Los síntomas y los análisis (Edad y Estado apropiado para la lectura: mayor y laico)

Enviado por Dardo J Calderon en Mar, 14/10/2014 - 2:41pm

Cuando yo era joven, los médicos sabían que se venía una enfermedad por los síntomas que la delataban. Con el tiempo los médicos ya no leen los síntomas. Hoy los médicos saben que tenés una enfermedad por que se lo dicen los análisis y de esa manera, las enfermedades son siempre una sorpresa que aparece de golpe y se ataca con violencia -que lo mismo te mata- o con eutanasia.

De igual manera ocurre en las tragedias morales que nos suceden a diario. Nuestros hijos nos sorprenden con un cónyuge que se pianta, el de aquel se hace puto de un día para otro, el pendejo no logra encarar un laburo, a la nena se le aflojan las bombachas de repente, y podríamos pasarnos el día con una larga enumeración de amargas sorpresas. Lo cierto es que estamos cada día más inmensamente pelotudos y nuestra incapacidad de ver los síntomas de la tragedia se ha constituído en un vicio generalizado.

El vicio se contrae junto con el optimismo largamente publicitado desde Rousseau a esta parte. Ser optimista es una manera de estar ciego, o por lo menos miope, lo que produce un estado de confort agradable y promueve las relaciones afables. Lo cierto es que decirle a la nena que su novio es un boludo y que eso es una fuente inagotable de desgracias, nos traerá un lio tremendo. Esperemos lo mejor. El asunto es que ver que el nene tiene veinticinco años y es un perfecto amorfo emocional y no sabe qué carajos le gusta, te trae el problema de tener que echarlo a la mierda de la casa y pelearte con la patrona; así que, hay que darle tiempo, ya va a encontrar lo suyo, que entre las posibilidades está el que le termine gustando por la retambufa. La nena hace cinco años que le  menea el culo a los compañeritos pero, son cosas de la edad, ya se le va  a pasar, sino imaginate el quilombo que es tener que hacerle tapar las nalgas.

Al final el asunto nos llega de la peor manera. El que no se pone rojo al principio, se pone pálido al final, decía mi abuelo. Y lo cierto es que me tienen hasta la barbilla esta enorme cantidad de imbéciles a los que les llega la desgracia de repente cuando los síntomas eran de largo tan evidentes. “La moglie qui buge l’anca, si non e putana, falta una tranca” me decía un viejo piamontés en cocoliche.  El cornudo es el último que se entera.

¡Ahora resulta que Francisco es una gran sorpresa! ¡Pero pueden ser tan cornudos!. Ahora los perfectos boludos hacen análisis y llegan a la conclusión de que la iglesia está enferma. ¡No te dabas cuenta que los cuernos te llegan hasta el cielo! ¡No los veías mover el culo frente a la modernidad desde hace doscientos años¡. Ya no está enferma… ¡e morta!.

Debo confesar que estos últimos “análisis” de la “sorpresa bergogliana” con la que se llenan las páginas eletrónicas me tienen hasta los cojones. Les fornicaron la hija en el portón durante tres años y se vienen a enterar cuando tiene un bombo de seis meses. Y para peor, por no molestarme, estoy haciendo lo mismo. Me quedo callado. Más vale tarde que nunca, me digo.

Me piden que me calle y deje de ahuyentar la gente. ¡No sea violento con estos güevones que le pasan de refilón al Concilio! ¡No le cargues a Benedicto!  No te hagas odiar. Pero… me digo, si son el síntoma de la próxima defección.   No y no, cagüen todos.

Cuando es tarde es tarde y hay que pagarla cara… pero tan cara se hace, que no se paga. Al final la única que queda es salir a cenar con el nene y su novio, acunar mansamente el bebé de la pelotuda, plancharle la ropita al perfecto hijo de puta de treinta años que escucha música en su cuarto y tragarme en lo del psiquiatra la pastilla que me atonta.

Se la van a comer porque es tarde, ustedes van a deprimirse pero sus hijos lo mismo no van a ser católicos, porque cuando la revolución de un paso atrás, se van a sentir salvados con Bendicto. ¡Caput!.

Viejos cornudos: les queda la depresión y el prozac. El pelotudo teólogo de la “Carta abierta” a Francisco se puede ir a la mierda. Cita a SAN Juan Pablo el muy cabrón, para que cuando el hartazgo de la orgía termine, quedemos mansos en la diluída cháchara del polaco diletante.

¿Así que  Franchesco es una sorpresa?.

¿Todavía esperan el resultado del análisis de dilatación? ¿No era suficiente con ver un negro soplando en tu espalda?