Rambo:

Enviado por Esteban Falcionelli en Jue, 28/02/2008 - 4:58pm
Un ateo que ya no cree en nada. Vive sin un propósito, alejado del mundo. Fue un guerrero, pero ahora lleva una vida ghandiana.
Alguien le pide ayuda, y él se niega. ¿Por qué tendría que renunciar a su vida sin problemas, a su comodidad y arriesgarse?.

Ocurre el milagro, una doncella, una mujer indefensa, sin armas, le dice que quiere ir a ayudar a los que sufren en Birmania a manos de la barbarie comunista.John ve en esta mujer algo que él había perdido hace mucho tiempo: la FE, la caridad.

La caridad, esa amistad con Dios y con todos los hijos de Dios. Santo Tomás no vacila en tomar la filosofía de Aristóteles para referirse a esta cuestión. Digamos, la amistad no puede darse en sentido único. No podrían llamarse verdaderos amigos dos seres, uno de los cuales amase mientras el otro se contentase con dejarse amar. Así, bien dice el estagirita, el amigo debe ser, a su vez, un amigo para su amigo. La amistad exige cierta igualdad en el amor, no una igualdad absoluta, sino una nivelación “proporcional”, digámoslo así.

La caridad-amistad no podrá realizarse plenamente sino entre los hijos de Dios, entre quienes participan realmente de la vida divina… Platón tenía razón, frente a la soberbia ontológica de Aristóteles. OK, estamos hablando de dos o de los cuatro o cinco sabios que ha tenido la humanidad… ¡y no más!, pero Platón lo vio, un ser que tiene el Ser de “prestado”, en esa “participación” que tanto le costaba definir, y que por consiguiente, todo hombre, sea el que fuere (aún un zurdo) es, en potencia, y por vocación, un hijo de Dios, y esta llamado a participar de la vida divina; y eso basta para incluirle en nuestra caridad.
Toda caridad no será perfectamente consumada hasta que el prójimo no haya entrado a su vez en el movimiento del amor desinteresado.
 He ahí lo que es caridad: amistad sobrenatural con Dios ….y con los hijos de Dios. En otras palabras: “Dios nos amó y nos ha llamado a su amistad”.
La caridad es paciente, es benigna, no es envidiosa, no es jactanciosa, no se hincha de orgullo, no es descortés, no es interesada, no se irrita, no piensa mal (nunca sospecha mala intención), no se alegra de la injusticia, se complace en la verdad, todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera.
John, no entiende a estos cristianos, pero algo despierta en él, algo que no había sentido hace mucho tiempo. Podrá Rambo ser indiferente al mundo, pero no al valor de una mujer. Los lleva a Birmania.
Al regreso de la travesía, un sacerdote católico le dice que no tiene noticias de los “misioneros”. Ha contratado a un grupo de mercenarios y espera que John los guíe en una misión de rescate.
Un grupo de cartagineses que no cree en nada, solo en la retribución verde que colmara las necesidades materiales de sus existencias. Sin embargo, en la mejor escena de la peli, donde los zurdos torturan a un grupo de indefensos campesinos, y ante la vista de esos mercenarios que no intervienen para no delatar su posición …allí aparece John con su arco y sus mortíferas flechas que dan cuenta de esos zurdos infames.
¿Por qué arriesga su vida John por esos campesinos? Por caridad.
En el DE DILIGENDO DEO, atribuido a San Agustín, se expone su método de caridad:
“¿Cómo hay que amar a Dios y al prójimo? Debemos amar a Dios más que a nosotros mismos, y al prójimo como a nosotros mismos. Amamos a Dios más que a nosotros si anteponemos sus mandamientos a nuestra propia voluntad. No se nos manda a amar tanto al prójimo como a nosotros, sino igual que a nosotros, es decir, querer y desear para él todo el bien que debemos querer y desear para nosotros, y principalmente la vida eterna. Debemos ayudarle a conseguirla, con auxilios corporales y espirituales, en la medida que exija la razón y nuestros medios lo permitan…”. (De diligendo Deo, Cap. I.).
Los mercenarios quieren volver, ante la seguridad de que el ejército zurdo los cazará, pero Jhon dice:
“A todos nos gustaría estar lejos de este lugar, pero este es nuestro trabajo y es lo que somos”.
“VIVIR POR NADA O MORIR POR ALGO”. “DECIDAN”.
Esos mercenarios cartaginenses, por un momento entienden la misión del guerrero…:
- “Dirijo a Ti, señor, esta oración, y te pido que, con Tu mano derecha, bendigas esta espada con la que Tu siervo desea ser ceñido; que ella defienda Iglesias, viudas, huérfanos, y a todos Tus siervos del azote pagano, que siembre el terror y el pánico entre los malvados y que actúe con justicia tanto en el ataque como en la defensa”.
Bienvenido John, a la milicia de la Luz, en defensa de la civilización frente al poder de las tinieblas.