Rimas Golpistas

Enviado por Esteban Falcionelli en Mié, 10/03/2010 - 8:15pm
 
Cerrábase la tarde del
9 de marzo
cuando
la Suprema
Corte

de Justicia emitió un Comunicado exhortando -entre otras cosas- a que
aquellos que tienen “responsabilidades de gobierno” se expresen “con
mesura y
equilibrio, porque respetar la magistratura es la mejor manera de dar
tranquilidad a los ciudadanos”
.
 
La nota
-nadie sabe si salida del
recio varón del Supremo Tribunal o de la señorita otrora desaparecida y
regresada a la vida como jueza-
es por demás justificada, legítima y
oportuna
en su contenido. Y en las maneras, si de amaneramientos parlamos, está
más
próxima a una misiva episcopal que a una fogosa catilinaria.
 
Empero,
la Presidenta, a
quien
ningún saber arredra ni ciencia le es ajena, rechazó su contenido, con
un
argumento de irrebatible cuño filológico: "la palabra mesura tiene mucho
sonido a censura”
.
 
Por el bien
del sufrido pudor, y
de la diafanidad lingüística de la polis, lo primero que debemos hacer
es dar
gracias a
la Corte
por no haberse valido de aquellas expresiones de intranquilizantes
disidencias,
capaces de suscitar las más ordinarias cuanto vertiginosas asonancias
presidenciales.
 
Pero
cumplidos aparte, la verdad
es que la reacción de
la

Kirchner
introduce una nueva figura cuasidelictiva
que, sin
ser expertos en la materia, nos atrevemos a calificar como portación de
similicadencia.
 
En efecto,
en adelante, nadie
podrá pedirle a la señora que tenga seso, pues rima con Proceso; ni que
evite
la corruptela pues forma un pareado de lesa humanidad con Videla; ni que
acabe con
la usura, porque puede armonizar acústicamente con dictadura; ni que
trabaje
por la nación, de aconsonantada proximidad con represión.
 
Los más
ortodoxos, incluso, como
el peraltado Aníbal, podrían promover un Decreto de Necesidad y Urgencia
prohibiendo que el Gobierno recuerde y acuerde, pues salta a la vista
que
“tiene mucho sonido a Falcon verde”. En tan sensata línea de decisiones,
Guillermo Moreno
gravaría con un novel impuesto el uso de todo vocablo
terminado en chorro, incluyendo el inofensivo arcaísmo horro; y el
diligente
Moyano sacudiría con un camionetazo homérico a todo aquel que osare
recordar
que su gentilicio concuerda con afano. Asimismo, serían declarados de
interés
nacional aquellos versos de Ana Inés Bonnin Armstrong, que cantan
primorosos:
Esmaltarás la tierra toda sin mesura; y hasta el antañón adagio: "vino
con
hartura y tajada con mesura"
podría serle atribuido al Dr. Carlos
Fayt
, suprimiéndoselo de nuestros refraneros por desestabilizador. Tal
vez,
la Bonafini extienda
las
sanciones fonológicas a los dígitos cardinales, pidiendo cárceles
comunes a
quienes insinuaran que 30 mil asocia su tañido con febril.
 
En suma,
que estamos ante una
extraordinaria restauración semántica, imprevista aún en los mejores
tiempos
del culteranismo. ¿Pudo acaso Nebrija imaginar que las palabras se
dividen
entre las que tienen mucho sonido a censura y el resto de las voces? ¿Se
le
ocurrió al de Estagira columbrar estas nuevas especies de términos?
¿Supieron
ésto los gramáticos de Alejandría?
 
Hubo un tiempo en que
pedir y
entregar mesura, era sinónimo de la mayor hidalguía que podía ostentar
un
hombre público. Recuérdese que el juglar cidiano elogia a Don Rodrigo,
en
repetidas ocasiones, diciendo de él que "fabló bien et tan mesurado".
Hoy resulta que palabra tan alta es rechazada por sus connotaciones
fonéticas.
Y que la artífice de tal rechazo convive ideológicamente con un
sujeto horripilante que destroza los sonidos del habla castellana a cada
tramo
de gangosa dicción
.
 
Por eso, y al margen
ya de las merecidas
parrafadas en sorna, triste cosa es para una patria que supo rendirle
culto a
la palabra bella y honesta, que su primera testa política sea una fémina
en la
que la incultura compite con la arrogancia, la memez con la soberbia, la
tosquedad con el engreimiento y el despotismo con la logomaquia.
 
Porque
hablando con la propiedad
idiomática que le es ajena, este último término es el que hoy se le
aplica. La
logomaquia, en efecto, es aquella discusión en que se atiende a las
palabras y
no al fondo del asunto. Una variante ya probada de los antiguos sofismas
que
reprobara Sócrates.
 
El fondo
del asunto no es la
cadencia de los fonemas, sino la tiranía de su mandato, en el que son
ultrajados a diario el Orden Natural y el Decálogo, la dignidad nacional
y el
decoro social
.
 
Lo que la
señora y su amo le
adeudan explicar a
la
Argentina
, no es cuáles son aquellas palabras que
“tienen
mucho sonido a censura”
, sino cuáles son aquellos actos de su gobierno
que
suenan rotunda y estentóreamente a latrocinio, a canallada, a impiedad y
a
cultura de la muerte.
 
Entretanto,
los compatriotas
sufridos y cabales, ya no podemos evitar que la palabra kirchnerismo nos
siga sonando a estiércol
.
 
Antonio
Caponnetto