Pesimismo y optimismo. Traducción al vulgar

Enviado por Dardo J Calderon en Mar, 17/03/2015 - 1:00pm

Dado que la cita de Gómez Dávila no se termina de entender, trataremos de salir de la maravillosa, poética y profunda  pluma del mismo, y tratar de explicar en vulgar lo dicho.

El Cristiano no necesita ser “optimista” porque la victoria es de Cristo, si o si. Y esperamos hacerla nuestra. Esto no es optimismo, sino una virtud teologal que se llama esperanza.

El optimismo o el pesimismo es una condición de talante frente a la historia, es decir, al derrotero humano. ¿Qué podemos esperar de la historia? ¿Qué podemos esperar del hombre en la historia? ¿qué podemos esperar de esta vida terrenal?. Pues lo mismo que le pasó a Nuestro Señor, ¿o es acaso mejor el alumno que el maestro? . En lo personal nos espera el fracaso de la muerte por razón del pecado. En lo social se nos ha profetizado la apostasía general como final de bombos y platillos. Y después de joderse, el triunfo junto a Cristo.

¿Qué si tenemos alegrías en esta tierra? Si. Pero son alegría en la medida que se elevan al plano sobrenatural. ¿Es una alegría tener un hijo? Si se va al infierno no. Y si es trolo tampoco. Son muchas amgustias que se sobrellevan en la medida de que los veamos caminar hacia el Cielo. Esa es nuestra alegría. En lo de la tierra… todo es endeble y proceloso.

Ahora bien. Por definición el Cristiano es un pesimista histórico y un optimista gnoseológico. ¿Qué quiere decir? Que sabemos que podemos “conocer”, sobre todo por la revelación; y que al “conocer”, no esperamos nada bueno de la historia. La filosofía moderna es al revés, parte de un pesimismo gnoseológico ( la duda- todo es relativo- no podemos saber la verdad.) y se culmina con un optimismo histórico - ¡no importa, todo irá mejor! – para no tener que pegarse un tiro. Los resultados del optimismo son las ideologías que esperan un mañana mejor, una utopía.

Entonces… si eres cristiano… no eres optimista con respecto a la historia. Y déjense de joder. Aprendan. Y esto no tiene nada que ver con tener cara de culo o con amaestrar a los chicos para el éxito.

Se trata del viejo dicho estoico y cristiano que suelen gritar los jugadores de póquer que saben, a los que esperan en la suerte. ¡Me cago en las cartas putas! . Al final, después de la historia, veremos la victoria y esto de acá me sisca.

Acá nos toca embromarnos, para Allá tener el premio. Nuestro laburo no es para acá, sino para Allá. ¡abracen este pesimismo!