Saint-Exupéry: La filosofía del arraigo

Enviado por Esteban Falcionelli en Lun, 03/11/2008 - 6:15pm


A los escribanos yescribanas participantes asiduos, puntuales y activos del Curso deArgumentación Jurídica del Colegio de Escribanos de la Ciudad de Buenos Aires,gracias a los cuales, el mismo se ha transformado en un ámbito propicio para crearlazos de afabilidad y de amistad.

"Los lazos afectivos que unen alhombre de hoy con los seres y las cosas, son tan poco sensibles, tan pocodensos, que no se siente la ausencia como antes". Saint-Exupéry, Cartaa un rehén”.

I.- La necesidad de “crear lazos”

La obra más difundida delSaint-Exupéry es El Principito. En ella, habla ese hombre pequeño queel aviador lleva en su corazón y dibuja en cualquier papel; ella es unparadigma de una larga deliberación interior, de un diálogo consigo mismo,en la que se desdoblan y confrontan dos etapas de su vida, de la vida de unamisma persona. Es el niño quien inquiere y apura al adulto; es incluso quienlo conduce al recuerdo de sus raíces existenciales que parecen perder vigor.

Unade las lecciones que el protagonista recibe del zorro sabio, apunta a lanecesidad de “crear lazos”, de anudar vínculos, en un tiempo signado por unahosca soledad, no la del desierto, sino la soledad en medio de la multitud, laque el hombre siente y padece a pesar de estar amontonado sin estar unido, lasoledad que resulta del individualismo y de la masificación.

El zorro, eldiminuto “fenech” de las arenas, que el aviador había conocido en el Sahara, ensu puesto de Cabo Juby, invita al hombrecito a domesticarlo, a crear lazos deamistad. Esta empresa requiere tiempo, paciencia, amor, engendraresponsabilidades y exige el respeto por los “ritos”, algo hoy “demasiadoolvidado”.

Pero ¿qué es un rito? pregunta el niño siempre inquisidor. Un rito“es lo que hace que un día sea diferente de los otros días; una hora, de lasotras horas”. Así son los ritos los que jerarquizan los días y nos permitendistinguir los días festivos de los comunes.

Hoy la amistad está en crisisporque, como señala con agudeza el zorro, los hombres viven apurados,“compran las cosas manufacturadas a los mercaderes. Pero como no existen losmercaderes de amigos, los hombres no tienen amigos. Si quieres un amigo,domestícame”.

Porque la amistad es don recíproco gratuito, se encuentrafuera del mercado y aparece como algo extraño en un mundo, que como señalabaCharles Péguy, se ha vuelto prostibulario, al extender el ámbito de lonegociable, a muchos ámbitos que en otros tiempos estaban fuera del comercio.Ese poeta murió heroicamente en la Primera Guerra Mundial, y si hoy resucitara ¿quédiría al enterarse de que hasta los vientres se alquilan o ciertos órganos senegocian?.

En Ciudadela, obra póstuma e inconclusa, aparece reiteradaesta filosofía del arraigo, de las raíces, que al vincular alhombre a su familia, a su oficio, a su patria, lo protegen contra el abismodel espacio, en tanto que los ritos y las tradiciones, al permitirleubicarse en el suceder temporal, lo protegen contra la erosión del tiempo.

II.- “Soy de mi infancia como de un país”

Esa filosofía, Saint-Exupéry laaprende en su infancia y la practica durante toda su vida. Como señala sumadre, cuando era un chiquillo, subía a los abetos para amansar a las tórtolas.En el desierto amansaba a los moros. Y aun hoy, después de tantos años desilencio, sigue anudando relaciones entre los hombres.

El testimoniomaterno interesa, porque Saint-Exupéry no fue “un huérfano criado por una tía”,como afirma algún tonto ignorante, sino un hijo que tuvo la desgracia de perdermuy pronto a su padre, pero que tuvo la bendición de tener a su madre hasta elfin de sus días. Y no una madre cualquiera, sino una madre y maestra, “un ángelguardián”, siempre solícita y desvelada por sus cinco hijos.

