¿Qué debe hacer un Tradicionalista ante el mundo moderno?

Enviado por Raibaud en Dom, 09/11/2014 - 8:36am
Tradi

El mundo moderno para un Tradicionalista

Esta pregunta se la hacen muchos, pero quizá no saben sacarle una respuesta definitiva a la cuestión.

Hoy, los tradicionalistas, vivimos rodeados de todo tipo de agasajos, lisonjeos y francachelas, que la modernidad ofrece a quienes deciden convertirse en sus esclavos, parciales o totales.

Por ejemplo, para mí personalmente, no tiene sentido que un tradicionalista, que se dice guardador de las mas sanas costumbres que otrora se observaron en la sociedad, esté dispuesto a aceptar los cánones de los nuevos medios de comunicación, véase televisión o internet. Es cierto que estos medios, si se usan correctamente, no son perjudiciales para la moral, por eso S. S. Pio XII, en su encíclica “Miranda Prorsus”, decía que: “Los fieles, que conocen el inestimable don de la Redención, deben desplegar todo esfuerzo para que la Iglesia pueda valerse de los inventos técnicos y usarlos para la santificación de las almas.”

Y en efecto, si la televisión y internet se usan para la santificación de las almas y para todo lo que esto envuelve, es laudable su servicio. Pero si los medios de comunicación, solo sirven pada dar rienda suelta a la inmoralidad mas absoluta, a la desinformación por principio, y a la vulgaridad por su propia imagen, son del todo despreciables para un auténtico católico.

Por otra parte existe la llamada “sociedad de consumo”, en la cuál las personas encuentran todo lo que les es necesario y lo que no, con solo acercarse a un centro comercial. Pero, echemos la vista atrás, y meditemos, ¿acaso en los siglos pasados, una familia católica tenía que depender en su totalidad de un abastecimiento público de recursos comestibles? Si esto hubiese sido así, ¿para qué se inventaron las huertas o plantaciones familiares? ¿Por qué debemos depender de la nefasta ley de la oferta y la demanda? Es bien sabido que en el pasado, cualquier familia católica, se proveía de los recursos materiales básicos, pero, ¿de dónde lo hacía? Sin duda que de el monopolio comercial impuesto por el capitalismo, no. Y ¿ por qué esto? Estas personas, sabían que sí daban su dinero (si lo tenian), a un burgues comercial, lo más seguro, es que éste lo aprovechara para tareas o empresas, que no son acorde con la doctrina católica. Y en efecto, pensemos esto, ¿adonde va a parar el dinero que nosotros gastamos dia a dia en un centro comercial? Se ha comprobado, que hay empresas de este sector del comercio, que promocionan y financian conductas tan reprochables para un católico, como puede ser el aborto, el homosexualismo militante, o la simple blasfemia o ataque contra la Iglesia.

Siendo esto así, debemos hacernos la pregunta, ¿hasta cuándo nosotros seguiremos dependiendo totalmente, de los productos de un centro comercial? ¿Acaso no sería más conveniente y acorde con nuestra religión, el solo adquirir comestibles básicos? ¿Acaso no sería más idóneo el volver al consumo de productos, de huerta familiar?

Decía un intelectual colombiano, Nicolás Gómez Dávila, que: “La urbe moderna no es una ciudad, es una enfermedad.” ¿Quién no está de acuerdo con esta afirmación? Porque, al menos, un católico que como tal se precie, debería reflexionar en serio sobre las anteriores palabras. Y, ¿qué le hace pensar a Gómez Dávila que la urbe moderna sea una enfermedad? Yo, no puedo saber a ciencia cierta que fue lo que le llevó a escribir estas palabras, pero hay algo que si sé , ¿es aceptable para un católico, que se vean a diario por las calles, conductas tan inmorales como la blasfemia, la lujuria, la vanagloria de el tecnicismo o simplemente, el ruido? ¿Que pueden significar para un católico los anteriores atentados contra la fe y la moral? ¿Porque los católicos, aguantamos esto, permaneciendo en las ciudades? ¿No sería mas conveniente, el aislarnos de el mundo, para no tener que sufrir con esto? Sin duda que existen tradicionalistas que parecen contentos el mundo, ya que aceptan esto, sin proponer ninguna alternativa a esta problemática, que yo tildaría de demoniaca.

