Esteban es una persona de las más atípicas y no fue su vida la del burgués que se asusta con la AFIP y se enternece con el perrito sarnoso que se le acerca sediento por la vereda.
Ya hace más de treinta años, formó parte de CFdPG. Aquel Comando Fascista de Post Guerra tenía por objetivo derrocar, o al menos putear y escupir, a los gobiernos y gobernantes democráticos que se pavoneaban exitosos y llenos de american life.
En tren de estos objetivos nobles, conspiró tanto en París, Londres, New York, como en Panamá, Argentina y el Brasil. Y no eran tiempos en que viajaba cualquier laucha, que no existían los puntos de la tarjeta para sumar millas. El objetivo lo marcaba la idea, mucho más que la geografía y lo mismo daba un lugar que otro.
El Comando, del que Falcionelli fue espía categoría "A de luxe", entendió que ya habían pasado los tiempos de sobretodo y el sombrero perdiéndose misteriosos en la neblina, muy a pesar de las novelas de Hemingway y Green. Sabían que con facha de espías evidentes les darían la cana más temprano que tarde y utilizaron otras estrategias de camuflaje. La sección de nuestro héroe, particularmente, simulaba conformar un inocente circo viajero de gitanos nada amigos de la higiene; fachada que les permitió recorrer el mundo sin levantar la perdiz. Y es de justicia decir, que para espías, no andaban mal con los leones. Hubo más de un problema con las bailarinas, siempre atribuidos a los camaradas que abrevaban más en Spengler que en el Evangelio.
A Esteban le tocó ser hombre bala -lo he contado alguna vez-, para lo que vestía un enterito de lycra color lila que le tapaba del cuello a los tobillos, donde comenzaban los zoquetes al tono y remataban los zapatos blancos. Para esa época, ya usaba bigotes.
Era lanzado desde la boca del cañón previa aclamación y aplauso cerrado, y nunca voló menos de setenta metros hasta la red que lo recibía como arropa una madre.
La cuestión es que hoy, en homenaje al mes de su renuncia a esta página que es santo y seña del tradicionalismo quilombero, desde la redacción hemos hecho imprimir unas mil quinientas estampitas del hombre bala en cat sweet; las que no sin cierta dificultad logramos que las bendiga uno de esos curas amigos que te bendice desde una foto de Lefebvre, hasta un cuadro de Maurras, de Evola o René Guénon. Las entregaremos a sus insistentes admiradores.
Para adquirir las estampas, escribia a nuestra casilla postal, aclarando nombre, dirección y cantidad requeridas. Precio $ 50 c/u. También vendemos indulgencias.
Tal vez no sea este el único homenaje.