La primerapertenencia del escritor es el tiempo más hermoso de su vida; por eso escribe:soy de mi infancia, como de un país. Ella le permite “atesorarprovisiones de dulzura” y se manifiesta, viva y consoladora, en los momentosmás difíciles, pero también más fecundos de su existencia: en el desierto, enel exilio y durante la guerra.

Cerca de uno de los castillos familiares seencuentra el campo de aviación de Ambérieu, en el cual a los doce años,Saint-Exupéry recibe su bautismo de vuelo; allí comenzaron a forjarse losvínculos con un noble instrumento: el avión, al cual acaricia como si fuera uncaballo.

III.- Las alas se abren

Pasaron los años y un día, después demúltiples frustraciones, las alas se abren y como novel piloto se incorpora a La Línea, cuyos avionesprimero conocerá en su mecánica, para luego surcar los cielos de Francia,España, África y América, todo bajo la dirección severa de Didier Daurat, quienincorpora a sus hombres a una empresa heroica, que a la vez constituye unaescuela de prudencia, energía, humildad, camaradería y responsabilidad.

Jefe deexplotación de laAeroposta Argentina, realiza en nuestro país, en breve tiempoy siendo muy joven, una obra extraordinaria; tanto que con estricta justiciaapareció hace años, en una serie de un matutino, como una figura de nuestratierra.

A él se debe la fundación de la Línea en la Patagonia que unía a Bahía Blanca con RíoGallegos, pues compró los terrenos y construyó los aeródromos. En ellos, aveces aterrizaban los aviones compitiendo con un viento que superaba suvelocidad, y si era de noche, alumbrada la pista con fuegos precarios. Estagesta aparece en Vuelo nocturno. Pero no sólo dirige y administra,sino que también auxilia a los camaradas accidentados.

IV.- El “oso y elpajarito de las islas”

En Buenos Aires conoce a su mujer y comienza elromance entre “el oso y el pajarito de las islas”, según expresión de ella,el cual concluirá en un matrimonio lleno de dificultades, pero afianzado por unvínculo eterno e indisoluble. LaRosa que germina en el planeta deEl Principito noes otra que su mujer, la salvadoreña Consuelo Suncin de Sandoval, viuda deEnrique Gómez Carrillo, que había venido a la “Reina del Plata” para tramitaruna pensión.

Pero esta mujer tiene todas las características de la Rosa, es muy coqueta, es linday atractiva, pero también es posesiva, complicada y mentirosa. Respecto de laúltima nota, se encuentra en Ciudadela una referencia inequívoca:“Dios me envió aquella que mentía tan lindamente… Y me inclinaba sobre ellacomo el viento fresco del mar… Me callaba delante de sus mentiras, sin oír elruido de la palabra en el silencio de mi amor… Porque la habían enseñado mal… yme venía el deseo de liberarla. Sí, Señor, he faltado a mi papel” (XL).

Es raroencontrar en la obra póstuma, palabras tan tiernas, por otro lado tanconcordantes con la confesión que el Pequeño Príncipe hace al aviador: “Nodebía haberla escuchado. Jamás hay que escuchar a las flores. Es precisocontemplarlas y aspirar su aroma. La mía perfumaba mi planeta… No supe entoncescomprender nada. Debía haberla juzgado por sus actos y no por sus palabras… ¡Nodebía haber huido jamás! Debería haber adivinado su ternura detrás de suspobres astucias. Pero era muy joven para saber amarla” (IX).

Tenía que aprendera quererla poniendo en práctica las enseñanzas del zorro, tenía que saberdistinguirla de las cinco mil rosas que encuentra en su camino, esas rosas queestaban vacías, porque nadie las había domesticado ni ellas habían domesticadoa nadie.

