El mundo gira, nadie puede bañarse dos veces en el mismo río, tempus fugit, deja para mañana lo que puedas hacer hoy, qué será será y todas esas cosas. El cristianismo, como no puede ser menos, evoluciona también que es una barbaridad.
Como es lógico, en nuestra época evolucionada y modernosa, ya no pueden ser válidos los diez mandamientos que nos legaron unas tribus del desierto de hace tres mil años. Es hora de modificar el decálogo, manteniendo lo esencial, por supuesto, pero adaptándolo a las nuevas necesidades del mundo de hoy.
Presentamos, pues, a nuestros queridos lectores, los nuevos diez mandamientos para un cristianismo posmoderno:
1) Amarás a Dios cuando te acuerdes, de forma más bien difusa y sin que ello afecte a tu vida para nada.
2) No tomarás el nombre de Dios en vano y la mejor manera de conseguir esto es no mencionarlo nunca, bajo ninguna circunstancia.
3) Santificarás las fiestas sustituyendo el domingo por el “fin de semana”, jugando al golf y siendo egoísta, pues es el tiempo que tienes para ti.
4) Honrarás a tu padre y a tu madre llevándolos a un asilo, que es donde deben estar, y eutanasiándolos lo antes posible para evitarles sufrimientos a los pobrecitos.
5) No matarás, pero, por supuesto, los niños no nacidos no cuentan, porque no pueden quejarse.
6) No cometerás actos impuros, pero, si eres incapaz de ser casto, que lo eres, comete actos impuros con preservativo y así serás feliz.
7) No robarás, pero, como sabemos que de todas formas vas a robar, justifícate diciendo que la empresa, el Estado o el vecino a los que has robado se lo merecían. Nunca robes a viejecitas ni a niños (que, de todas formas, no tienen nada valioso).
8) No mentirás, pero, ya que mientes a todas horas, que sea con un buen fin, siguiendo el ejemplo de nuestros prohombres de la política.
9) Los pensamientos impuros son algo natural y la base de todo nuestro sistema publicitario y comercial y de las industrias del cine, la televisión y los libros, así que ay del que se atreva a decir algo contra ellos.
10) Codiciarás los bienes ajenos, porque ésa es la piedra fundamental de toda sociedad capitalista.
El Cavernicola