El Botox al Poder
La Argentina se encuentra en un estado terminal. La crisis que sufrimos, en todos los órdenes, ha adoptado ribetes de una gravedad inusitada. El avance y la posterior agresión del kirchnerismo sobre los productores rurales -“el campo”- ha puesto de relieve, como nunca, la maldad insolente de este Régimen nefasto.
El lamentable papel que le tocó jugar a esta figurita decorativa que es Cristina Kirchner, fue de antología. En unos pocos días pronunció cuatro discursos, uno peor que el otro. En ellos se dieron cita el lugar común con el disparate. Desde aludir más de quince veces a su condición de mujer, hasta confundir la ubicación de la laguna La Picasa; o desde creer que el sachet de leche está gravado por el IVA, hasta sentar en el palco oficial a los paramilitares D’Elía y Moyano. Tuvo en todo momento una preocupante desconexión con el mundo real.
Preocupante decimos, porque la salud de un Presidente de la Nación es una gravísima cuestión de Estado. Y hasta el momento no hubo ninguna declaración de Ministerio de Salud sobre el estudio publicado en el “Journal of Neurosciences” y difundido por la prensa nacional, a propósito de los efectos nocivos del Botox sobre el cerebro.
A esta altura de los hechos, nadie sabe a ciencia cierta si la autoridad reside en la Casa Rosada o en unas oficinas de Puerto Madero. Pero es evidente que los gobernadores, diputados y senadores son meros cumplidores de órdenes de esta dupla espuria. Al igual que la mayoría de los integrantes del Poder Judicial. En síntesis: está subvertida -y sin que nadie se altere- la forma republicana, representativa y federal de nuestra Constitución Nacional, por la que los hombres del Régimen dicen estar dispuestos a dar la vida.
El país se encuentra inerme, como decíamos, pues ya que no existen la defensa nacional ni las Fuerzas Armadas. La ciudadanía vive un estado de terror bajo el reinado del crimen organizado, cuyos efectos reales y trágicos se quieren hacer pasar por “sensación de inseguridad”. Un neologismo verbal, “borocotizar” es de conjugación permanente. Matones a sueldo golpean y apalean a pacíficos ciudadanos con total impunidad. El caos se ha apoderado de Argentina.
Los Tonton Macoutes del Kirchnerismo
Con la agresión al campo, fijándole una gabela confiscatoria y anticonstitucional y avanzando de esta manera sobre el derecho de propiedad, el Régimen montonero-erpiano completa su ofensiva contra los factores fundacionales de la Patria. Su primer blanco han sido las Fuerzas Armadas, luego la Iglesia, ahora los productores rurales. No es casualidad que haya embestido contra las tres figuras arquetípicas de nuestra historia: el soldado, el sacerdote y el colono. Esto es la resultante de su esencia perversamente anticristiana y antinacional a la que lo lleva su ideología materialista e internacionalista. No en vano todo su aparato mediático, propagandístico y pedagógico está destinado a difamar las tres etapas que desarrollaron esos arquetipos: conquista, evangelización y colonización.
A tales efectos el Régimen utilizó las más canallescas mañas para aniquilar la justa reacción suscitada por el campo, siendo muy significativa la agresión física de los opositores a cargo de los “tonton macoutes” Moyano, Pérsico y D’Elía, los “Jóvenes K” capitaneados por el diputado Juan Cabandié y el Secretario de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires, Edgardo Binstock. Tampoco faltó el crudo racismo con la proclamación del odio hacia la raza blanca por parte de D’Elía, sin que se mosqueara el INADI de la Sra. Libertino.
El caso del lumpen D’Elía es emblemático; este asaltante e incendiario de comisarías golpeó e insultó sistemáticamente, con total impunidad, en compañía de su horda de marginales, a las pacíficas familias reunidas en la Plaza de Mayo el 25 de marzo, después de habérsele ordenado a la Policía Federal que se retirase del escenario. La responsabilidad de Aníbal Fernández, Ministro de Inseguridad, Injusticia y Derechos Humanos de los Criminales, es total; pero quien se lleva las palmas del bochorno es el Jefe de la Policía Federal, Comisario General Néstor Vallecas, que en la jornada permitió con su inacción cómplice que este peligroso mercenario cumpliera el triste cometido que le había confiado el Gobierno.
La situación hizo recordar a la que se suscitó en el mismo lugar hace más de medio siglo, cuando también una zona liberada por un Jefe de la Policía terminó con el incendio y profanación de varios templos católicos.
El Gobierno macrista de la Ciudad de la Buenos Aires, presuntamente opositor al kirchnerismo, no presentó ninguna denuncia penal contra D’Elía, sus cómplices y auxiliadores. Con la pusilanimidad que lo caracteriza hizo mutis por el foro. Su ministro de seguridad, el ex juez Montenegro, reaccionó del mismo modo que en la causa de los fondos de la Provincia de Santa Cruz, cuando la mandó a Río Gallegos para su consabida hibernación.