De nuevo citamos a S.S. Pio XII:

“La sociedad habla por así decir por el traje que ella lleva; por la vestimenta ella revela sus aspiraciones secretas y ella se sirve de los trajes, al menos en parte, para edificar o destruir su porvenir.”

Pues bien, si lo que afirma Pio XII es cierto, ¿que porvenir le espera a una sociedad en la que las mujeres y los hombres se visten casi de igual modo? ¿Que futuro le espera a la modestia cristiana, si es que aún existe? ¿Que tiene que edificar esta sociedad sociedad igualitarista, sino la ciudad de Satanás? Es vergonzoso ver a personas que se dicen tradicionalistas, y visten como marca la dictadura de las modas. Resulta decepcionante ver a las damas católicas (si aún existen), vistiendo ropa propia de rameras, llevando esto a la pérdida de la modestia, y si mas cabe, un ataque a la castidad. Y en los varones que se dicen católicos, parece apreciarse su desprecio por el buen vestir, propio de la elegancia cristiana, y en cambio estos, aceptan para sí modas inspiradas en esta corriente que se ha venido en llamar “hippie”. Y para esta degradación de las vestiduras, se pone como excusa la comodidad. Pero parece ser que la comodidad desemboca en la propia deshonestidad, y atenta contra la búsqueda de la perfección cristiana.

El profesor e intelectual católico brasileño, Plinio Correa de Oliveira, decía lo siguiente:

“Los sonidos de las inmensas babeles modernas, el ruido de las máquinas, el tropel y las voces de los hombres que se afanan en pos del oro y de los placeres – de estos hombres que ya no saben andar sino correr; que no saben trabajar sin extenuarse, que no consiguen dormir sin calmantes, ni divertirse sin excitantes; cuya carcajada es un rictus frenético y triste; que ya no saben apreciar las armonías de la verdadera música, sino sólo las cacofonías del jazz; todo esto es la excitación en el desorden de una sociedad que sólo encontrará la verdadera paz cuando haya encontrado al verdadero Dios.”

Las anteriores palabras de Correa de Oliveira, parecen resumir lo dicho por mí hasta ahora, pero parece que se me escapa algo. Y es el gusto por la música, por la buena música. ¿Y esque acaso, la música, no juega un papel similar a la forma de vestir, para saber definir las características propias de la moral de una sociedad? Los hechos, parecen darme la razón. Cuanto mas parece desviado el gusto por la buena música, más se inmoralizan los comportamientos humanos.

Y bien, si vemos que en la actualidad, se consolidan todas las problemáticas, que precedentemente he descrito, ¿por qué no hacemos ya algo? ¿Por qué no dejamos de estar bien con el mundo moderno y empezamos a reconstruir la sociedad cristiana? ¿Por qué no damos el espaldarazo final a esta sociedad degenerada?

En mi opinión, se debe empezar a hacer algo, se debe empezar a crear un exilio de la modernidad, que permita volver a reconstruir la sociedad cristiana, sin influencia ninguna de el mundo moderno.

Se debe empezar por crear una atmósfera de catolicidad, solventando los dilemas sórdidos, a los que anteriormente me referí.
Hay que volver a retomar hábitos tan sanos como, la decencia en público, la modestia en el vestir y el gusto por la buena música.

Es imposible volver a la sociedad cristiana, estando mezclados con el influjo de la modernidad. Es cosa utópica alcanzar la perfección, si seguimos ligados al vicio.

Nódulo de la Legitimidad

Adjuntos