Estos días han sido de sucesos bastante impresionantes.
Tenemos a una buena cantidad de argentinos que aseguran hacer patria apoyando a Campagnoli. Y lo tenemos a Lázaro, que se levanta y anda.
Tenemos un kirchenismo que usa de la voz “cipayo” cual machazo de antes, pero sin todo lo demás.
Y una Corte Suprema yankee con mayoría de jueces católicos que o no lo son tanto, o no leyeron en las historias de los santos la de Tomás Moro, o nadie les enseñó que el usurero y quien lo banca se van al infierno. O, como casi todos, no creen que éste exista.
País liberal por excelencia, ideal para la pesca de los brothers mayores, que según Belloc pasó de la barbarie a la decadencia sin conocer la civilización.
Y no la conocieron ni la conocerán, pero esta Argentina vulgar, también incivilizada, les envidia Miami.
Linda panzada se están pegando los opositores de la prensa que funge de patriótica y anti kirchnerista, a pesar que el pato del juicio newyorkino lo van a pagar antes que nadie los desgraciados de la pobreza.
Qué sistema más lindo terminó siendo este, que reivindica el cumplimiento de sentencias que claman al cielo, confirmadas por todas las instancias, con el abogado Cohen y el resto de la banda.
Un sistema cruel, implacable, biensonante; que le ha demostrado al forro de Chávez y luego a Maduro que si te desalineás, cagás fuego.
Tengo para mí que no se sale de esto más que marechalianamente, por arriba. Pero o soy demasiado humano o tengo poca fe. Me gustaría ver a Griesa, tan aséptico –como todo liberal- al interpretar la Ley Positiva en desmedro de la Natural, verlo arder en el último infierno dantesco. Viejo choto, sorete del sistema con sueldo, jubilación y seguro de vida. Y la puta madre, no hay quien diga que es un hijo de puta...
No merece un solo argentino, por cinco minutos, cagarse de frío por la especulación de un tiempo donde ya sin hombres se mata de hambre y de frío; donde desgraciadamente ya no se acribilla de frente y arriesgando el pellejo propio. American style.
Es la crueldad más perfecta la del hipócrita que mata mientras se golpea el pecho, es el fariseísmo de los mismos de siempre que se matan de risa ante las pequeñas aventuras políticas de un boludo cualquiera que en el culo del mundo pretende arreglar algo pensando que escapará a las garras eficacísimas de los titiriteros. -que les pasan lista cuando se candidatean, que el que no los visita en New York, no llega-.
Es para mí un consuelo no envidiarlos nada, no querer estar en sus cueros ni por cinco minutos. Verlos sentirse tan triunfantes como se pavonean inconsientes que perdieron. Verlos aburridos, sin auténticos amigos, contando guita. Es gratificante verlos nadar en el dinero que lleva impreso las caras de los masones más ilustres.
Encuentro sosiego en la desgracia de estos pobres criminales que no saben qué es compartir la lumbre del hogar con los hijos, ni conversar con un amigo bajo la soledad del sereno o creerle a la mujer que asegura quererlos. Es imposible imaginarlos sonreír.
El diablo es el diablo. No tiene hijos, no es padre. No puede querer; ni siquiera a sus más conspicuos seguidores.