Por último, su versión acerca del enamoramiento en un vuelo sobre elRío de la Plata,no es del todo convincente, como otros relatos más o menos inverosímiles queaparecen en su libro. Según cuenta el piloto le pidió que lo besara y como senegó, porque no eran novios, enfiló el avión hacia las aguas; sólo el besosolucionó el problema.

V.- La guerra

Los años de la guerra lo convocan paraservir a un gran prójimo: la patria, esa Francia, a la que quiere como “unacarne”. Entre los camaradas de su Escuadrilla vuelve a encontrar el mismoespíritu que le hizo anudar tantos lazos en los tiempos de “La Línea”. Se convierte enel decano de los pilotos de guerra del mundo y constituye para sus nuevoscompañeros el aviador más querido, el gran ejemplo de una vida que avala elpensamiento.

Este hombre pacífico, aunque no pacifista, se despide de su mujer,en una carta emocionante de abril de 1943: Consuelo… Parto para la guerra.No puedo soportar estar lejos de aquellos que tienen hambre, no conozco más queun medio de estar en paz con mi conciencia y es sufrir lo más posible… Noparto para morir. Parto para sufrir y así comunicarme con los míos… No deseohacerme matar, pero acepto bien voluntariamente adormecerme así.

Es ellenguaje de un héroe contemporáneo, que ofrenda su existencia temporal para quesu patria viva, en su cuerpo y en su espíritu. Exiliado en los Estados Unidos,trata de lograr la unidad de los franceses para liberar a “cuarenta millones derehenes” y le parece que “un francés en el extranjero debe ser testigo dedescargo y no de cargo de su país, cuya salud no reside en una depuraciónsangrienta”. Un anticipo de lo que luego sucedería.

Calumniado, difamado como“fascista” quiere combatir hasta el final, para después de la guerra, poderhablar. Y por eso escribe: “No puedo más que volver a entrar en el silencio sino hago la guerra”.

VI.- La muerte

Una semana antes de su misteriosadesaparición recibe el bautismo Christian Gavoille, hijo del jefe de la Escuadrilla. Elpadrino es Saint-Exupéry y la madrina, la mujer del General Mast, es quienrelata la ceremonia.

Como se encuentra un poco alejado de la prácticareligiosa, el aviador le pide a la madrina una clase de catecismo, porquequiere asumir con seriedad su papel. Leen juntos el ritual y toda suinfancia sube a la superficie. Es la fe de la infancia, que lo religanuevamente a Dios, después de años de infructuosas búsquedas, de plegarias sinrespuesta. Es la restauración del vínculo sagrado a la luz del cual alcanzan suplenitud todos los lazos verdaderos y honestos establecidos entre los hombres.

En el Diario del grupo 2/33, del 31 de julio de 1944, así lo recordaban suscompañeros: “Perdemos con él, no sólo a nuestro camarada más querido, sinotambién a quien era para todos nosotros un gran ejemplo de fe…Saint-Exupéry es de esos hombres que son grandes delante de la vida, porquesaben respetarse a sí mismos”. Es una respuesta a quienes hablan de susuicidio.

Y así lo recuerda un poeta nuestro, con versos de hondo simbolismo:

“Nunca más handormido, están despiertos

-marciales comofieles centinelas-

los que sabían queecharías velas

con las alas al marde los desiertos.

Todavía hay dibujosencubiertos

y templos a la luzde las candelas,

Imperios queparecen ciudadelas

y ojos claros delal0ma bien abiertos.

El niño con eltrigo entre las sienes

el zorro y elaljibe y la roldana,

el planeta, la flory hasta el cordero

se han quedado aesperarte porque vienes

de tu vuelonocturno una mañana

a enseñarnos lacifra del lucero”.

BernardinoMontejano. Villa Ocampo,25-10-2008.

Nota de Argentinidad: Gracias a Germán Rocca por este estupendo artículo que nos enviara.

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