológica y que por ideológica descree de la Gracia y se convierte en publicitaria (recordemos al Padre Julio), siendo que la reacción contrarreformista es la que sincera y claramente nace con espíritu pastoral y confiada fundamentalmente en la Gracia, se ve precisada de recurrir al saber tradicional y a respaldarse en el Dogma que garantiza la eficacia de dicha actividad pastoral).

Señalo de la polémica que no tiene la suficiente perspectiva, no porque a los críticos no les importen los Sacramentos, sino porque creo que no han calibrado bien ni suficientemente QUE LOS SACRAMENTOS -valga la paradoja- HAN DEJADO DE OPERAR LA GRACIA hasta extremos inconmensurables. Que aunque ellos han estado más o menos a cubierto en manos de algunos curas de mejor intención que tuvieron cerca -quizá un poco menos influidos de la “apostasía silenciosa” que se produjo en la Iglesia hodierna- sin lugar a dudas han comulgado con ruedas de carro más veces de las que creen y esto en un sentido casi literal. (Si decimos que lo han hecho con pan sin levadura logramos la literalidad total). Al punto que no han tenido la suficiente perspectiva para ver que para un Sacerdote este combate no aparece como una cuestión teórica (aunque en ella reposa), sino que es una cuestión de primera importancia práctica y que hace a la esencia de su oficio. Sin el “funcionamiento” de las fuentes de la Gracia Sacramental ningún bien es posible, llámese Iglesia, Patria, Familia o Persona; y el encargado de mantener la cañería en buen estado -es decir el Sacerdote- sabe que tiene que hacer para ello -en la actualidad- miles de esfuerzos, algunas veces trabajosos, otras heroicos y la más de las veces humillantes, para llegar con esta “comida” espiritual a sus hijos que desfallecen.

Desfallecimiento que se produjo con millones de personas en todo el mundo que han sido y son “desnutridos” de gracia santificante. Pandemia de desnutrición que se nota en forma patente en los pueblos que fueron católicos y que como el nuestro, ya no lo son -definitivamente- y aún más: ya no son pueblos, ni siquiera sociedades (“Disociedades” dirá Marcel De Corte) y que aún círculos que resultaban poco ha casi insospechables, han ido variando hacia doctrinas moderadamente modernistas, casi sin darse cuenta, por derroteros que sólo se explican en la debilidad de su alimento espiritual y por el contagio imposible de evitar, en nuestra condición social, de una comunidad que día a día pierde su Fe.

Poco se tiene en cuenta que esta lucha ha sido una lucha directa de algunos Sacerdotes Católicos contra el mismísimo Belcebú -cágome en sus obras y en sus pompas- que no sólo los ha tentado con el mal, sino especialmente con muchos bienes magníficos y de primer orden, entre ellos fundamentalmente la Política y aún una mal entendida función pastoral, que se expresa a través de una falsa caridad que se conduele de la perversión y decadencia general para terminar siendo indolencia y no esfuerzo salvífico.

Ese combate, análogo al de padre de familia por llevar a su casa un mendrugo de pan en épocas de una hambruna pestilente que te obliga a hacer “casi de todo” para lograrlo, sólo puede ser exactamente apreciado y diagnosticado por un Padre de almas; por un Médico del espíritu que es capaz de ver el grado abismal al que llegaron las maniobras arteras que desaprovisionaron de Alimento al mundo entero, llevadas a cabo por una Conspiración Sobrehumana y demoníaca (que sólo ella es la verdadera conspiración universal y las demás por analogía) y que llegó a un punto inédito en la historia.

No hace falta ser un genio para saber que un porcentaje abismal de los matrimonios católicos son nulos por defectos en el consentimiento; que la práctica de la planificación produce el más increíble genocidio que se pueda imaginar (este sí podemos llamar holocausto) aún dentro de familias que se consideran cristianas; que hace más de veinte años que casi no hay confirmaciones y que por lo tanto no hay milicia (porqué creen que no hay temperamento en las nuevas generaciones); que se ha cumplido a la letra el vaticinio de los Cardenales Ottavianni y Bacci y la enorme mayoría de las Misas no son válidas, la enorme mayoría de las consagraciones eucarísticas no son válidas (y en el caso de aquellas que lo son, las comuniones son en alto grado posiblemente sacrílegas). El estado de salud espiritual del hombre de hoy es comparable -en su dimensión sobrenatural- a una catástrofe apocalíptica de dimensiones universales.

