Un testimonio olvidado
Paolo Deza
Luego de que, una vez más, algunos periódicos italianos hayan
atacado la memoria del Venerable Pío XII presentando como “inéditos”
documentos conocidos desde hace más de cuarenta años, L’Osservatore
Romano ha presentado nuevamente un artículo, publicado originalmente en
1964, en el cual Paolo Dezza (luego cardenal) refería un diálogo
confidencial que tuvo con Pío XII sobre la cuestión de los crímenes
nazis. Ofrecemos nuestra traducción de este importante artículo, de gran
valor histórico.
atacado la memoria del Venerable Pío XII presentando como “inéditos”
documentos conocidos desde hace más de cuarenta años, L’Osservatore
Romano ha presentado nuevamente un artículo, publicado originalmente en
1964, en el cual Paolo Dezza (luego cardenal) refería un diálogo
confidencial que tuvo con Pío XII sobre la cuestión de los crímenes
nazis. Ofrecemos nuestra traducción de este importante artículo, de gran
valor histórico.
***
El 28 de junio de 1964, "L'Osservatore della Domenica" publicó el
testimonio del entonces rector de la Pontificia Universidad Gregoriana -luego desde 1966 confesor de Pablo VI y de Juan Pablo I, y creado
cardenal en 1991 por Juan Pablo II- que describía el contenido de una
audiencia muy confidencial concedida a él por Pío XII:
testimonio del entonces rector de la Pontificia Universidad Gregoriana -luego desde 1966 confesor de Pablo VI y de Juan Pablo I, y creado
cardenal en 1991 por Juan Pablo II- que describía el contenido de una
audiencia muy confidencial concedida a él por Pío XII:
En diciembre de 1942, prediqué los ejercicios en el Vaticano al Santo
Padre. En aquella ocasión, tuve una larga audiencia en la que el Papa,
hablándome de las atrocidades nazis en Alemania y en los otros países
ocupados, manifestó su dolor, su angustia, porque -me decía- “se
lamentan de que el Papa no habla. Pero el Papa no puede hablar. Si
hablase, sería peor”. Y me recordó que había enviado recientemente tres
cartas: una a quien definía “el heroico Arzobispo de Cracovia”, el
futuro Cardenal Sapeha, y otras dos a otros dos obispos de Polonia en
las que deploraba estas atrocidades nazis. “Me responden -dijo-
agradeciéndome, pero diciéndome que no pueden publicar esas cartas
porque sería agravar la situación". Y citaba el ejemplo de Pío X que,
frente a no sé cuales vejaciones en Rusia, dijo: “Debéis guardar
silencio precisamente para impedir males mayores”.
Padre. En aquella ocasión, tuve una larga audiencia en la que el Papa,
hablándome de las atrocidades nazis en Alemania y en los otros países
ocupados, manifestó su dolor, su angustia, porque -me decía- “se
lamentan de que el Papa no habla. Pero el Papa no puede hablar. Si
hablase, sería peor”. Y me recordó que había enviado recientemente tres
cartas: una a quien definía “el heroico Arzobispo de Cracovia”, el
futuro Cardenal Sapeha, y otras dos a otros dos obispos de Polonia en
las que deploraba estas atrocidades nazis. “Me responden -dijo-
agradeciéndome, pero diciéndome que no pueden publicar esas cartas
porque sería agravar la situación". Y citaba el ejemplo de Pío X que,
frente a no sé cuales vejaciones en Rusia, dijo: “Debéis guardar
silencio precisamente para impedir males mayores”.
Y también en esta ocasión aparece muy clara la falsedad de aquellos que
dicen que él guardó silencio queriendo sostener a los nazis contra los
rusos y el comunismo; y recuerdo que me dijo: “Sí, el peligro comunista
existe. Sin embargo, en este momento, es más grave el peligro nazi”. Y
me habló de lo que los nazis habrían hecho en caso de victoria. Recuerdo
que me dijo la frase: “Quieren destruir a la Iglesia y aplastarla como
un sapo. Para el Papa no habrá lugar en la nueva Europa. Dicen que se
vaya a América. Pero yo no tengo miedo y me quedaré aquí”. Y lo dijo de
una forma muy firme y muy segura, por lo cual se ve claro que si el Papa
callaba no era por miedo o por interés, sino únicamente por el temor de
empeorar la situación de los oprimidos. Porque mientras me hablaba de
las amenazas de invasión del Vaticano estaba absolutamente tranquilo,
seguro, confiado en la Providencia. Al hablarme del “hablar”, sí estaba
angustiado. “Si yo hablo -pensaba-, les hago mal a ellos”.
