Obispos mentecatos

Enviado por Esteban Falcionelli en Jue, 15/11/2007 - 1:27pm
Se entiende perfectamente el viaje de obispos católicos a Tierra Santa. Donde nació, vivió y murió Nuestro Señor Jesucristo.
Lo que ya me parece estúpido es que en algún momento del viaje se trasladaran en cuerpo a rezar ante el Muro de las Lamentaciones. Algún energúmeno judío les echó con cajas destempladas diciéndoles, más o menos, que allí no pintaban nada. Y era cierto. Porque allí no pintaban nada.
Se me dirá que el Papa también acudió y dejó su papelito en una de las rendijas del muro. A mí no fue un gesto que me entusiasmó pero en Juan Pablo II puedo entenderlo. Las relaciones de la Iglesia con el judaísmo no han sido precisamente cordiales, iba invitado por el Estado de Israel, quiso dar una muestra de buena voluntad... Vale. La suprema cabeza de la Iglesia quiso ser simpático. Vale.
No sirvió de nada pues los judíos después del papelito siguieron con la Iglesia exactamente igual que antes del papelito. Pero ya lo de los obispos austriacos no tiene el menor sentido. Cada uno tiene que rezar en sus templos y no en los de otros. El obispo que va a una logia masónica, a una mezquita, a una pagoda o a una iglesia protestante para rezar o hacer que reza junto a un gran maestro, un imán, un rabino, un pastor o pastora protestante hetero u homosexual, un chamán, un hechicero o un lama en primer lugar confunden al personal y además hacen una estupidez. Y tal vez un sacrilegio.
Reúnanse en un despacho para tratar temas de interés común si los hubiere. Por supuesto que con amabilidades y sonrisas. Y hasta con café y galletas si se quiere. Pero a la hora de rezar cada uno se va su casa, o a su iglesia, y allí reza a su Dios o a quien le dé la gana.
Me parece muy bien que los judíos hayan mandado a hacer puñetas a los obispos austriacos. A ver si aprenden los demás. Porque con la estupidez ambiente, de haberse difundido la imagen de los austriacos rezando ante el muro y metiendo papelitos en las ranuras de las piedras, no me extrañaría que en las peregrinaciones a Tierra Santa, además de las estaciones obligadas: Santo Sepulcro, Monte del Calvario... fuera también parada obligada el Muro de las Lamentaciones.
Y al regreso a España la piadosa señora peregrina al enseñarle a las amigas las fotografías del viaje, les dirá:
-Mirad, mirad. Ésta es la de lo que más me emocionó de todo. Dejando el papelito en el Muro de las Lamentaciones.
-¿Y qué ponías en el papelito?, le preguntó una de las amigas.
-Pues pedí perdón por todos los judíos que habíamos matado.
-¿Pero es que mataste a alguno?, insistió aquella que por lo menos parecía tener un dedo de frente.
-Hija, yo no, pero Hitler muchísimos.
-¿Y qué tiene que ver Hitler contigo? ¿Era tu padre, tu primo? Más bien debería ser él quien pidiera perdón.
-¿Cómo eres? No te enteras de nada.
Y tan contentas pasaron al te, que se estaba enfriando.
A ver si dejamos de hacer el imbécil. En Finlandia hace unos días un chico perturbado hizo una matanza creo que en un colegio. Si yo fuera un día a Finlandia, cosa que estoy decidido a no hacer, sería absurdo que fuera parando finlandeses por la calle y les pidiera perdón por aquellos asesinatos.
Pues, igual. Yo no maté ningún judío, aborrezco a Hitler y a su régimen, no expulsé a los judíos de España en 1492, año en el que todavía no había nacido. No tengo que pedir perdón de nada.
Y lo mismo con Tupac Amarú, los incas, los aztecas, los mapuches y los demás. No sé si algún antepasado de Chávez, Kirchner, Ortega y demás ilustres próceres hispanoamericanos participaron en alguna matanza de indios o les contagiaron la viruela, la gripe o la tuberculosis. O violaron a sus mujeres. Los míos no. Porque como se quedaron aquí no pudieron hacerlo.
Ya es de subnormales pedir perdón por actos que tu no has realizado. A quien entre en esa espiral no le llegarían los segundos de toda su vida pidiendo perdón por la historia. A saber si alguno de los que mataron a Viriato era antepasado mío. Y tal vez en Covadonga estuvo un recontratatarabuelo que tirando una piedra descalabró a un moro. O en los Tercios de Flandes de un arcabuzazo mandó al infierno, o a donde fuere, a un holandés protestante.
Pues, lo dicho. A rezar cada uno en su iglesia y a pedir perdón a Dios en el confesionario por tus pecados. Lo demás son chorradas sin sentido. Aunque alguna la encabece el mismo cardenal Schonborn.