“Considerando el flujo de interpretaciones a las que ha dado lugar el término consensus, yo me atendría a la siguiente debida al ruso Vladimir Bukovski: Ignoro quién fue el primero que logró convencer a los americanos de que la democracia significa que hay que tomar las decisiones por consensus, pero este hombre era seguramente un buen chacotón que conocía su oficio... no logro imaginar ningún problema político o social que pueda resolverse por consensus. Todo problema de este tipo, por su definición misma, implica un cierto desacuerdo social o político. En otros términos: si un problema se plantea, es que no hay consensus, y si hay consensus, es que no hay problema”. (Alberto Falcionelli, Acerca de la Perestroika)
...”vemos como los libres artesanos, libres económicamente, de 1789, pierden poco a poco su independencia y se transforman en proletarios que se creen políticamente libres y que no son, a causa del sistema económico-político triunfante, más que miserables miembros de aquella clase que Marx llamará muy justamente Lumpenproletariat. Ya que este sistema basado en la mistificación es asimismo el más perfectamente inmoral de todos aquellos que registra la historia de Occidente, porque ha consistido esencialmente en hacer aceptar a sus víctimas como un mito religioso aquel concepto de libertad que, él, supo utilizar en función de sus intereses exclusivos… Por eso mismo, podemos entrever las razones por las cuales todas las tentativas emprendidas desde el poder para limitar los efectos de esta dictadura económica basada en la mistificación idealista, estaban destinadas al fracaso ya que tal dictadura, por su dominación sobre la vida social de la nación, tendía a integrarse en el Estado para coger en sus manos las palancas del gobierno”. (Alberto Falcionelli, El camino de la revolución. De Babeuf a Mao Tsë–Tung)
…“la expresión “sociología religiosa” no sirve para el estudio de situaciones sociológicas que, por ser tales, varían necesariamente en las distintas sociedades humanas, sino para disimular situaciones teológicas a ojos vista deterioradas.
No es éste el lugar apropiado para buscar y deslindar responsabilidades. Este es un trabajo que muchos otros han llevado a cabo cumplidamente a partir del Concilio Vaticano II acerca de las intensiones de los papas Juan XXIII y Pablo VI.
Aquí se quiere subrayar solamente que las situaciones religiosas provocadas por dicha asamblea y por la aplicación consecutiva de sus orientaciones, al hacer del mundo y de las condiciones en que el hombre vive y se desempeña el centro invariable de su función, ha hecho pasar la preocupación dogmática a segundo plano hasta su casi completa disolución. Aquí es donde realmente se puede aceptar la fórmula “sociología religiosa”, pero a condición de entenderla como una especie de nube artificial tras la cual se ha operado y sigue operándose dicha disolución. A medida que el mundo pasaba a primer plano, el Cielo y el Infierno se desvanecían, y así la culpa original y, por consiguiente, la necesidad, cuando no la realidad de la Redención. De teocéntrica –mejor, ante estos problemas, hacer uso de terminología sencilla-, la religión se ha tornado antropocéntrica en una pendiente que, paulatinamente, la ha transformado en escueto humanismo. Aquí está el nudo del problema, el nudo gordiano. ¿Quién logrará deshacerlo?
El estudio del fenómeno soviético –según Lenin humanismo de los humanismos- nos entrega un comienzo de respuesta al proporcionarnos un medio seguro de orientación”. (Alberto Falcionelli, Manual histórico de Sovietología)
…“ los mitos eróticos al ocupar, en el alma del hombre moderno, el lugar dejado vacío por la desaparición de las antiguas creencias, han completado su embrutecimiento… ya no se trata de tan solo tomar el poder por la legalidad o por la fuerza, sino de conservarlo por la anulación espiritual de los rebeldes eventuales. Liberalismo y colectivismo coinciden en los proyectos de la revolución tecnocrática… hemos asistido al empobrecimiento de las selecciones sociales, a la quiebra y a la muerte de las aristocracias, las de la sangre y las del espíritu. En este mundo bipolarizado entre el terror y el sometimiento, ya no son concebibles los ideales que representaron el aristos heleno y el legionario romano, el héroe y el santo de la Edad Media, el mejor cartesiano y el übermensch descubierto un poco tarde por el solitario de Sils María. Descristianización y empobrecimiento que hunden al género humano en una noche trágica y dan su sentido total a la definición de Joseph de Maestre cuando comparaba la humanidad a un árbol que una mano invisible poda sin cesar... en el mundo moderno todo es intercambiable, los sentimientos como los sistemas, el amor y la patria como las heladeras eléctricas… el hombre contemporáneo ha visto a sus jefes cambiar diez o doce veces de ideal en menos de diez o doce años, pero ha descubierto también que los dos o tres juramentos a los cuales la vida de antaño lo obligaba sin que tuviera que formularlos solamente puesto que respondían a obligaciones tácitas que encontraba al nacer, religión, patria, amor, podrían ser reemplazados por juramentos a otras patrias, nuevos amores, religiones ersatz.
En menos de cincuenta años, los mayores Estados se han transformado en farsas sangrientas, en entidades abstractas, contaminadas por un vicio constitutivo comparable al pecado original que pudrió a la humanidad en su nacimiento. A este mundo, el intelectual, el filósofo, el artista, el pensador, tienen el deber imprescindible de rehusar su adhesión.
En el rechazo del imperativo categórico de la revolución socialista tal como lo formuló Jaurès, el hombre que toma sus fuerzas en el caudal de sus ideales tradicionales debe seguir alimentando en su corazón la inmediata ternura humana que aplaca a los humildes y a los desdichados y cuyo gesto, único entre los gestos del mundo moderno, es un gesto de piedad y de vida” (Alberto Falcionelli, Capitalismo y Marxismo como ruptura en la historia)