dicen que él guardó silencio queriendo sostener a los nazis contra los
rusos y el comunismo; y recuerdo que me dijo: “Sí, el peligro comunista
existe. Sin embargo, en este momento, es más grave el peligro nazi”. Y
me habló de lo que los nazis habrían hecho en caso de victoria. Recuerdo
que me dijo la frase: “Quieren destruir a la Iglesia y aplastarla como
un sapo. Para el Papa no habrá lugar en la nueva Europa. Dicen que se
vaya a América. Pero yo no tengo miedo y me quedaré aquí”. Y lo dijo de
una forma muy firme y muy segura, por lo cual se ve claro que si el Papa
callaba no era por miedo o por interés, sino únicamente por el temor de
empeorar la situación de los oprimidos. Porque mientras me hablaba de
las amenazas de invasión del Vaticano estaba absolutamente tranquilo,
seguro, confiado en la Providencia. Al hablarme del “hablar”, sí estaba
angustiado. “Si yo hablo -pensaba-, les hago mal a ellos”.
Por lo tanto, aunque históricamente se puede discutir si habría sido
mejor hablar más o hablar más fuerte, lo que está fuera de discusión es
que si el Papa Pío XII no habló más fuerte ha sido únicamente por este
motivo, no por miedo o por otro interés. Otra cosa del diálogo que me
impresionó es que me habló de todo lo que había hecho y estaba haciendo
en favor de estos oprimidos. Recuerdo que me habló de los primeros
contactos que, apenas elegido Papa y en acuerdo con los cardenales
alemanes, había tratado de establecer con Hitler, pero sin resultados;
luego, del diálogo que tuvo con Ribbentrop cuando vino a Roma, pero sin
resultados. De todos modos, él continuaba haciendo lo que podía sólo con
la preocupación de no entrar en cuestiones políticas o militares sino
de mantenerse en lo que era la tarea de la Santa Sede. En este sentido,
recuerdo que cuando en 1943 vino la dominación alemana a Roma -yo era
Rector de la Pontificia Universidad Gregoriana y recibí a aquellos que
venían a buscar refugio-, Pío XII me dijo: “Padre, evite recibir a
militares porque, siendo la Gregoriana pontificia y ligada a la Santa
Sede, nosotros debemos mantenernos fuera de esta parte. Pero, para los
demás, de buena gana: civiles, judíos perseguidos”. De hecho, muchos
fueron recibidos.
mejor hablar más o hablar más fuerte, lo que está fuera de discusión es
que si el Papa Pío XII no habló más fuerte ha sido únicamente por este
motivo, no por miedo o por otro interés. Otra cosa del diálogo que me
impresionó es que me habló de todo lo que había hecho y estaba haciendo
en favor de estos oprimidos. Recuerdo que me habló de los primeros
contactos que, apenas elegido Papa y en acuerdo con los cardenales
alemanes, había tratado de establecer con Hitler, pero sin resultados;
luego, del diálogo que tuvo con Ribbentrop cuando vino a Roma, pero sin
resultados. De todos modos, él continuaba haciendo lo que podía sólo con
la preocupación de no entrar en cuestiones políticas o militares sino
de mantenerse en lo que era la tarea de la Santa Sede. En este sentido,
recuerdo que cuando en 1943 vino la dominación alemana a Roma -yo era
Rector de la Pontificia Universidad Gregoriana y recibí a aquellos que
venían a buscar refugio-, Pío XII me dijo: “Padre, evite recibir a
militares porque, siendo la Gregoriana pontificia y ligada a la Santa
Sede, nosotros debemos mantenernos fuera de esta parte. Pero, para los
demás, de buena gana: civiles, judíos perseguidos”. De hecho, muchos
fueron recibidos.
