Como dicen las viejas, la mentira tiene patas cortas y, como dicen los abogados, a confesión de parte relevo de prueba. Al fin y al cabo, parece que el denigrado personaje no tenía las peores intenciones. Eso me recuerda la anécdota tantas veces comentada por AJA -raro en él, poco dado a las reiteraciones-, que habiendo militado sucesivamente en las dos agrupaciones juveniles nacionalistas que tenían una fuerte presencia a principios de los sesenta, cuando organizaban actos públicos, eran invitadas organizaciones de residentes árabes para incrementar el caudal de la concurrencia, que lo hacían con mucho entusiasmo hasta que nuestros muchachos a coro gritaban, "judíos a Israel"; claro, para ellos, o sus parientes, eso no era negocio, puesto que significaba una cercanía molesta. En cuanto a los "hermanos mayores", no era desearles nada malo: ¿acaso los católicos podríamos agraviarnos porque nos mandaran a Roma? Aunque una, que tengo muy cerca, querría que la mandasen a París y con pasaje de ida (total, dice, queda a tiro de Avignon).