Dar de comer
Aún dentro de la sencillez de la experiencia, para un padre de familia no deja de ser una impresión reconfortante el ver tu familia en el acto brutal de engullirse las viandas que has procurado con el esfuerzo de tu trabajo. No hablo ya de las variadas formas espirituales que comienzan a darse en aquella situación, sino de simplemente “nutrirse” como nobles animales. El ruido de las mandíbulas triturando y los gorgoritos del beber. Ver sus cuerpos saludables creciendo al ritmo en que las vituallas van desapareciendo, en la confianza tranquila que mañana el viejo vuelve a llenar la mesa.