Siguen los Azotes

Enviado por Esteban Falcionelli en Lun, 17/09/2007 - 9:30pm
Duele mucho, pero no sorprendería demasiado. Ya hace casi 40 años Carlos Sacheri -mártir argentino de la Verdad- denunciaba la confabulación de LA IGLESIA CLANDESTINA.
Una tragedia que por desgracia ahora se exhibe a plena luz en muchas partes. Ciertos sujetos anónimos, cobijados bajo el rótulo “Departamento justicia y paz -Vicaria de solidaridad- Obispado de Quilmes”, han irrumpido en la escena con su característico estilo. Vale decir disfrazados con pasmosa hipocresía, vomitando su inquina al caerle precisamente a un sacerdote condenado ya por el despotismo montonero.
Por supuesto -igual que en el “Juicio” que se perpetra en La Plata- la diatriba utiliza conocidas técnicas subliminares, sin duda aprendidas de los soviéticos. Se trata de asociar el caso con las más terroríficas leyendas antisemitas, a fin de conseguir una buscada repercusión emotiva de efectos mundiales. (Basta leer el abusivo epígrafe, rayano en lo blasfemo, so capa de sentimientos desgarradores por una víctima judía). Nada de esto puede sorprender a los que conocen el historial de la Revolución anticristiana.
Sello ideológico No hace falta transcribir las infamias contenidas en el “documento” y hasta la sensibilidad más estoica se resiste a enumerarlas una por una. Basta con una frase, que ha conseguido compendiar la sentencia tácita recaída sobre el sacerdote perseguido. (La mano se niega a designarlo aquí, mezclando su nombre con toda esta infamia, doblemente llamada a enlodar a toda la Iglesia Católica).
Después de recordar un “heroico” santoral marxista -a modo de certificación ideológica de la autoría- el rebuscado panfleto engloba los infundios contra la víctima, diciendo ladinamente: “… se acusa a otros miembros de la Iglesia, de haber estado en los centros clandestinos de detención, del lado de los torturadores, asesinos y violadores, participando en sesiones de torturas y vejaciones, abusando de la confianza sacerdotal para interrogar, y tantas otras aberraciones”. Sobresalta comprobar la minuciosa coincidencia de esta frase con las acusaciones concertadas en la parodia judicial contra el sacerdote. Todo expresando farisaicamente que “un profundo dolor mezclado con indignación e impotencia nos inunda como seguidores de Jesús”.
Espera De cualquier modo resta siempre la esperanza en que lo ocurrido sea una audaz impostura, confiando en el pronto desmentido del Obispado de Quilmes.
N.B. Para despejar la menor duda sobre su espiritualidad, los profetas de la justicia y la paz según el mundo no omiten la cantinela subversiva. Y subrayan bordeando la blasfemia:
“En nuestra historia nacional particular, algunos hechos aberrantes vividos en los campos de concentración nazis han sido tristemente repetidos en formas de torturas físicas y psicológicas, en metodología de muerte refinada hasta encontrar una forma distintiva para nuestro país: desapariciones forzadas de personas...Pero sin dudarlo, la dictadura cívico militar que se inicio el 24 de marzo de 1976 destrozó a miles de personas, familias, y en definitiva a nuestra sociedad que aún "sangra por la herida".
“Por supuesto la Iglesia estuvo presente, como en tiempos de Jesús, defendiendo y dando la vida...En este tiempo no podemos dejar de mencionar a Carlos Múgica (asesinado en mayo de 1974), a los Padres Palotinos, a los sacerdotes Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville, y el catequista laico Wenceslao Pedernera, asesinados en julio de 1976 en La Rioja. Y por último no podemos dejar de mencionar a ese gran Pastor Monseñor Enrique Angelelli”.
Septiembre de 2007