El “vaticanólogo” publicista de la línea conservadora vaticana -don Sandro Confunditer- nos quiere dejar tranquilos.
Parece que ante el ataque modernizante, prostituyente, electrizante, sidotizante, espeluznante y sicotizante de la palurda zurda emputecida del entorno de Francisco; tenemos como adalid de la pureza doctrinaria al pedante, tranquilizante, esclerozante y fullero del Cardenal Molinero, quien, por lo menos, aunque no el dogma, nos va a salvar el culo. Con su cara de ejecutivo duro, parece ser que es quien va a poner coto a los desmadres del futuro sínodo y aún más, parece que su sola presencia está corrigiendo la próxima encíclica papal que habla del efecto de los eructos de vacas en el medio ambiente (pero gracias a él no se va a ser alusión al benéfico efecto de los pedos de los putos en ambientes cerrados); asegurando, según el especialista, que la sana y tradicional doctrina de Juan XXIII, Paulo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI, ¡quedará victoriosa!. ¡¡¡Bravo!!!
Acá, nuestro vernáculo especialista de panorámicos anhelos, se prende a la propaganda, pero haciendo unas oportunas y honestas salvedades, parece que Müller tiene algunos “puntitos flojos” dentro de su férrea figura de paladín de la fe. Más allá de que la Virgen no lo es tanto, la Teología de la Liberación no es tan mala como la pintan y a la reacción tradicionalista hay que ponerle coto… el Cardenal es un tipazo; un Torquemada.
Un gran repartidor de corchos culeros entre la curia y excomulgador de bragueteros entre los fieles, que grita lleno de furia y señalando de su cintura para abajo “¡de aquí no pasarán!”. “Soportaremos que se metan con la cabeza, que después de todo no sirve para mucho, pero no con los gregüescos. Mi escudo cardenalicio será retocado y mostrará un hombre con la cabeza en las nubes y un gran calzoncillo de lata. Que quede claro: esta religión está para el culo.”
De alguna manera coincidimos con la conclusión. Pero mandingas y resabiaos como mula tuerta, añoramos las picardías de Quevedo, de Villón, de Rabelais y de otros tantos, que en tiempos mejores se han tomado los asuntos de braguetas en solfa y han permanecido con sus cabezas y sus corazones en la fe. Que para los bajos, Dios tiene pensada buenas maneras de purgar con hemorroides, cánceres de próstata y otras linduras que hacen pagar en dolor lo que las tripas nos hicieron placer y de los que suelen surgir himnos de grandiosas confesiones.
Que el último bastión de la defensa del viejo y heroico catolicismo … sea ponerse un tapón entre las nalgas; nos deja ano-nadados.
¡Verlaine, Rimbaud, Wilde! ¿Dónde han quedado sus gloriosos arrepentimientos de putos edificantes?. De profundis, Una temporada en el Infierno, y la odas marianas del primero… Mujeriegos de todas layas, como el gran Fernando “El católico”, o aquel francés que fue elevado por Luis X a la nobleza por haber cumplido nueve veces en una noche para retrasar la llegada indiscreta de una amante real y así salvar el Católico Trono ¿de qué sirvió?.
Sandro, Müller y toda la tropa de decadente moralina desanclada de la Cruz, ¡se pueden ir todos a la misma mierda! Me dan ganas de iniciar una ronda de comentarios sobre DH Lawrence y Choderlós de Laclós para las cofradías de juventud, a ver si entienden que lo que hay que salvar es la cabeza, que lo del culo va y viene y que normalmente tiene su purgatorio en la vida.
¡Hasta cuando habrá que aguantar esta baba conservadora y línea media, por la que hay que aceptar el Concilio Vaticano II para mantener un virgo fiambre! Al final, ya sea para entrar o para salir, toda la civilización cristiana es un asunto de entrepiernas.
Viejas y penitentes prostitutas de todos los suburbios cristianos, desde el purgatorio: liberadnos de estos confusos bragueteros.