Tengo una parva de muchachos que vienen del colegio y de la universidad con el tema de la Dictadura, los años setenta, los muertos … y ya se me impone el decirles algo, mal que me pese.
Debo ser franco con ellos ya que no son un negocio. Hoy me toca ponerlos sobre aviso de quiénes son algunos de sus profesores, jóvenes que se cocieron en las universidades entre la nostálgica tara adolescente de que para tener corazón hay que ser de izquierda -lo que equivaldría al modelo cristiano de repartir los bienes entre los pobres- y el mito "del intento revolucionario de una sociedad mejor y democrática que practicaron aquellos muchachos heroicos contra las dictaduras militares y les costó la vida".
Este doble ideal que afiebró sus juventudes, les dejó en el mejor de los casos un fondo de autoreproche, porque lo poco que consiguieron con la democracia no están muy dispuestos a repartirlo con nadie, y porque la democracia por fin conseguida deja el regusto amargo de que no se consiguió por ese lado y de que los muertos no tienen mucho sentido (que si revisan ustedes la historia -si es que se puede- verán que con la promesa de la democracia y una bosta de sueldo no paraban a aquellos muchachos heroicos, que justamente luchaban contra una democracia que hedía de corrupta y querían una justiciera dictadura de... vaya a saber quién!).
Su madurez los encuentra con la horrible frustración de un bolsillo que parece más vacío de lo que está frente al reclamo de confort burgués, única caricia que puedes esperar de una sociedad sin sentido cuando se te ha terminado el bello tiempo de las caricias. En el peor de los casos queda el resentimiento y la revancha, pero eso requiere energía.
Estos hombres y mujeres conforman la clase sacerdotal del nuevo opio de los pueblos: el socialismo democrático. Demasiado pobres para una temporada en París (que no surja de una beca con hambre después de horas interminables de besamanos), devorados por el complejo de inferioridad al paso de los autos del barrio privado; recluidos en ese universo cerrado de la ciudad universitaria -mezcla de ignorancia, ciencia y odio-.
Enterrados en ese mundo abstracto de lecturas excesivas, de palabras técnicas, de dudas metódicas; ejercitando la mística de haberse vuelto cínicos y jugando a sentirse despreciables… elevan desde sus templos académicos el monótono rezo de su fe sin esperanza entre volutas de tabaco, crujir de anfetaminas discutiblemente recetadas y un suave olor a sexo desganado que se ejerce más por la nostalgia que por el gusto (y que logra el cenit de pasión en la reacción desesperada de la toma de conciencia de lo que irremediablemente se está perdiendo).
Servidores de una cruel religión de un dios estatal con presupuesto limitado, encarnado sucesivamente en la peor pesadilla del académico -un abogado- esperan la salvación en la merced de un cargo público donde sólo unos pocos…(los más abyectos fieles del culto y lameculos del odiado leguleyo) obtendrán la mermada gracia del sueldo con anual complementario, pero… secretamente esperan bañarse en la generosa mierda del poder corruptor del dinero capitalista una vez que hayan alquilado su pluma, prestado sus más bajas astucias y practicado las tretas de un oficio que sin embargo no conocen -eso si- todo para ayudar a joder a sus prójimos, los iguales…, los malditos iguales.
Divorcios, abortos, cuernos y puterías son los necesarios testimonios de vida que junto a un blasón científico -master o doctorado- crearán el halo de santón que les permitirá disfrutar el nuevo liderazgo que otorga el soborno, el que por fin -síntesis de la dialéctica- viene sin bronca, ya que les pagan justamente para que sean "funcionarios socialistas" y se hagan cargo de una buena vez -y de alguna mala forma- de toda aquella carne picada que deja la moderna industria de la estafa, del bluff, de la apariencia, y practiquen sin cuidado de las consecuencias (¡chof! ¡chof! Monsieur Guillotin) -una o varias de las teorías sociológicas que les permitan entretener la gilada el tiempo suficiente para llenar la canasta y… si tan mal no manejan… -y no se tientan y se les alarga el tiempo suficiente para que la gente experimente los resultados y los linchen … - podrán retirarse -brindis de por medio- con el halo un poco torcido, con tufo a tintura y a viagra… pero intacto y con jubilación del ochenta por ciento móvil.
Su dogma no es ya la "libertad" de aquellos viejos anglosajones, que su sólo nombre atemoriza de músculos, mandíbulas, miembros viriles y jornadas de doce horas. Ese es un juego que queda para unas estrechas ligas mayores. Su dogma es la igualdad como sublimación de la envidia. Ni siquiera la francesa… la freudiana.