Apreciable sólo por un Santo capaz de sudar sangre junto a Cristo en el Monte de los Olivos. (Cuando el Padre Pío de Pietralcina vio a Cristo gritarles “¡Carniceros!” a un grupo de curas que “manoseaban” una misa, se refería sin duda a que estos “despachaban” su carne como el carnicero la dispensa desde su comercio. Sin duda se refería a consagraciones efectivas; era “Carne”, y sin duda se trataba de curitas pasables). Ni que hablar del Orden Sagrado, el que esperamos se haya impartido la más de las veces en forma inválida a fin de no tener que apreciar en valor sobrenatural la monstruosa burla y blasfemia que significa la parva de homosexuales, pederastas, castrados, imbéciles y frustrados que pueden haber sido ordenados y que lo están siendo el día de hoy, para escándalo de toda la humanidad.

Este diagnóstico y la mesura de esta pestilencia, es la que no se comparte y sin la que muchos no valoran en su debida medida la acción urgente y desesperada de ciertos Pastores, santos “malgré lui” (como el cura de Greene), por acercar los sacramentos a quienes los reclaman aún a pesar de las prohibiciones. Tarea que deja en la nada a los restantes emprendimientos restauradores, políticos especialmente, para ya combatir en la última trinchera…, que es el Altar y que es la que está siendo rodeada y asediada a un punto tal que su subsistencia sólo es explicable en la comprensión del Misterio. Sin exagerar, no me cabe ninguna duda que el único esfuerzo eficaz contrarrevolucionario durante mucho tiempo en el mundo, lo hizo la FSSPX, y que desde su acción de vanguardia -rayana en la temeridad- permitió que otros subsistan, al punto que hoy la apertura vaticana a la buena liturgia, aún siendo magro, constituye el único logro significativo de la resistencia a la modernidad.

He leído largas y sesudas disquisiciones sobre cuáles fueron las razones para que Mons. Lefevbre consagrara cuatro Obispos, siendo que sólo había una y era la más simple, la de más buena leche. Lo hizo para asegurarnos a nosotros, sus fieles, la llegada de los sacramentos. Ese era su oficio y no dejaba que nada se lo convirtiera en una chapuza.

Hemos leídos largas y sesudas reflexiones sobre lo ocurrido en estos últimos días, y la explicación es simple, hacen lo que hacen a los efectos de asegurar la llegada eficaz de los sacramentos a los fieles. ¡Pero…?! me dirán … ¡si no es para tanto…! , nunca dejamos de tener misa ni sacramentos…, el asunto no daba para armar semejante despropósito ayer, ni para pegar tal reculada hoy… Y le contesto con lo que vengo diciendo: estimadísimos, aunque no estén ustedes en condiciones de apreciarlo, han corrido y corren un peligro de extrema gravedad al estar alejados de la gracia, al no recibir adecuadamente la misa, al concurrir a misas inválidas muchas veces, a misas profanadas muchas más y a misas profanas casi siempre. Si…, aún con esos agradables y gauchitos curitas nacionalistas…, todos en el fondo y en el mejor de los casos: chapuceros; si…, por efecto de los tiempos -de acuerdo- pero al punto que ni hoy, con el Papa no sólo autorizándolo sino también pidiéndolo, tienen el coraje de poner el Altar mirando a Dios… y no digo por miedo al poder civil que te aplasta, te lleva a juicio, te encarcela, te expropia, te echa, ni tampoco por miedo a una enorme judería internacional que promueve estas medidas; no… en parte por miedo a un Obispo medio marica, y en mayor parte por miedo a tener que reconocer que lo debió haber hecho hace muchos años y que ha llevado mal su Oficio. Hay signos de los tiempos y mitos de los tiempos. Y así como ya no entendemos a un tipo que se toma demasiado en serio su oficio (mi bisabuelo carpintero vomitaría sobre las mueblerías de hoy y mi abuelo sastre escupiría la vitrina del “The Sportsman”), no alcanzamos a comprender un verdadero Cura que no se contenta con una cosa mal entrazada, como nos resultan un poco estúpidos esos viejos que hablan de muebles que duran quinientos años si mucho antes que eso y aún antes de morirnos, vamos a vivir en un departamento en el que no caben.

