Huí medroso de tan mala gente y tan ciega y di en unos corrales con otra peor. Pero admiróme más el título con que estaban aquí, porque preguntándoselo a un demonio, me dijo:
-Estos son los de "Dios es piadoso, Dios sea conmigo".
Dije al punto:
-¿Pues cómo puede ser que la misericordia condene, siendo eso de la justicia? Vos habláis como diablo.
-Y vos -dijo el diablo- como ignorante; ¿pues no sabéis que la mitad de los que están aquí se condenan por la misericordia de Dios? Y si no, mirad cuántos son los que, cuando hacen algo mal hecho y se lo reprehenden, pasan adelante y dicen: "Dios es piadoso y no mira en niñerías; para eso es la misericordia de Dios tanta". Y con esto, mientras ellos haciendo mal esperan en Dios, nosotros los esperamos acá.
-¿Luego no se ha de esperar en Dios y en su misericordia?-dije yo.
-No lo entiendes -me respondieron-, que de la piedad de Dios se ha de fiar, porque ayuda a buenos deseos y premia buenas obras, pero no todas veces con consentimiento de obstinaciones, que se burlan a sí las almas que consideran la misericordia de Dios encubridora de maldades, y la aguardan como ellos la han menester y no como ella es, purísima y infinita en los santos y capaces della, pues los mismos que más en ella están confiados son los que menos lugar la dan para su remedio. No merece la piedad de Dios quien sabiendo que es tanta la convierte en licencia y no en provecho espiritual, y de muchos tiene Dios misericordia que no la merecen ellos, y en los más en ansí, pues nada de su mano pueden, sino por sus méritos, y el hombre que más hace es procurar merecerla, porque no os desvanezcáis y sepáis que aguardáis siempre al postrero día lo que quisiérades haber hecho al primero, y que las más veces está pasado por vosotros lo que teméis que ha de venir.
-¿Esto se vee y se oye en el infierno? ¡Ah, lo que aprovechara allá uno destos escarmentados!
Francisco de Quevedo