Sobre lo que el Papa hizo entonces por los judíos, entre muchos
testimonios, está el de Zolli, que era el Gran Rabino de Roma y que,
durante la ocupación nazi, estuvo refugiado en una familia de
trabajadores. Luego, pasado el peligro y llegados los aliados, él se
convirtió, se hizo católico, con una conversión sincera y desinteresada.
Recuerdo que vino a verme el 15 de agosto de 1944 y me expuso su
intención de hacerse católico. “Mire -me dijo-, no es un do ut des.
Pido el agua del Bautismo y basta. Los nazis me han llevado todo. Soy
pobre, viviré pobre, moriré pobre, no me importa”. Y cuando llegó el
Bautismo, quiso tomar el nombre de Eugenio precisamente en
agradecimiento al Papa Eugenio Pacelli por lo que había hecho en la
asistencia a los judíos. Yo mismo lo acompañé en la audiencia con el
Papa después del Bautismo, en febrero, y fue cuando Zolli pidió al Papa
quitar de la liturgia aquellas expresiones desfavorables a los judíos
como “perfidis iudaeis”. Y fue entonces que Pío XII, dado que no podía
cambiar inmediatamente la liturgia, hizo publicar la declaración de que
“pérfidos” en latín significa “incrédulos”. Pero luego, apenas fue
posible, con la reforma de la liturgia fue quitada la palabra.
testimonios, está el de Zolli, que era el Gran Rabino de Roma y que,
durante la ocupación nazi, estuvo refugiado en una familia de
trabajadores. Luego, pasado el peligro y llegados los aliados, él se
convirtió, se hizo católico, con una conversión sincera y desinteresada.
Recuerdo que vino a verme el 15 de agosto de 1944 y me expuso su
intención de hacerse católico. “Mire -me dijo-, no es un do ut des.
Pido el agua del Bautismo y basta. Los nazis me han llevado todo. Soy
pobre, viviré pobre, moriré pobre, no me importa”. Y cuando llegó el
Bautismo, quiso tomar el nombre de Eugenio precisamente en
agradecimiento al Papa Eugenio Pacelli por lo que había hecho en la
asistencia a los judíos. Yo mismo lo acompañé en la audiencia con el
Papa después del Bautismo, en febrero, y fue cuando Zolli pidió al Papa
quitar de la liturgia aquellas expresiones desfavorables a los judíos
como “perfidis iudaeis”. Y fue entonces que Pío XII, dado que no podía
cambiar inmediatamente la liturgia, hizo publicar la declaración de que
“pérfidos” en latín significa “incrédulos”. Pero luego, apenas fue
posible, con la reforma de la liturgia fue quitada la palabra.
Pío XII quería estar seguro de no decir nada que pudiera suscitar
reacciones que agravaran la situación. Yo separaría las dos cuestiones.
Una es: ¿ha hecho bien en callar o habría sido mejor hablar? Esta es,
para mí, una cuestión que se puede incluso discutir históricamente. Tal
vez Pío XI, otro carácter, habría actuado de modo diverso. Sin embargo,
lo que para mí es evidente es que si Pío XII ha callado o ha hablado
poco, no ha sido por ningún otro motivo que no sea el temor de empeorar
la situación. Objetivamente, se puede discutir; subjetivamente, no hay
duda de la intención del Papa: él buscó realmente hacer lo mejor.
reacciones que agravaran la situación. Yo separaría las dos cuestiones.
Una es: ¿ha hecho bien en callar o habría sido mejor hablar? Esta es,
para mí, una cuestión que se puede incluso discutir históricamente. Tal
vez Pío XI, otro carácter, habría actuado de modo diverso. Sin embargo,
lo que para mí es evidente es que si Pío XII ha callado o ha hablado
poco, no ha sido por ningún otro motivo que no sea el temor de empeorar
la situación. Objetivamente, se puede discutir; subjetivamente, no hay
duda de la intención del Papa: él buscó realmente hacer lo mejor.
Nota de Argentinidad: Tomado de Panorama Católico Internacional. Fuente: L’Osservatore Romano. Traducción: La Buhardilla
de Jerónimo. Lo resaltato en "negritas" es mío.
de Jerónimo. Lo resaltato en "negritas" es mío.