Una media verdad que a diario oímos es que la moral tiene carácter natural; si con ello se pretende decir que para conocer las verdades morales y vivirlas basta con nuestra naturaleza, la media verdad cumplió su cometido. Y es así que conozco a varios que, a fuerza de continencia natural, andan reconociendo hijos aquí y acullá. La castidad natural desemboca en la fornicación y ésta en la lujuria.
Las medias verdades son verdades a medias, mentiritas muy peligrosas.
Los católicos gozamos de un doble camino para vivir moralmente y explicar la moralidad humana: el natural y el sobrenatural; el que se apoya en las tendencias naturales del hombre como ser creado y el que parte de Dios creador, legislador y providente; el que descubrimos a través de la razón y el que nos revela la fe.
Pero no son caminos paralelos sino superpuestos o simultáneos. No puede tomarse el uno y abandonarse el otro. Los católicos no somos ángeles ni sólo entes de razón. Si, por caso, un católico explicara la moral ateniéndose solamente a las luces del intelecto, the candle of the Lord, que penetran nuestra humanidad, reduciría esa moral a un código estoico, haría filosofía naturalista y caería en la apostasía. Sí. Porque dejando de lado la enseñanza de la fe, se empeñaría en mostrar únicamente el costado racional de la vida moral, olvidando a Dios. Luego apostataría, porque silenciar al Autor de la naturaleza es, para un católico, un pecado de apostasía.
En cambio, si al explicar la vida moral se redujera a la fe revelada y a las reglas sobrenaturales de la vida espiritual, estaría amputándola de su anclaje natural, la divinizaría como si fuese un dogma o un milagro o una experiencia mística. No sería apóstata, no; pero equivocaría el camino: se volvería un condenado fideísta.
Los católicos, en moral –como en la mayor parte de las cosas atinentes al hombre- combinamos la gracia y la naturaleza, deambulamos por ambos caminos, que no se niegan sino que se complementan. Ni Aristóteles ni Savonarola. Somos de Santo Tomás de Aquino, del Doctor Común. Y de Torquemada, el gran inquisidor.
No digamos, como algún neo teólogo dijo por ahí, que en este comercio de la fe con la razón, así como la fe ilumina la razón, la razón purifica la fe. Tamaña bobada pertenece a un racionalista y es rayana a la herejía. La razón, la filosofía, es esclava de la fe, de la teología; y el esclavo nada enseña al amo sino que le sirve.