Como toda religión -además de confesores- necesita sus mártires. Alguien dio su vida para darnos la presente maravilla. Y qué mejor que ese montón de muchachos que fueron llevados al laboratorio de la sociología marxista -allá por los setenta- cuando "le dernier crie" en la materia era la muerte y el biscoso nauseabundo soñaba con que el Che le copulara la femme (se llamaba Sartre y la mina seguía igual de trola pero estaba vieja)…, paso dialéctico -necesario y previo- hasta que se pusiera en práctica la famosa "gambetta" que se le ocurriera a algún ilustre enano jorobado, resentido y meado (este se llamaba Gramsci), y entonces… luego de escuchar científicamente desde sus salas de profesores -¡chof! ¡chof!- el estallido de los cráneos, el crujir de los huesos y el brotar de la sangre; luego de comentar sesudamente los tratados latinoamericanos sobre si es mejor que te vuelen los huevos en la guerrilla urbana o rural; luego de comprarse una boina que guardarán en el ropero junto al gamulán; y luego de hacerse los zonzos y decir que no conocían los técnicos tratados europeos de contrainteligencia (los publicaba Emece y se vendían en las librerías del centro) que aconsejaba a los tecnócratas terminar en la forma más poco honorable con el experimento que comenzaba a irse a la misma mierda y molestaba tanto a tirios como a los otros.
Luego, digo, de que fueron traicionados los cobayos de la revolución y los de la represión; luego de que todos hicieron su negocio y se juntaron a festejar en la Fundación Ford.. estos otros se ponen en la cien el mismo dedo que usan para el culo y se proponen rever la metodología del nuevo experimento: "frente al enorme poder del dinero…, basta de fusiles…, debemos hacernos democráticos, abyectos, aleves, solapados, odiosos, despreciables, subterráneos, discriminados y putos". "Gusanos del camambert universitario". "Pueda ser que nuestro propio sida -y si se dignan jodernos- los termine matando". Y una parva de boludos gritan ¡eureka! ¡lo encontraron! ¡El socialismo subió al poder desde la universidad! ¡Por fin podemos dedicarnos a la política!… que consiste exactamente en no meterse con ELLOS nada más que para cobrar por administrar el montón de desecho que producen en desocupados, jubilados, empleados públicos y otras hordas de frustrado… a los que el neocapitalismo ya no quiere ni ver -ni le sirven para levantar bosta- pero a los que de a peso por cabeza es fácil de afanar y dando publicidad oficial a dos canales de televisión, un diario y una revista pornopelotuda les hacés votar por el mas hideputa de la camada setentista de derecho…, quien… -"pour la gallerie"- se cubre de un ambiente misterioso de pasado guerrillero y complots en sótanos con ecos de saxofón… cuando lo cierto es que por aquellos años… me consta… lo único que aprovecharon de la movida subversiva es afanarse el título en medio del bodrio; echarle unos polvos a una compañerita de "toma", y treinta años después jactarse de haberse codeado con unos tipos que no los hubieran invitado ni a mear…, porque para ello -en aquellos días locos- se necesitaban mucho más cojones.
Aquella locura, hijitos míos, fue nada más ni nada menos que un experimento sociológico-político, organizado y financiado por las fuerzas políticas de todos los bandos de aquellos tiempos, a base de un cóctel de idealismo, odio, pelotas, inconsciencia moral y complicidad imbécil. La imbecilidad cómplice fue la de los padres, los educadores, los intelectuales y los hombres de Iglesia que -luego de cierto Concilio- se hacían en una parte cómplices… pero en una mayor parte se hacían los imbéciles (costumbre esta última que guardan con celo).
Los resultados, a diferencia de los presentes, fueron sangrientos.. pero no menos graves que lo que hoy nos pasa, en que los resultados del nuevo experimento sociológico son sobre todo morales.. y no hablo ya de una moralidad de sermón dominical, de la bragueta y esas cosas… hablo de aquel último soporte de la salud psíquica que constituye una moral mínima de subsistencia vital. Hablo de no ser una mierda y saberlo. De no ser una mierda por unos mangos. Hablo de algo que supera lo carnal y lo mundano. Hablo de algo diabólico. Con los mismos protagonistas. Con los mismos cómplices. Con las mismas víctimas y con parecidos negocios. Pero con diferentes ingredientes… ya nada de idealismo, odio y pelotas … ahora cinismo, autodesprecio y poner el culo.
Por ello niños, no acepten el juego degradante del autodesprecio derrotista ni la trampa del exitismo económico. No sean ni de los iguales ni de los libres. Para ambos hay que ser previamente una mierda. Una mierda débil o una mierda cruel, y ambas al final se huelen. Recuerden que el demonio es un idiota coherente, pero un idiota al fin, y el acto de idiotización más coherente de nuestro tiempo es la abolición del orden moral. Ya verán que cualquier persona que tenga una mínima escala de valores, será tarde o temprano un maldito fascista, discriminador, rebelde y dogmático, y de ello serán acusados por todo aquel que quiera abusar de ustedes haciéndoles bajar la guardia. Esa será la señal.
En este absurdo total tengan presente que lo bueno es lo más barato (no se consigue en las tiendas), que con alegría se puede ganar lo necesario y que por el contrario, hay que ganar mucha plata y hacer mucho esfuerzo para tener cosas malas. Aunque uno puede irse al infierno sin hacer mucho y dejarse llevar, el diablo te tomará de imbécil y te hará trabajar como loco para lo mismo. Siendo que el bien viene por el amor, y se consigue con un mínimo de disciplina…, la disciplina de todos los días de hacer mejor tu vida proponiéndose no ser una mierda.
Nota: Las palabras marcadas en "negritas" las agregó Esteban Falcionelli, o sea: yo. La imagen la puse porque se me dió la real gana y por motivos obvios, pero le cabe la putiada a todas las universidades locales.