Sin dudas que el dejar de ver buenos artesanos y buenos curas, nos ha llevado a contentarnos con poco; pero aquellos que todavía conservamos un mueble del bisabuelo, un traje del abuelo y la Misa de siempre, se nos hace insoportable toda esta novedad de serie y chingada, que sólo pretende y no sirve. Y aunque sea totalmente cierto que ya ni las casas soportan esos muebles que pasan a ser una especie de armatostes pesados que te dejan sin espacio y sin movimiento, y aunque la Vieja Misa ya no entre ni en la nueva arquitectura ni en la estructura mental y moral de los curas que se han educado bajo el Concilio, la excusa no es aplicable al Oficio Divino, que no dudo que se ha hecho pesado y te impide el movimiento como aquella Cruz de madera que se comprometieron a llevar. Sin dudas eso se siente en estas capillas chapuzas de una América que cortó su historia y donde llevan su vida los tristes curitas, pero la viejas Catedrales denuncian a gritos la enorme decadencia de la liturgia. Lamentablemente hay que hacer el trabajo de nuevo porque estaba mal hecho ¡qué difícil prueba que muy pocos pasarán!.

El remanido argumento que uso, de que “todo por los chicos que tengo a cargo”, puede resultar un tanto lastimoso si se expresa desde el obligado, pero en este caso soy yo - el hijo- quien da fe de él; yo… uno de esos pobres tipos a los que Juan Pablo II consideró nostálgicos, a los que había que entender en su “sensibilidad” tradicionalista y para los que luego de tratar de impedir las Consagraciones Obispales dictó el Motu Propio Ecclesia Dei en espera de que se fueran extinguiendo por ateroesclerosis. Desgraciadamente para muchos seguimos aquí. Yo soy uno de esos “sensibles” que desde hace treinta años rogamos a la Fraternidad que asegure para nosotros y los nuestros las Vías Sacramentales, los que a una reunión de sacerdotes que se defendían de la desaparición les obligamos a hacer parroquias, a educar a nuestros hijos, a limpiar nuestra sentina espiritual día a día; los que los obligamos a obligarse, a hacerse cargo, a dejar de ser libres y solterones para ser nuestros padres y cargar con nuestro peso y por culpa de los cuales no pueden “hacer ni decir lo que quieran” sino que han quedado “enlazados” de manera indisoluble al cariño de los fieles. Fuimos nosotros los que convertimos a esos francotiradores en una pesada división blindada.

Concluyendo el punto de rezongo, la Fraternidad ha hecho lo mejor que pudo en vista del objetivo que la mueve por fuerza de los hechos y resultado inevitable de la Caridad y es fundamentalmente el llevar alimento espiritual a sus hijos a fin de que se salven. Y como padre digo, que si para llevar fideos a mi casa hay veces que se me tiene que ver un tanto el culo… pues me toca ir por los fideos -y lo sufro… mucho… pero no lo dudo- y cuando veo la mesa puesta con todos esos muchachos que comen y crecen en la buena doctrina no me caben ya dudas que esa es mi Patria y esa es la Iglesia; y en ese plano, cuando veo que a un padre se le ve un tanto el culo por ir a buscar fideos, pues corro a taparlo. (Cabe agregar como excursus, que no se aplica lo mismo cuando en vez de fideos se buscan Mercedes Benz y para ello se usan bombachas coloradas, esa justificación hay que buscarla en lobbies católicos opulentos).

No quiero abundar en citas evangélicas, ya en artículo anterior señalé el sentido del acto de Cristo al evitar el enfrentamiento con ocasión de las trampas que ponían los fariseos  -el de la moneda con la cara del César en especial- asunto que hubiera dado para decir muchas verdades a los cambistas del Templo; pero hace falta remarcar el pasaje en que Cristo dijo “he conservado todos los que me diste…”, que denota sin duda alguna la premura por su obligación de estado para con los que estaban a su cargo y sobre todo, la frase indica que muchos de sus actos en aquellos días terribles de la Pasión (¿sus silencios por ejemplo?) deben haber sido inspirados por este objetivo tan paternal y primario de salvar el pellejo de sus apóstoles, de su madre y de las demás mujeres. Muchas veces lo hemos pensado y contemplado en soledad frente a la Pasión, enfrascado en su protagonismo y entendemos su permanente preocupación por los otros en calidad de humanidad, pero no alcanzamos a ver que aún en medio de aquellos momentos finales maniobraba en el límite de la Divina Prudencia por la suerte “humana” que correrían los suyos; su familia.