Algo de razón tienen, sin embargo, estos “tonton macoutes” y sus muchos cómplices, cuando dicen que se trata de un conflicto de ricos contra pobres; porque inmensamente ricos son los Kirchner, o el acaudalado ex camionero Moyano, o el heladero Pérsico y el subsidiado D’Elía, comparados con los productores que sufridamente hacían su guardia sobre la ruta. También la Bonafini y la Carlotto reciben cuantiosos fondos y se dan una regalada vida con suntuosos viajes por todo el mundo, que ninguna esposa o hija de los productores se puede dar.
El submundo marginal dice presente
La concentración oficialista de fines de marzo por la confiscación al campo y en apoyo del Régimen en Plaza de Mayo, terminó de demostrar la presencia de dos Argentinas confrontadas. Una es la de la producción, la familia y el trabajo honesto cuanto rudo. La de la gente común, harta de arrogancia y de rencor ideológico. No es cuestión de idealizarla, quede en claro, pero por lo que mostró de bueno fue descalificada en el discurso oficial como un “cambalache”. La otra “Argentina”, la clientelística, la de prebenda y subsidio, movilización paga, choripán, cerveza, tetrabrik y porro, de prósperos partidócratas y sindicalistas, de vagos y cirujas, de los planes sociales, las Madres, las Abuelas y los Hijos, de la Diputada Nacional Victoria Donda, incendiaria confesa del Congreso, del sangriento terrorismo erpiano y montonero; es, en suma, la Antipatria. Además, para que no pudieran existir dudas sobre la unidad de esta antipatria con el submundo marginal-marxista, se hicieron presentes también en aquella plaza Cristínica, los miembros de la Confederación de Trabajadores Argentinos (CTA), expresión del bolivarianismo chavista, y el Partido Comunista con Patricio Etchegaray a la cabeza. La flor y nata del colectivismo.
El lado oscuro
No puede soslayarse el peligro, para los que honradamente quieran defender al campo, de tener dirigentes como Eduardo Buzzi, de la Federación Agraria Argentina, antiguo kirchnerista, quien no puede resolver con éxito la mas elemental distinción política: ¿Amigo o enemigo? La página web de la Federación Agraria (www.faa.com.ar) tiene en su portada un enlace directo con la bolivariano-marxista Central de Trabajadores Argentinos (CTA) y con el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, así como también con el banco del frustrado candidato kirchnerista Heller: el Credicoop. En la página web de la CTA nos encontramos con un documento apologético de las retenciones. En el mismo también se recomiendan acciones conjuntas con el bolchevique Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE).
Así Buzzi orbitó a su Federación en la constelación roja de la CTA, con vínculos con Castro y Chávez y tintes colectivistas. Esta grosera alianza quedó en evidencia cuando sus “amigos” de la CTA se revelaron como “enemigos” coreando estribillos injuriosos contra “el Campo” en la Plaza de Mayo.
Pero Buzzi siguió preso de sus desvaríos ideológicos y en el acto de Gualeguaychú volvió a renguear de la misma pierna izquierda, cuando forzadamente, porque no venía al caso, y usando un lenguaje oficialista trató de “genocida” al General Bussi y refirió su proyecto de “democratizar la tierra”, que no parece sino una elipsis para designar al colectivismo.
Ningún productor agrario, en su sano juicio, puede desconocer que de haber triunfado un proyecto colectivista castrocomunista, habría sido despojado de las tierras sobre las que desarrolla sus diarios esfuerzos, propias o alquiladas, y sería hoy un esclavo famélico trabajando en un kholjoz bajo las órdenes despóticas de algún comisario político. Los ejemplos de Cuba o de la ex Unión Soviética son harto elocuentes.
Aunque más no fuera en defensa propia -la de sus “ranchos”, queremos decir- el “Buzzi con zeta” podría haber omitido la injuria gratuita contra las Fuerzas Armadas que combatieron al comunismo. Pero debía pagar tributo a los compañeros de ruta, y lo pagó.
¡Arriba el Campo!
Más allá de esas oscuridades, y de otras que no se nos escapan, hay que resaltar como justa la lucha de los productores rurales. Justa en sí misma y en lo que suscitó en la sociedad toda, empezando por Buenos Aires, que pareció olvidarse del porteñismo para pensar y obrar con categorías federalistas. Hasta la persona más desvinculada de los sectores agropecuarios debe acompañarlos en la lucha, si piensa con sentido patriótico. Todo ciudadano honesto debe pensar que el dinero de las retenciones es más útil a la Nación Argentina en cualquier destino antes que en las garras de este régimen tiránico, alimentando un diabólico sistema de corrupción. Terrorismo marxista impune, valijas blancas de Southern Winds, o bolivarianas en los aeropuertos, bolsas en los baños, Skanskas, Grecos, borocotizaciones varias, robos a los ahorristas bancarios y bonistas, fondos misteriosos de repatriación dudosa, 4 x 4 varizáticas y mil obscenidades más.
Por todo eso, por lo que significa y por lo que representa, por lo que despertó y puso en movimiento, y en tanto siga fiel al buen espíritu que parece animar al paisano arraigado, despojado y sufrido: ¡Arriba el campo!.
Fernando José Ares
Nota: Las "negritas" son agregadas por Argentinidad.