Qué hizo que algunos de nosotros tuviéramos la “impresión”, la “sensibilidad”, o quizá… la certeza a partir de un diagnóstico sereno a base de un conocimiento fundado de que la situación de crisis había llegado hasta tal punto. Fue un espejismo? Fideísmo? Exageración? Mentalidad apocalíptica? Desvarío de la razón?... sin duda había varios locos que daban esa impresión, pero no me la daba el mismo Lefevbre, ni Madirán, ni Guittón, ni Gambra, ni Romano Amerio, ni Calderón Bouchet, ni Falcionelli, ni Soaje Ramos, ni muchos otros que podría nombrar. No he visto enloquecer a mis hermanos, y sin embargo, todos en un punto vimos avanzar al enemigo que rebasaba las defensas y hacía su entrada en el Sancta Sanctorum (¿era la abominación de la desolación? Porque siempre supuse que la más abominable soledad era un Altar sin la Presencia, una misa vaciada y estéril). Y saltamos a la última trinchera…, rodeamos el Altar.

Muchos de nuestros anteriores camaradas quedaron combatiendo en sus antiguos puestos… sus patrias, sus familias, sus historias… ; porque no podían salir…, porque no lo vieron…, porque el fragor de la batalla lo impidió? Muchos murieron allí en buen combate; pero como suele ocurrir en estas trifulcas, muchos tiros daban en propia tropa y el grito de cada pozo era "¡ Tontos… la verdadera batalla es aquí… no allá!".

¿Quizá nos replegamos antes de tiempo y desarmamos las defensas previas? O es que se quedaron otros dando un combate inútil en trincheras rebasadas en vez de asegurar el fuerte? Ese es el dilema y sin duda la situación actual es catastrófica por causa de la desunión de las fuerzas, es más…, es probable que el único y verdadero enemigo sea esa desunión y no otra cosa, que sea un virus interno que se aloja en las paredes del Templo, ¿alguien ha visto la cara del enemigo? (Quien tenga gusto y tiempo revea el film “El desierto de los Tártaros” -es mejor que el libro- con esta clave de interpretación. Verá actuar también al judío).

¡Hace cincuenta años que ocurrió lo que hoy se hace patente y lo mismo que se dice del Papa hoy, cabe decirse con mucha mayor medida de los tres Papas anteriores! ¡Hace cincuenta años que la sinagoga colgó los ganchos de abordaje sobre el Altar! ¡La patria naufragó por ahora sin remedio, palabra de criollo viejo! ¡Hasta nuestras familias están destruidas y desencajadas, miren…no pueden transponer el muro de sus casas chicas, son parias entre los suyos, sus hijos a vuestra muerte serán huérfanos y apátridas y no sé si aguantarán sin contagio hasta el final! ¡Ya lo único que importa es la Iglesia, lo demás son añadiduras! ¡“Theologie d’abord”!.

Para terminar, aún sin desconocer los defectos nada nuevos y abundantemente denunciados del actual papado, la apertura de una Liturgia eficaz en términos sacramentales abre un panorama a la Gracia que excede nuestro corto análisis y al cual debemos darle un cierto crédito no descartando la ocurrencia del Milagro que puede haber obrado el Espíritu Santo en la persona del Santo Padre, milagro que necesariamente debe contar con la libre apertura de su espíritu y que no ocurrió con los anteriores pontífices. Si la izquierda habla tan mal de él, algo bueno debe estar haciendo. Con respecto a Monseñor Williamson, no sería su vida lo que es si el ataque que sufre no fuera un ataque directo -por vías oblicuas- al Santo Sacrificio de la Misa y es ahí donde se centra la defensa; y aunque sea de mal gusto, no puedo dejar de señalar que nadie como nosotros ha sufrido el alejamiento de un entrañable Pastor y amigo con el cual he mantenido y aún mantengo un entredicho insalvable que se produjo una mañana radiante al pié del cordón del Plata. A él la vista le hacía escuchar el estallido entusiasta de Wagner, y a mi, romanticón, los primeros acordes de la Pastoral, aparte de eso… ningún otro.

Dardo Juan Calderón